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Menos miedo, más transformación

Crecimos con la idea de que “querer es poder”  Es realmente así? ¿Qué necesitamos para cambiar? ¿Cómo influyen el miedo, el conformismo y la resignación? Las preguntas para iniciar una transformación eficaz.

Existen varios motivos por lo cuales nos podemos comprometer a cambiar. Uno de ellos surge desde la interpretación que realizamos sobre nuestros resultados, cuando son poco efectivos o nulos. Esto nos provoca una necesidad de transformación, cada vez más grande, que puede derivar en un compromiso o en una obligación de cambiar las cosas. En el primer caso, estaremos predispuestos a generar acciones para modificar lo que nos pasa. Pero, si nos vemos obligados, correremos el riesgo de no pasarla muy bien en el trayecto.

Podemos decir que las condiciones para lograr un cambio están dadas por una necesidad, ante la valoración de nuestros resultados y el compromiso que nos dispare dicha evaluación. Esto suele incentivar el deseo de aprendizaje, que nos puede sacar de nuestra ceguera cognitiva (“no sé que no sé”). El objetivo será pasar a “sé que no sé” y, de esta manera, convertirnos en aprendices con nuevas herramientas.

El conformismo al extremo, nos pone en el lugar de víctimas y no nos posibilita ser distintos y alcanzar nuestras metas. Así depositamos la responsabilidad en el afuera, y culpamos al exterior por nuestras propias elecciones. Pero podemos convertirlo en la oportunidad de modificar nuestra manera de elegir, de decir que sí, y establecer un nuevo compromiso para transformarnos.

Es necesario aclarar que en el conformismo suele haber tristeza y miedo a ser diferentes. No creemos en nosotros mismos y entonces nos quedamos ahí, a donde nos llevan, tristes porque no nos sentimos con la capacidad de lograr lo que deseamos.

Si bien es típico ceder y conformarse para lograr conservar algo que se quiere, la clave para pasarla bien o mal es la forma en la que contamos nuestra historia, no solo para los demás sino también para nosotros mismos. Contarnos historias de víctimas es una de las fuentes de mayor sufrimiento de nuestras vidas.

Si nos manejamos en nuestras vidas entre una serena y una completa aceptación, podemos dejar atrás los juicios que nos tienen atados en conversaciones internas, e inclusive públicas. Estos juicios nos mantienen prisioneros del pasado, y suelen evitarnos avanzar verdaderamente.

No obstante, aceptarlo todo tampoco nos ofrece la garantía de poder ser felices. La relación con la aceptación, tanto cuando nos rebelamos como cuando decidimos rechazar lo que se nos presenta, es una oportunidad para cambiar el resultado que nos parezca poco efectivo, y así alcanzar nuestros objetivos soñados.

Muchas de las enfermedades que padecemos, se deben a la falta de aceptación de algo que nos aqueja. Entonces somatizamos dolencias o agravamos síntomas que no son muy fáciles de remediar. Como no podemos dar lo que no tenemos, necesitamos empezarnos a aceptar a nosotros mismos, para poder aceptar a los demás y a nuestros resultados.

10 preguntas para comenzar  una verdadera transformación:

1. ¿Puedo seguir sin un cambio? Esta pregunta me confronta con mis resultados, y a partir de ellos me alienta a buscar modificarlos.

2. ¿Hasta cuándo? A partir de esta inquietud, puedo analizar el tiempo que tengo para operar.

3. ¿Cuál es mi compromiso? Para chequear mi compromiso necesito sincerarme con respecto a mis resultados.

4. Este cambio a afrontar, ¿es una imposición o lo deseo realmente? Necesito distinguir entre querer y estar realmente comprometido con el cambio. Si no lo deseo o estoy obligado, esto se manifiesta cuando en vez de decir “quiero” digo “tengo”.

5. ¿Cuál es mi declaración? Si existe la declaración de cambio podrá existir el compromiso, si no, será un secreto.

6. ¿A quién le he declarado mi compromiso? Mi declaración será efectiva si la realizo a quienes me pueden apoyar en el proceso.

7. ¿Con qué cuento para cambiar? Sirve para saber qué tengo, y poder analizar dónde me encuentro.

8. ¿Qué me falta para iniciarlo y concretarlo? Me ayuda a poder distinguir lo que no tengo, y a diseñar cómo ir por ello.

9. ¿Cuánto apoyo necesito? Me permite evaluar los pedidos necesarios y suficientes para alcanzar el objetivo.

10. ¿Cuento con alguien en quien apoyarme? Elegir a las personas que me podrían apoyar es una tarea esencial.

Resignados y estancados

Cuando nos resignamos a algo, siempre queda una frustración, un enojo por lo que no pudimos lograr. En este estado de ánimo, explicamos la no factibilidad de alcanzar la transformación.

La resignación tiene matices que van desde la serena resignación hasta la resignación completa. En un extremo tenemos una actitud de aceptación, dada la imposibilidad fáctica, como puede ser una pérdida física o económica. En el otro, puede ocurrir que estemos en un estado de ánimo de angustia o victimización, pero aun así sigamos adelante sin desafiarlo.

Cuando tenemos la creencia de que nada de lo que hagamos puede cambiar una determinada situación, probablemente nos encontremos frente a la resignación. El sentirnos derrotados, frustrados o agotados suelen ser signos de este estado.

Hay que tener claro que siempre se resigna en algún ámbito en pos de otra cosa. Resignamos horas de estar en familia por horas de trabajo tras una situación económica mejor, cambiar el auto por una refacción en nuestro hogar, o un trabajo mal remunerado por estar cerca de casa. En el fondo siempre elegimos, y nuestra calidad de vida dependerá de estas elecciones y de cómo nos sintamos.

A diferencia del conformismo, la resignación nos puede dejar en un lugar de no aceptación, autoimponiéndonos una realidad que si bien no queremos, la transitaremos sin desafiar. En cambio, en el conformismo afrontamos la realidad, aceptándola.

La conocida frase “Esto es lo que hay”, suele ser el pensamiento de quienes se resignan. Toman estos juicios como realidades fundamentadas, y en muy pocas oportunidades desafían al contexto porque continúan explicando el presente.