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La Rioja es considerada tierra de colores y de misterios

La Rioja es un lugar de leyendas y de sabores que se esparce sobre sus paisajes la paleta cromática del pintor que todo lo puede crear. Desparrama sensaciones a cada paso, imprimiendo en el corazón su marca indeleble. Conocerla es una tarea nada sencilla, no porque le falte hospitalidad, sino por lo complejo y completo de su propuesta.

Resultaría difícil elegir un lugar para comenzar el recorrido. Centro urbano importante, sí; pero también rincón de singular tranquilidad y calidez, algo que el trajinado habitante de la metrópolis siempre añora.

Al pie de las Sierras de Velasco, su fisonomía conjuga en proporciones deliciosamente exactas la modernidad y los vestigios de un pasado colonial. A su vez, dotada de una importante oferta de servicios turísticos, se transforma en la opción indicada -más allá de esa lógica caprichosa esbozada unos párrafos más atrás- en el punto de partida ideal para conocer los encantos riojanos.

Sin embargo, no es cuestión de apurarse. La capital es un destino en sí mismo. Una de las ciudades más antiguas del país, tiene un casco histórico digno de conocerse.

El epicentro es, como no podía ser de otra manera, la plaza principal. Conocida como Plaza de los Naranjos, por la gran cantidad de estos árboles que la rodean, sirve como referencia para la actividad administrativa y comercial de la ciudad. A su alrededor, la Casa de Gobierno, el Palacio de Tribunales y el Club Social se alzan como hitos que convocan a una visita.

Un poco más allá, otras construcciones del período colonial revelan el grandioso pasado de estas tierras. El Colegio Nacional, la Escuela Pedro Ignacio de Castro Barros y los museos, también ameritan unos minutos de atención viajera.

Pero el plato fuerte está en las iglesias riojanas. La Catedral de San Nicolás de Bari es el principal centro religioso de La Rioja capital. En este templo de estilo bizantino libre se realiza la fiesta más importante del culto popular regional: el Tincunako, una celebración de la convivencia y la tolerancia entre culturas diferentes.

Las iglesias de La Merced y San Francisco, el templo de Las Padercitas y el convento de Santo Domingo, completan un rico circuito de turismo religioso.

Parque Jurásico
Claro que hay quienes se ven más tirados por los monstruos que por las deidades, y a ellos La Rioja les dispensa un trato preferencial. El Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Rioja alberga los fósiles de uno de los dinosaurios más antiguos del mundo, junto con decenas de piezas paleontológicas y arqueológicas que completan un viaje a la historia del planeta y a los orígenes de la humanidad.

El recorrido habla de animales y de personas que ya no están. Enuncia un pasado que, a medida que uno avanza por las salas de la institución, se va cargando de ansiedad. Todo hace desear la aparición de la estrella de la muestra: el riojasaurus incertus. Este dinosaurio es el cuadrúpedo herbívoro más antiguo conocido. Es también uno de los que se conoce de forma más completa. Aunque se ha rescatado un gran número de esqueletos conservados parcialmente, que permiten la reconstrucción total del animal, el ejemplar que está en exhibición es el único que se encontró con el cráneo articulado.

Pero quizás no alcance con conocer a la bestia a través de una reconstrucción detallada. Seguramente, el espíritu aventurero pedirá a gritos recorrer el paisaje donde -miles de años atrás- transcurrió sus días este habitante de tierras riojanas. Entonces, el destino indicado es el Parque Nacional Talampaya, un inmenso desierto rojo que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La solitaria ruta 26 traza una larga ”U” alrededor de la Sierra de Sañogasta, y el primer rayo solar enciende de rojo un cerro en la lejanía. Un camino nace hacia la derecha. Conduce al portal de madera junto a la entrada del parque, donde corretean algunas perdices. Lo que sigue es una gran llanura de piedra y arena, donde apenas sobresalen unas viejas ramas blanquecinas que a lo lejos parecen restos de esqueletos. Al fondo se levanta una muralla, cargada de un rojo intenso.

