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Los industriales piden una nueva devaluación del peso

Se terminó el carnaval. Los industriales argentinos se habían desacostumbrado a la amargura. Pero bastó con advertir las caras de ayer, las frases punzantes en el hotel Sheraton de Pilar, para entender que se acercan tiempos duros y de plazo incierto. Volvió el reclamo, como acto reflejo: los empresarios quieren un peso más devaluado.

La 14» Conferencia de la Unión Industrial Argentina (UIA) mostró el costado real de la crisis. Hombres que empiezan a notar caídas en la rentabilidad, que temen por un inminente deterioro en el nivel de empleo y que, acaso por primera vez en este foro en la era kirchnerista, ensayan alguna crítica. El desvelo cambiario era en Pilar tan unívoco y notorio que, a media mañana, el economista Roberto Frenkel arrancó su exposición con un chiste filoso: “Me la pasé 10 años diciendo que el tipo de cambio estaba atrasado y no conseguí que me invitaran a la UIA. Algo hemos progresado: ahora me invitan”.

Nadie quiere dar números. “No, cifras, no. Pero con un tipo de cambio un poco más alto estaríamos mejor”, contestó ante la consulta José Luis Basso, dueño de la fabricante de válvulas Basso. Lo mejor fue, entonces, buscar al referente de muchos de estos hombres de negocios: en el lobby, LA NACION se encontró con el economista Aldo Ferrer. ¿Qué tipo de cambio sería el ideal?, fue la pregunta. “Mire, nosotros perdimos una excelente oportunidad cuando se depreciaron todas las monedas de la región -dijo el autor del libro Vivir con lo nuestro -. En ese momento se tendría que haber fijado en cuatro pesos y después sostenerlo.” ¿Eso no erosionaría el salario?, se le insistió. “No, porque el consumo de los argentinos es mayoritariamente de compre nacional”, contestó Ferrer, antes de aceptar una tercera pregunta: ¿pero no subiría el precio de los alimentos? “Para eso están las retenciones”, culminó.

Algunas plantas empiezan ya a parar parcialmente. Hay automotrices que admiten estar aumentando las horas de suspensión de personal. A los industriales santafecinos les cambia el gesto con sólo recordar un concepto: tasa de interés. “¡Pagamos un 60 por ciento!”, se quejó Carlos Capisano, presidente de la Federación Industrial de Santa Fe, que se había presentado ante los cronistas de LA NACION y Clarín con una broma: “Muchachos, ¿ustedes pueden hacer algo para subir el dólar?”. Esa medida, dijo, sería una de las trabas que necesitan para frenar un supuesto aluvión de importaciones, lo que más dicen temer.

El economista duhaldista Javier González Fraga los había alentado desde temprano. “Hay que lograr que bajen las tasas de interés. Pero no van a bajar mientras esté deprimido el tipo de cambio. No es momento de pensar si una devaluación es inflacionaria. La expectativa inflacionaria está más por debajo que por encima del 15 por ciento”, había dicho. Se sumó Ferrer: “Si el tipo de cambio no es competitivo, todo lo demás es literatura”.

LA NACION le preguntó a Capisano lo mismo que a Ferrer: si una devaluación no limaría el poder adquisitivo. “No -contestó-, porque hay un proceso de recesión muy grande.” La sola mención de la palabra causó una sorpresa que el propio Capisano se encargó de reforzar: “Hay recesión, sí. Hay un enfriamiento muy grande. Cerca de Las Parejas hay empresas con venta cero”.

Este es el contexto que le espera hoy a la presidenta Cristina Kirchner, que cerrará la conferencia. Con ironía, el máximo ejecutivo de un grupo industrial se anticipaba a la visita: “Yo no sé lo que le pasa a la Argentina. Brasil nos sacó un campo enorme. Y mañana viene alguien al que vamos a tener que aplaudir”.

Bastante más sugerente fue Roberto Domenech, presidente de la conferencia y aliado agroindustrial que tuvo el Gobierno durante la crisis agraria, que pidió en el discurso de apertura “retomar el sendero que la economía argentina transitaba hacia fines del año anterior”.

Preocupación
Tras los paneles, preocupado porque no podía ubicar en el celular a Hugo Moyano, líder de la CGT, el dueño de una pyme se sentó en una de las sillas y soltó, cansado y en voz baja, frente a LA NACION: “Estoy muy amargado”. Basso trató de ser menos drástico: “Estamos con producción normal, pero atentos a las noticias que te llegan todos los días” .

De ahí el malestar de muchos de los presentes al advertir el contraste que provocaba el discurso del ministro de Economía, Carlos Fernández (ver aparte). “Este nos quiere hacer creer que está todo fenómeno, no puedo creer lo que escuché”, se quejó un empresario.