La mañana en Buenos Aires estaba fría, inestable, amenazando con lluvia o agua nieve. El termómetro no llegaba a los 5°C y la sensación térmica era de un invierno-invierno, con viento incluido.
Camino al Aeroparque, parecía un oso con el pulóver gordo y el gabán. Igual que los demás pasajeros. Eramos un guardarropa con valijas al pie, a tono con los mochileros que llevan el placard a sus espaldas. El avión estaba lleno, como es lógico: son insuficientes los vuelos ante la creciente demanda de argentinos y extranjeros que quieren ir a Iguazú, uno de los mayores tesoros de nuestro planeta.
A menos de dos horas de viaje, al llegar a Misiones, nos recibió un sol espléndido. El paisaje nos adelantó la bienvenida al sobrevolar el inmenso mar verde de los bosques nativos, con sus árboles de cuarenta metros de alto, mostrándonos la caída de las Cataratas con su propia nube y arco iris. Recordé en ese momento las palabras de Eleonor Roosevelt cuando las conoció: “Poor Niágara” (Pobre Niágara). Es que al lado de nuestra sucesión de saltos, las de Estados Unidos semejaban una muestra homeopática.
A media mañana teníamos 24°C. ¡Primavera! Aunque puedan tener algunos días menos templados.
Lo que años atrás sólo era un pueblo satélite que rodeaba al parque nacional ahora progresa aceleradamente sin olvidar las Cataratas y la selva virgen. Se mira en el espejo de los grandes edificios del lado brasileño, de Foz do Iguaçú. Los límites amigables son iguales a la amistad, caminos de ida y vuelta. Y un gran estímulo turístico, dos ciudades por el precio de una con las tentaciones de un Duty Free y a pocos pesos (o reales) de distancia con una flota continua de taxis y remises
El camino a pleno jardín desde nuestro aeropuerto presenta muchos hoteles nuevos para distintos presupuestos y gustos. Desde los hostales para jóvenes que se multiplicaron hasta el lujo cinco estrellas del Iguazú Grand Hotel Resort & Casino, estilo Las Vegas, o el flamante Panoramic, más tipo Faena fashion, que mira a la Triple Frontera. Porque está frente al cruce de los ríos Paraná e Iguazú, con el hito que marca el encuentro de la Argentina, Brasil y Paraguay con su Ciudad del Este.
Los casinos siempre atraen. En especial a los vecinos brasileños, donde no están permitidos. Pero en Iguazú, si bien están integrados con los hoteles de los que forman parte, uno puede disfrutar de todo, aunque no pise la ruleta o no le gusten las máquinas tragamonedas. Son también destinos familiares. Por eso, apenas dejé la valija, me puse el short y me fui a las piscinas. Son tres pétalos complementarios por sus diferentes profundidades. Para chicos, gimnasia gym o nadar. Sin trampolines. El agua estaba fresquita, estimulante, y al lado tenía un spa completo llamado apropiadamente El Paraíso.
El menú me sorprendió porque había tratamientos faciales con miel o hierbas, con máscaras de chocolate o arcilla. No me animé y me anoté para sacarme la rutina de encima con un masaje descontracturante para un día y un californiano relajante antes de regresar. Al mismo tiempo, aunque tuviera jacuzzi en mi habitación, usaba también los del spa, rodeado de fragancias a la luz de velas aromáticas. En fin, ser periodista es la manera más divertida de ser pobre.
Energía y revitalización
Ya estaba cero kilómetro, me había olvidado del frío y las tensiones. Estaba listo para la gran fiesta que es el Parque Nacional Iguazú, que está espléndido desde la privatización. Incluso se puede disfrutar de las Cataratas a la luz de la luna llena. Las crecientes aguas arriba le daban volumen a los saltos y se sentía la transferencia de energía que vitalizaba al recorrerlos al aire de cada uno.
Porque los nuevos senderos, que reemplazaron las temblequeantes pasarelas de otrora, permiten llegar sin ninguna dificultad hasta el mismo borde de la Garganta del Diablo, aun con silla de ruedas. Es una lección de respeto al diferente, al que no hay por qué discriminar llamándolo discapacitado porque le pueden faltar algunas cosas y sobrarle muchas otras.
