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Los vinos de altura con sello argentino tienen la receta para hacerle frente a la crisis

La industria del vino arrancó 2009 con un mal descorche. Golpeadas por la crisis de los países desarrollados en el plano externo y por la caída del consumo en el mercado local, las bodegas locales, en general, fueron testigos de una marcada contracción de la actividad.

En efecto, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), durante el primer bimestre del año –últimos datos oficiales disponibles-, la comercialización de vinos en el país descendió más del 9%, mientras que las exportaciones sufrieron una contracción superior al 32%, en relación al mismo período de 2008.

Sin embargo, mientras que un sector del empresariado se ve preso de la incertidumbre, aquellos que apuestan a vinos de calidad, en cambio, buscan hacer realidad la frase que reza “crisis es oportunidad”.

En efecto, mientras que durante enero y febrero las ventas al exterior de vinos sin mención varietal se desplomaron casi un 50%, los que sí cuentan con esta distinción sufrieron una leve baja menor al 10 por ciento. Incluso, hubo empresas que mantuvieron el mismo nivel de ventas, apoyados en productos de alta gama.

¿Por qué el sector de vinos finos podría salir airoso el vendaval? Para los expertos, la teoría indica que, en momentos de crisis, en mercados estratégicos como el de EE.UU. se busca mantener un cierto estándar de calidad a un menor precio que el que ofrecen las etiquetas con un origen consagrado, como el europeo. Y en la contienda mundial, la Argentina es uno de los candidatos perfectos para irrumpir en el juego.

Una cuestión de altura
Una de las claves, según los expertos, estará en potenciar las características diferenciales de los vinos argentinos y una de ellas es la altura, cualidad que influye en el carácter del producto final y que permite ofrecer, tal como explicó Jorge Molina, presidente de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), “una variedad para cada consumidor”.

“Tenemos mayor diversidad que Chile. Nuestra producción va desde los 600 a los 3.000 metros. Esto nos permite tener una oferta entre varietales, donde se puede ver cómo se potencia cada uno de ellos dependiendo de la altura”, explicó.

Una de las regiones donde la altura es un ingrediente crucial a la hora de producir vinos está en el norte del país, más precisamente en la provincia de Salta. En la zona de los Valles Calchaquíes, los viñedos se ubican entre los 1.600 y los 3.000 metros de altura por sobre el nivel del mar, una variable topográfica que asegura 300 días de sol por año y una amplitud térmica muy marcada, que se traduce en un mayor nivel de estrés y, por ende, un buen nivel de concentración en cada racimo.

Atentos al “factor altura”, el Ministerio de Turismo de la provincia impulsó a fines de 2006 la creación de la ruta del vino, con el objetivo de potenciar la industria y captar visitantes argentinos y extranjeros.

Desde esa cartera destacaron que “la expansión gradual de los viñedos en la región fue proporcional al crecimiento en calidad de los vinos que se producen en ella. Esto se expresa en notables variedades que alcanzaron una personalidad extraordinaria en suelo salteño y llevaron a convertir al Valle Calchaquí en una región vitivinícola premium, productora de vinos de altura reconocidos en los mercados y concursos internacionales, con una destacada participación en los segmentos medio/alto, premium y súper premium”.

Calidad versus volumen
En otras palabras, las bodegas salteñas, están muy lejos de competir por volumen, pero buscan dar pelea en el terreno de la calidad, justamente en el segmento donde se espera que la crisis pegue menos.

Salta es en la actualidad la cuarta provincia que más vinos exporta de la Argentina. Si bien en 2008 las ventas al mundo crecieron un 50%, la base es aún muy pequeña y apenas superaron los 35.000 hectolitros, por un valor de u$s12,9 millones. Estas cifras están muy lejos de Mendoza, el verdadero Goliat del sector, que domina el 86% de las ventas al mundo.

Sin embargo, al trazar una radiografía, los expertos destacan una particularidad de Salta: el 100% de los vinos que salen al exterior son varietales, mientras que en otras provincias con mayor volumen más del 53% de cada litro que se exporta no tiene una cepa identificada.

La actividad vitivinícola de la provincia se desarrolla en un área de 3.200 hectáreas, entre los departamentos de Cafayate, San Carlos, Angastaco y Molinos, siendo el primero donde se “cocina” la actividad, dado que concentra el 70% de los viñedos del Valle, y donde iProfesional.com pudo dialogar con algunos de los jugadores clave.

Con respecto al impacto de la crisis, José Luis Mounier, enólogo de la Bodega Félix Lavaque –uno de los principales establecimientos de Salta que, junto con Etchart y El Esteco, de Grupo Peñaflor, concentran cerca del 80% de la producción-, destacó que “en el mercado interno está bajando el consumo, pero hasta ahora en el exterior se están manteniendo las ventas”.

