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Liderazgo: Tipos, estilos y enfoques para el líder

La importancia de un buen liderazgo para que las personas, individual y colectivamente, puedan rendir dependen de las conductas de liderazgo del director, en gran medida, la motivación y la autoconfianza de los que dependen de él, así como el estrés y la cohesión del grupo, variables todas ellas de enorme trascendencia para optimizar el rendimiento.

Un líder puede utilizar distintos estilos para liderar.

Cualquiera que sea el estilo de liderazgo, básicamente se tienen en cuenta tres enfoques:

– Prioridad en el rendimiento o en la persona.

– Grado de participación de los liderados.

– Forma de guiar a los liderados.

Prioridad en el rendimiento o en la persona

Esta dimensión refleja un aspecto de muchísima importancia en el liderazgo. Tú objetivo como líder debe centrarse en encontrar el equilibrio adecuado entre ambas parcelas: una sensibilidad por las personas que favorezca que el día a día resulte agradable y estimule a involucrarse en los proyectos conjuntos, pero que no eclipse los objetivos de rendimiento.

Si la sensibilidad por la persona predomina sobre el rendimiento, el equipo corre el riesgo de caer en un acomodamiento que le impedirá progresar, pero por otro lado, preocuparte por las personas y fomentar una buena relación social son factores importantes para que el grupo se sientan a gusto y trabaje mejor.

A través de mucha sensibilidad por las personas se llega mejor al rendimiento que estableciendo otra prioridad. Un líder debe aprender a combinar ambos estilos de liderazgo.

Participación de los liderados

¿En qué medida participan las personas a las que lideras?, ¿Nada?, ¿Sólo les informas?, ¿les consulta?, ¿les involucra en el proceso de toma de decisiones?, ¿les delegan cometidos?…

Un liderazgo más autocrático, implica una mínima participación. Si tú como director, dices lo que hay que hacer y dejas poco o ningún margen para la iniciativa personal, tu equipo finalmente, se acostumbrará a que les indiques tanto el camino a seguir, que incluso temerán tomar decisiones.

En el otro extremo está la delegación “Hazlo tú”. Si trasladas la responsabilidad a una o varias personas de tu equipo y le das más o menos poderes para actuar. Esto no quiere decir que te desentiendas, pero sí que cedes el control a otra persona. Pero hay que tener en cuenta un aspecto muy importante en la delegación, y es delegar responsabilidades en la persona que verdaderamente los pueda asumir.

¿Qué grado de participación es mejor?

Dependerá de las circunstancias que estén presentes y de las características de las personas involucradas.

Tu habilidad como director debe consiste en combinar distintos grado de participación. Tu objetivo debe ser involucrar a las personas lideradas dándoles responsabilidades y respetando su espacio, pero transmitiéndoles, al mismo tiempo, que estás ahí asumiendo tu responsabilidad de mando, y que cuando hace falta, “no te tiembla el pulso”.

Guía a los liderados

¿Cómo guías a tus liderados?

En relación con conceder una mayor o menor participación, se sitúa el “cómo guía”, cómo conduces a las personas que lideras.

– Una forma de guiar es establecer y evaluar objetivos. Mediante el establecimiento, el camino a seguir queda señalado, mediante la evaluación periódica, compruebas cómo van las cosas y, a partir de ahí, decides la actuación siguiente.

– Otras veces, el líder guía informando. No necesariamente para decir lo que hay que hacer. También informas de aspectos que consideras relevantes para que tus empleados realicen su tarea. A partir de ahí, cada uno se dedica a su cometido.

– Otra manera es a través del propio ejemplo. Tu comportamiento es el adecuado a imitar. Comportamiento por imitación. Y en relación con esto, se establece un “feedback” o “reconocimiento por tu parte a los liderados”.

El feedback (dar y recibir) es otra forma de guiar. Ya que relacionado con éste, está el elogio o el reconocimiento. Si refuerzas los comportamientos correctos, estas señalando, qué debe repetirse, por dónde se debe ir.

Tu habilidad de líder consiste en combinar estas variantes en función de las circunstancias presentes y las características de las personas que están a tu cargo. En realidad, consiste en que tengas la habilidad para elegir el estilo más apropiado en cada caso.

Como norma general, es conveniente que utilices todos los estilos participativos, reservando el autocrático para los momentos en los que resulte imprescindible. De esta forma motivarás más a las personas a tu cargo, y tendrás “en la reserva” una herramienta poderosa (el estilo autocrático), que podrás utilizar con mayor eficacia cuando te haga falta.