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Los empresarios cambian su pronóstico de inflación del 15% a no menos del 25% para 2010

En diciembre pasado las diferentes cúpulas gremiales empresarias discutían el balance 2009 y proyectaban el futuro inmediato. La mayoría de los hombres de negocios estaban convencidos de que el principal problema había sido la inflación, y también sospechaban que este año el ránking de las malas noticias también iba a estar encabezado por la suba de precios.

Claro, los pronósticos más pesimistas hablaban del 15% como máximo.

En la cabeza de los empresarios no figuraban como problemas los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU); ni la crisis del Banco Central, la misma que terminó con la presidencia de Martín Redrado.

Pero más allá de lo ocurrido a comienzos del verano, la brújula empresarial estaba bien orientada. La inflación es el problema que concentra la mirada de todos.

En el Gobierno, porque da la sensación que no tiene muchas herramientas para frenarla, o porque en realidad está convencido que frenarla también implica enfriar la economía. En los trabajadores, porque se dan cuenta que no hay aumento salarial que pueda suplir la suba de los precios; y los empresarios porque no se “juegan a invertir” lo necesario, argumentando que la Argentina hoy es un país donde las reglas no están del todo claras.

Este último punto también es clave. La inversión o la falta de ella pasa a ser un tema estructural.

Es decir, si aumenta la demanda, producto entre otras cosas, de una economía en crecimiento, y la inversión

no llega, los precios por una regla propia del mercado, aumentan.

El Gobierno, lejos de hacerse cargo del problema, sostiene que “no hay inflación”.

Oficialmente se dice y se repite que lo que existe es un reacomodamiento de precios, y esto pasa porque los empresarios aumentan los valores de lo que venden. Algo de razón tiene el Gobierno, sobre todo cuando la lupa se pone en el mostrador de los comerciantes.

Un ejemplo que ilustra esto es que hay diversos productos de la misma marca que se consiguen a precios bastante distintos según donde se los adquiera.

Pero claro. Si bien puede tener algo de razón, el Gobierno también puede tener bastante de culpa. Los economistas y analistas económicos afines a Cristina Kirchner sostienen que no hay que enfriar la economía. Que si esto ocurre se terminan los negocios.

Los economistas y analistas enrolados en la oposición creen que el Gobierno tomó un camino donde no existen muchas salidas. ‘La Argentina va 150 km por hora por la avenida Rivadavia, tarde o temprano va a chocar‘, diagnostican.

En el medio, los trabajadores en blanco y sindicalizados siguen en paritarias feroces contra empresarios que están lejos de querer redistribuir, y contra otros que no tienen qué redistribuir.

El esquema, se replica luego, sin duda con menor ímpetu, en el resto de los asalariados, es decir en los trabajadores en negro. Si a esta situación se le suma el aumento del gasto público el panorama es ideal para armar un combo inflacionario perfecto, dónde todos saben cómo empieza pero nadie cómo termina.

Del pronóstico del 15% como techo a la inflación en 2010 que calculaban los empresarios en diciembre pasado, se pasó a este presente dónde muy pocos hombres de negocios creen que se estará a fin de año por debajo del 25%.

Tanto en la Unión Industrial Argentina (UIA), como en la Cámara de Comercio; o en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), están atentos a la inflación y, estar atentos es que no están dispuestos a perder dinero.

Es decir, lo que varios se atreven a admitir, aunque sólo en la intimidad es “o trasladamos a los precios los aumentos de costos, o importamos todo lo posible si resulta más barato abastecerse desde el exterior que producir en el país”.

Por ahora, los precios suben y el dólar sigue perdiendo terreno. El resultado primario es un país menos competitivo dónde sólo la soja volverá a ser un aliciente de una enfermedad diagnosticada pero negada por el paciente.