Talampaya es un viaje por el túnel del tiempo; un desolado parque triásico de 215.000 hectáreas, donde flota la sensación de que en cualquier momento una bandada de pterodáctilos saldrá de entre los cerros. Un mundo de esculturas perennes, cuya arena misteriosamente se mantiene inmóvil pese al transcurrir del tiempo.

Talampaya y el vecino Valle de la Luna, fueron escenario de importantes cambios geológicos e hitos trascendentes en la evolución de las especies. Cada rincón es como una página del libro que contiene la historia del planeta, desde aquel momento en que una bola incandescente comenzó a enfriarse y a llenarse de vida.

De altura y de sueños
La promesa de ganancias fáciles llevó a los colonos a trepar 4.000 metros para establecerse en Chilecito. Allí se vivió una versión local de la fiebre del oro, que dejó su huella en pintorescos poblados mineros. El testimonio más emblemático de aquellos años, y la atracción principal de la zona, ES el cablecarril. Nueve estaciones enclavadas en lo alto de la montaña se esparcen por un recorrido de 35 kilómetros que impresiona de tan sólo imaginarlo.

En las afueras de la ciudad de Chilecito, este transporte servía para llegar a la mina La Mexicana. Hoy, permanece como un testimonio inalterable de la historia minera de la provincia.

Construido a principios del siglo XX para trasladar el mineral desde los socavones de la mina, allá en lo alto del Famatina, hasta el ferrocarril que llevaría las riquezas hacia los puertos, este medio de transporte fue promovido por Joaquín V. González. Por aquel entonces, la explotación minera estaba a cargo de la británica “Famatina Development”, la cual puso en marcha el cablecarril en 1904.

En estos días, el cablecarril se encuentra en desuso. La única forma de recorrer su trazado es a pie, por medio de una excursión de trekking que cuenta con numerosos adeptos o, de una manera mucho más cómoda, en camionetas de doble tracción.

Chirau-mita
Los que piensan que en Chilecito todo es piedra están más que equivocados. Otro de los grandes atractivos de esta zona es un jardín botánico. El Chirau Mita, en las afueras de la ciudad, reúne a más de 1.500 especies de diversos países. Ubicado en la ladera de las sierras El Paimán, es el más importante de América Latina.

Turistas de todas las latitudes ascienden el sinuoso camino paralelo a las sierras de El Paimán. En dos hectáreas se concentran más de 60 géneros de cactus autóctonos, junto con centenares de otras especies provenientes de México, Cuba, las Islas Galápagos y Brasil, que justifican el prestigio de este parque.

Un museo completa este viaje al maravilloso mundo de los cactus, especie botánica muchas veces revestida de sentidos místicos. Formas, colores y tamaños conforman un grandioso y, a la vez, didáctico espectáculo.

En la Quebrada
La Quebrada de los Cóndores es un sitio para iniciados. Un lugar casi oculto y poco conocido, que hace de La Rioja un destino sorprendente. Allí, en lo alto de la sierra, un viejo puesto rural fue acondicionado para recibir a los turistas que se sienten cautivados por la mirada de estas aves, las cuales tienen sus nidos a pocos metros del mirador, sobre una saliente de la montaña.

El camino, que se recorre en un vehículo todo terreno, implica ascender flanqueados de angulosos perfiles. En lo alto, el humo de un cabrito asado da la bienvenida a los visitantes. A los humanos, por supuesto, dado que los cóndores no necesitan ser invitados. Ellos llegan y se pasean a su antojo, ausentes de la presencia de sus observadores.

Unas decenas de metros pueden llegar a ser la distancia que separe al turista de los cóndores. Su planeo traza círculos encima de las sorprendidas cabezas hasta que, probablemente cansados de esa rutina, aprovechan una corriente térmica para elevarse como un planeador que se convierte en un punto diminuto del firmamento.

Tanta poesía es el alimento de la mística. Los indígenas del noroeste bebían su sangre para contagiarse de la longevidad que caracteriza a estas aves. Todavía hoy, en plena modernidad, no faltan los que alimentan la leyenda épica que habla del suicidio de los cóndores, que prefieren inmolarse antes que asistir a una decadencia anunciada por el abandono de sus hembras. Pero también están los que dicen que el cóndor es inmortal y que, al llegarle la vejez, vuelve al nido para renacer como un nuevo pichón.