Hay varios circuitos y un tren ecológico para recorrerlos en un paseo de más de ocho horas sin repetir nada. Cada uno puede armarlo a su manera, entre los coatíes tan libres como las mariposas confianzudas que nos decoran el pelo y los pájaros que se hacen oír a pesar del rugir de las cascadas. El desafío más emocionante es la Gran Aventura, navegar con un gomón cerca de las caídas y empaparse con las olas. Ideal para las que no son tímidas y lo hacen en bikini.
Y también, fuera de los límites del parque nacional, pero en la selva que todo lo rodea, hay programas privados de turismo aventura para descargar adrenalina. El menú es muy amplio. Por ejemplo, la tirolesa; el canopy, donde sujetos por un arnés vamos desplazándonos por un cable de acero por las copas de los árboles, entre varias plataformas. O el rappel, descendiendo con cuerdas por un tronco gigante igual que los andinistas en la montaña. Sin dejar de lado los cuatriciclos para meterse en la espesura o cruzar pantanos.
En resumen, Iguazú es una estrella mayor en la constelación de las vacaciones de invierno. La naturaleza ha sido pródiga con nosotros y el agregado de actividades que respetan el equilibrio ecológico lo convierte en un viaje inolvidable. El ecoturismo ha llegado para quedarse. Y disfrutarlo en una Argentina que también puede, en pleno invierno, jugar al verano.
A la luz de la luna
La luminosidad de la luna permite realizar paseos nocturnos a las Cataratas durante 5 noches al mes, los que se establecen en función de los horarios de salida de la Luna.
Son paseos de luna llena, que por supuesto no siempre se realizan. Los que estén interesados en esta experiencia tienen que programar el viaje con el almanaque lunar a mano. Por ejemplo, este fin de semana es de luna llena. ¡Tarde!
Pero ya se puede organizar el viaje para la próxima, que coincide con las vacaciones de invierno. Del 27 de julio al 31 de julio. En agosto, del 26 al 30, y en septiembre, del 24 al 28.
Los paseos consisten en el viaje en tren y la caminata por las pasarelas hasta la Garganta del Diablo. Los horarios de comienzo de los paseos son los siguientes: primer paseo, a las 20; segundo, 20.45; tercero, 21,30.
Hay dos opciones. Sólo el paseo con el ingreso al parque, cuesta 50 pesos por persona; menores de 12 años, 25 pesos, y menores de 6, gratis. Opción con cena (parrillada y postre), 80 pesos por persona; menores de 12 años, 40; menores de 6, no pagan
Las entradas se pueden comprar dentro del Parque Nacional Iguazú, o en las agencias de viaje.
Más información, Departamento de Marketing de Iguazú, Argentina, por e-mail a info@iguazuargentina.com, o por el 03757-491469.
Datos útiles
Cómo llegar
* Todos los días hay vuelos de Aerolíneas Argentinas (Austral) y de LAN a Puerto Iguazú. Tarifa, $ 595, más impuestos para argentinos.
Alojamiento
* Iguazú Grand Hotel Resort & Casino. Ruta 12, km 1640, (03757) 498 050. www.iguazugrandhotel.com . Spa El Paraíso. Tarifa habitación estándar, $ 1050 más IVA. Restaurante gourmet y sala de espectáculos.
* Hotel Panoramic con casino. Paraguay 372, frente al río Iguazú y la Triple Frontera, (03757) 498139. Tarifa promocional, $ 450 más IVA. El casino es muy popular, con shows en vivo, mientras la gente juega.
Paseos
* La entrada al Parque Nacional Iguazú cuesta $ 30, y se puede usar dos días.
* La Gran Aventura, con gomones cerca de las cascadas, $ 90.
* Turismo aventura en Aguas Grandes cuesta $ 70 por 4 horas, en un medio natural para hacer canopy, rappel, trekking y cuatriciclos.
Gastronomía
* Se come, y muy bien, con tenedor libre, en el auto service La Selva, por $ 34, en el patio de comidas del parque.
* En los restaurantes de Puerto Iguazú, un precio promedio es de 40/60 pesos por persona. Recomendados los pescados de río.
Compras
* Dentro del parque, artesanías indígenas de madera sobre animales típicos. Y junto a la frontera con Brasil, a menos de 10 minutos de la zona hotelera, el Duty Free Shop (DFS), abierto todos los días, de 10 a 21, con productos internacionales libres de impuestos
En Internet
www.iguazuturismo.gov.ar
