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Lo ideal es enemigo de lo bueno

Las estrategias solucionan problemas. Los objetivos claros conducen a estrategias eficaces. Por eso, cuando se piensa en encarar un proceso de planificación patrimonial y sucesoria, es importante comenzar con el final en la mente.

Mucha gente ve a la planificación patrimonial como un proceso que debe soportar en vez de disfrutar. Lo ve como una carga en vez de una oportunidad. De hecho, como sociedad, no tenemos la costumbre de planificar y nueve de cada diez personas mueren sin haberlo hecho nunca.

Pensar en la muerte cuesta, genera resistencias. Nos creemos omnipotentes, inmortales, hasta que un día la muerte nos sorprende sin haber tomado las previsiones necesarias para que “nuestra voluntad” se cumpla tanto en el aspecto patrimonial como personal y nuestra familia no quede desprotegida o inmersa en costosos y desgastantes litigios.

Incluso, muchos de los que desarrollan una planificación patrimonial y sucesoria, pasan menos tiempo considerando las alternativas y desarrollando sus objetivos que el que dedican a planificar las vacaciones de la familia. Desafortunadamente, el resultado refleja luego esta carencia de dedicación.
La mayoría de la gente que toma la decisión de realizar una planificación patrimonial y sucesoria, incluso, sólo tiene una muy vaga idea de lo que ella representa y lo que se puede lograr habiéndola desarrollado. Este factor negativo, quizás, provenga del poco control que se haya tenido sobre el proceso. Y esto representa un enorme obstáculo.

La planificación sucesoria es un conjunto de pasos adecuados para la mejor transmisión de nuestro patrimonio, teniendo en cuenta “nuestro caso concreto”, para lo cual se requiere un minucioso análisis.

Si no planificamos la herencia la ley lo hará por nosotros sin contemplar situaciones particulares que tal vez quisiera resolver de otra manera: por ejemplo, el futuro de un hijo menor o discapacitado; qué pasará con la empresa cuando Ud. ya no esté si sus herederos se dedican a otras actividades; de qué vivirá su familia cuando Ud. deje de ser la fuente principal de ingresos; qué pasará con los estudios de sus hijos; de qué modo proteger los derechos de sus hijos de su anterior matrimonio si Ud. se ha vuelto a casar y el inmueble que constituye su único patrimonio será habitado por vida por su actual cónyuge (conforme lo prevée el C.C.), cómo resolver la herencia entre parejas convivientes de hecho, a nombre de quién conviene comprar una propiedad, cómo evitar que al día siguiente de nuestro deceso un heredero forzoso con quien tal vez estemos distanciados ponga en la calle a la persona con quien compartimos los últimos 20 años de nuestra vida?

Muchas veces por falta de información adecuada y de toma de previsiones, nos encontramos que ante el fallecimiento muchos clientes han dicho: “es tal el lío de papeles que quedó y tengo que afrontar tantas cosas judiciales que ni puedo detenerme a llorar, a tramitar el duelo por la pérdida afectiva”.

Existen algunos temas generan resistencia, y no están todavía incorporados de manera natural a nuestra cultura. Temas que, aunque resulten difíciles de hablar, son muy importantes, dado que, al tomar conciencia de que todos somos mortales, y de que queremos el mejor futuro a largo plazo para nuestras empresas y la unidad de nuestras familias, estamos en condiciones de adoptar las medidas óptimas para materializar esos deseos de consolidación y unidad.

Obviamente, hay un temor ancestral: ¿no será que, si reconocemos nuestra condición de mortales, nos va a pasar “algo” muy pronto, una suerte de reconfirmación de que hay cosas de las que “no se habla”, porque traen mala suerte?
Ese temor ancestral, normalmente, está entrelazado con determinadas supersticiones. En otras culturas (por ejemplo, en el mundo
anglosajón) esas supersticiones, definitivamente, no existen, y eso no hace a los ciudadanos de Estados Unidos o de Inglaterra menos longevos.

El miedo a la muerte, como todos los miedos puede llegar a condicionar nuestra vida, a impedir que la vivamos plenamente y disfrutemos de lo que queremos, ese miedo puede incluso llevarnos donde no queríamos ir.