“La crisis es una oportunidad porque ahora los consumidores van a estar atentos a tomar vinos de excelente calidad y a precios más razonables que los europeos. Hay que estar atentos a mercados como Canadá, EE.UU., Brasil, Centroamérica y Asia”, agregó.

La bodega actualmente produce 3 millones de litros anuales, de los cuales exporta el 58% a cerca de 30 países.

De cara al futuro, Mounier -uno de los enólogos más reconocidos del país, que tiene además una línea propia en el mercado- destacó que “a la Argentina le queda mucho por delante para alcanzar su techo de desarrollo. A diferencia de Australia, que está en el máximo de la curva, nuestro país recién está empezando a despegar y hay todo un camino por delante. Definitivamente, tenemos más potencial que Chile, que hizo los deberes muy bien y 20 años antes que nosotros”, sostuvo Mounier.

En la misma línea, Luis Asmet, enólogo de El Porvenir de los Andes, aseguró que “hasta ahora las exportaciones no nos cayeron, hay pedidos firmes y esperamos repetir el mismo nivel que el año pasado”. Como contrapartida, destacó que “el mercado interno está un poco más deprimido”.

Esto, explicó, es especialmente peligroso para una parte de la industria: “Hay bodegas muy chicas que no están exportando y que están cada vez más desesperadas porque no saben qué hacer con el vino”.

El establecimiento, con más de 120 años de historia, está ubicado en el corazón del pueblo de Cafayate. Apunta al segmento de alta gama y alcanzó su máximo nivel de producción, con 200.000 botellas anuales.

Según el winemaker, “no tenemos intenciones de crecer más en cuanto a volumen, lo único a lo que apuntamos es a mantener la calidad”. Actualmente destinan el 60% a la exportación y ya están presentes en EE.UU., Brasil, Venezuela, Perú, Colombia, Alemania, Inglaterra, Suiza, España, Bélgica y Holanda.

¿Una marca reconocida?
En este contexto de crisis, el concepto “vinos de altura” puede ser la llave para salir al exterior. Pero, ¿qué lugar ocupa hoy la marca “Salta” en el mundo?

Desde Lavaque destacaron que “lo que hacemos en primer lugar es exportar vinos argentinos. Un inglés o un noruego apenas saben dónde está nuestro país. Entonces por el momento no podemos pretender que distingan Salta de Mendoza. Esto no quita que nosotros trabajemos de a poco para diferenciarnos, porque las características de nuestro producto son muy distintas a las del resto del país”.

Del mismo modo, el enólogo de la bodega El Porvenir –cuyos tintos y blancos tienen un precio FOB de u$s16 y u$s8, respectivamente-, explicó que “cuando salimos al exterior, todavía se vende como vino argentino, no está diferenciado”. Sin embargo, destacó que “la condición de altura va a ser clave para que se gane un lugar en el mundo. Esto no sólo es una cuestión de marketing”.

En la misma línea, Daniel Heffner, enólogo de la Casa de la bodega, un emprendimiento que vincula vides y un hotel boutique de lujo, sostuvo que “si en el exterior decís vinos, automáticamente lo relacionan con Mendoza, es muy difícil que piensen en Salta, pero tiene mucho potencial, hay que explotar la marca”.

El emprendimiento elabora apenas 25.000 litros anuales de las variedades Torrontés, Malbec y Cabernet Sauvignon y planea aumentar la producción hasta los 50.000 en 2013. Los vinos, por el momento se comercializan en pocas cantidades en el mercado interno bajo la marca “La Punilla”. El resto queda para consumo dentro del propio hotel, donde una suite puede costar hasta $900 la noche.

Si bien el core del emprendimiento está en la captación de turistas, especialmente europeos, están negociando con un trader para poder colocar una partida que no supere las 3.000 botellas en Estados Unidos.

Un abanico de problemas
Si bien la crisis da oportunidades, desde las bodegas destacaron que hay numerosos escollos que juegan en contra del negocio.

Desde Lavaque, Mounier hizo hincapié en el tipo de cambio: “Hoy no es tan conveniente. Necesitamos un dólar más alto”.

Además, disparó contra las retenciones y contra la falta de una visión a largo plazo: “Actualmente hay un plan estratégico a 20 años, pero a nivel nacional no hay incentivos a las exportaciones. Esto avanza únicamente gracias a la actividad privada. Sin dudas faltan políticas del Estado”.

Por su parte, Asmet pidió más apoyo provincial para fomentar la ruta del vino: “Tuvo un despegue importante, hubo una explosión inicial, pero creo que estamos en una transición y el tema se ha desinflado. Es necesario que se vuelva a ver la importancia de la ruta para captar más turismo”.

A modo de conclusión, Mounier criticó la falta de reglas claras para la industria local: “Al negocio no lo afecta tanto la crisis internacional como los problemas internos. En el exterior no se explican que estemos como estamos con todo el potencial que tenemos”.