Resistirnos a acudir al médico a revisarnos por si nos encuentran algo o a realizarnos una operación necesaria por miedo a morir en el quirófano puede suponer que la enfermedad que podría tratarse a tiempo se agrave hasta que ya no haya tratamiento posible. No resulta fácil liberarse del miedo pero conviene recordar que en la mayoría de los casos, si se toman medidas convenientes a tiempo se pueden evitar problemas futuros que atendidos en su momento representarán un gran alivio y una solución.

A veces, el temor a hablar de estos temas adopta una versión más compleja: -“Nosotros entendemos perfectamente la importancia de este tema, y no tenemos miedo a tratarlo. Al contrario, es tan, pero tan importante, que primero vamos a arreglar algunas cuestiones prácticas que nos están alterando, así luego nos podemos concentrar en todo esto, que es lo realmente importante”-. O bien: “Queremos que todos los miembros de la familia se comprometan por igual con este trabajo, así que vamos a tomarnos un tiempito para convencer a los que todavía no están convencidos”.
Estas dos frases, dichas con la mayor buena fe (y, muchas veces, ingenuidad) son la consagración del inmovilismo.

Porque nunca hay un momento “ideal”, de tranquilidad para que en una empresa Pyme se analice la relación entre el patrimonio, el trabajo, los proyectos y la vinculación de los miembros de la familia. Siempre hay situaciones más urgentes, que, cuando no existe una firme determinación para abordar lo importante, son las que se priorizan.

Pretender que todos los miembros de la familia coincidan, antes de comenzar un trabajo de Planificación Patrimonial y Sucesoria, en la importancia de hacerlo y en su propio compromiso, es equivalente a colocar el carro delante del caballo. La sola decisión de quienes hoy manejan el poder en la empresa es el elemento determinante para que, luego, se alineen los otros participantes, quienes, incluso, deben tener la oportunidad de exponer sus temores y resistencias frente al experto, para poder superarlas de manera efectiva.

¿Y cuáles son los beneficios de un proceso de Planificación Patrimonial y Sucesoria?
En primer lugar, poder contar con un diagnóstico respecto de las relaciones entre los miembros de la familia empresaria (sea que trabajen en la empresa, o no) y la organización en su conjunto.

¿Tienen beneficios especiales por trabajar en la empresa?
¿Cómo se llevan con el líder actual?
¿Qué están pensando para la consolidación de la empresa a largo plazo?
¿Existe una visión unificada?
¿Qué es lo que genera los conflictos más habituales?
¿Están identificadas las personas clave en la empresa?
¿Qué pasaría si alguna persona clave no puede seguir trabajando?
¿Hay alguna situación especialmente conflictiva, o una situación traumática en el pasado?
¿Es equitativo lo que gana cada integrante de la empresa?

Contestar a estas preguntas y otras que van surgiendo permite, luego, encarar las medidas correctivas necesarias, para que la empresa pueda pasar a un mayor nivel de solidez y confiabilidad, y los integrantes de la familia no corran el riesgo de la pérdida de la unidad familiar, o del control respecto de lo que tanto trabajo y pasión ha llevado hasta el presente.

Como se ve, se trata de cuestiones muy importantes.

El desafío es no caer en la trampa, de dejar para un futuro ideal, lo que podemos encarar hoy, porque es bueno.

Los objetivos bien planteados son los que asegurarán un buen desarrollo de la planificación patrimonial y sucesoria y su posterior aplicación. Si el proceso de pensar y articular los objetivos no es el correcto o si –incluso- se evita este paso, la planificación rendirá resultados pobres. Además, conducirá a un estado de frustración considerable.

Como la mayoría de las cosas en vida, la planificación patrimonial y sucesoria será el resultado de cuánto se esté dispuesto a trabajar en el proceso. Si la energía, el tiempo, el dinero y la creatividad que se invierten en desarrollar una planificación son las mismas que se utilizaron para acumular el patrimonio que se quiere preservar, el retorno de la inversión será tan justo como grande, si no mayor.

Cuando los objetivos se plantean claramente, los resultados siempre son los mejores.