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Muerte al Power Point como herramienta de capacitación

Desde su aparición hasta hoy, el Power Point se ha impuesto como una herramienta básica y un aparente distintivo de calidad para las jornadas formativas y para los cursos de Recursos Humanos. Sin embargo, existen motivos más que sobrados para impulsar su destierro.

Si contemplamos por un momento la palabra “Power Point”, ella misma desvela su poderoso punto; su poder del punto (y) final del mismo.
Clarísimo.

Haciendo efectivamente un punto y final en la proyección en dos dimensiones de información abrimos una nueva era, una nueva dimensión en la formación directiva y el uso de sus herramientas, dejando atrás la idea de que cuánto más original sea la capacidad de saber animar las entradas y salidas de los titulares y textos, más bueno será el formador.

El Power Point es una farsa que da protagonismo a personas mediocres y pobres en autoestima, encarceladas en la ilusión de querer brillar… en segundo plano, porque en el primero está el Power Point. En realidad, se esconden tras la ilusión de los textos bailando, los números saltando y las imágenes desplegándose como persianas, demostrando con esto su capacidad, altamente desarrollada, de leer en voz alta y a media luz los textos para los asistentes adormilados en sus asientos.

Los asistentes lo puntualizan al máximo, valorando su experiencia: “no al Power Point! Great!”. Manifiestan su hartazgo de que el director de RRHH lo ponga adelante como formación de primera.

Es nuestra filosofía, un distintivo de calidad: en Recursos Humanos somos humanos y realizamos formaciones humanas para grupos humanos.

El Power Point es, a nuestros ojos, así como a los de muchos de nuestros participantes, la herramienta óptima para anestesiar al público quien, durmiendo con los ojos abiertos, anhela con ansiedad la llegada de la pausa para despertarse, desvelarse y refrescarse mental y físicamente.

¿Han pensado en profundidad acerca de estos fenómenos formativos?
¿Cuántos de ustedes creen que una formación de estas características es efectiva, transformadora y que además garantiza un impacto de efecto duradero en los asistentes? Los invito a reflexionar y verán que para formar en habilidades directivas, en liderazgo y en temas relacionados con Recursos Humanos no es nada fructífero, ya que en vez de conseguir un mínimo cambio positivo en la actitud de las personas y, por tanto, en el desarrollo de sus capacidades, se les transforma en seres más letárgicos, lentos y dormidos mentalmente.

De ahí que sea muy necesario desterrar el Power Point pasando a ser su no existencia la herramienta más eficaz e interesante de formación humana.

El Power Point sirve para distraer a los asistentes de la pobreza humana del formador, de su propia incapacidad para comunicarse espontáneamente, de su escasez de confianza y falta de empatía para entablar rapport con los individuos de su grupo durante las horas de capacitación. Hablamos de una herramienta que impide al profesional comunicarse con los presentes con dinamismo, humor, sencillez y humildad en la transmisión de conceptos.

La finalidad de una formación en Recursos Humanos desde nuestra perspectiva como formadores es estar al servicio de todos los individuos que asisten a la misma, acompañarles en su proceso de crecimiento y desarrollo individual para superar y lograr mayor eficacia y eficiencia como persona en su vida profesional laboral y personal.

De ahí que la formación implica dar forma y transformar. Los asistentes se exponen con plena o escasa confianza a las manos de los capacitadores, mereciendo el máximo respeto y humanidad de nuestra parte, los que somos formadores y trabajamos como tales.

El desafío de transformar sin la presencia del Power Point

¿Cómo se logra transformar y formar sin la presencia del Power Point?
Sirva para ello una buena porción de pasión por brindar a los concurrentes, una pizca de sentido común, empatía y atención.

Toneladas de compromiso personal con los asistentes para que cada jornada sean una experiencia de aprendizaje de inmenso valor. Por supuesto, un sofrito de ingredientes técnicos para dinamizar y acompañar a grupos e individuos en su desarrollo, adquiridos en años de formaciones, experiencias y reflexiones junto al conocimiento conceptual a transmitir.

Todo ello elaborado con creatividad, inspiración y habilidad comunicacional para su máxima transmisión.

Basando la metodología formativa en el acompañamiento de los participantes a través de la combinación de situaciones de trabajo conceptual, de debate, juegos de rol, reflexión individual, dinámica grupal, análisis y acción.

Para los formadores resultan muy sorprendentes los testimonios de los asistentes tras la capacitación, como por ejemplo cuando indican que para ellos “es la primera vez que ven esta forma de trabajar en grupo” o que “han sido clases sorprendentes, casi siempre inesperadas, muy amenas a la vez y plenas de dinamismo.”

Enriquecer los procesos de aprendizaje acelerado con protocolos validados de reeducación cognitiva y con el apoyo y la orientación en la elaboración de planes de actuación individualizados, garantiza el máximo aprendizaje a nivel individual y de grupo, junto a una buena dosis de humor y diversión.

Los asistentes lo agradecen reflejándolo en sus valoraciones: “me he divertido aprendiendo”; “lo más agradable ha sido vernos sonriendo todo el rato”; “ha sido óptima la combinación de diversión y aprendizaje, eso es el secreto para no olvidar lo que se aprende.”

A los formadores nos da gran satisfacción darnos cuenta de que los participantes aprenden mucho más allá de los conceptos transmitidos y que los desarrollan dentro de su propio espacio. Para ellos estas jornadas resultan enriquecedoras porque conocen una metodología novedosa y eficaz que les sirve tanto para mejorar el conocimiento como para reforzar los lazos y la comunicación entre ellos.

También, suelen comentar que les “ha gustado sobre todo la metodología por lo diferente y amena que resulta” y que “su puesta en práctica es muy interesante para un tema de difícil enfoque y muy adecuado a la coyuntura actual”.

Precisamente la coyuntura actual, la situación de cambio que todos estamos viviendo nos lleva a abandonar esquemas rígidos y conocidos así como protocolos de toda la vida, porque son éstos los principios inamovibles que por su rigidez están flaqueando y tambaleando.

La situación de cambio pide diversidad, creatividad, innovación y espíritu emprendedor en todos los ámbitos, optando por vías y caminos nuevos, viendo en el desafío las oportunidades, emergiendo con prosperidad donde antes no existía nada, recordando que los viejos senderos nos han llevado donde hoy nos encontramos.

La formación es uno de esos ámbitos y nosotros hemos aceptado abandonar el camino conocido como powerpointiano para innovar y emprender con metodologías humanas.

La naturaleza del ser humano es crecer y aprender desde actitudes y valores primordiales que, sólo mediante la vivencia sentida pueden ser concebidos. La riqueza de la experiencia individual vivida y el aprendizaje de ella misma, así como de todas las experiencias de los asistentes en cada grupo y de la del formador hacen que la jornada de formación sea un dinamizador y acelerador del aprendizaje individual.

Las personas somos seres con la capacidad de sociabilización, comunicación, introspección, reflexión, asimilación, superación y muchas otras más que están desentrenadas.

En las formaciones re-entrenamos a las personas en aquellas aptitudes que han sido olvidadas, además del enfoque y los objetivos conceptuales marcados dentro del programa de la jornada elaborado a medida a la necesidad del cliente.

¿Y todo esto por qué…? Porque lo que realmente nos hace sentir realizados y nos llena de alegría e ilusión por encima de todo lo material que podamos obtener, son experiencias de aprendizaje como éstas: “lo he sentido enriquecedor a nivel humano y profesional” y “he culminado este seminario con la certeza de que no sólo aprendí aspectos para ser un buen directivo sino también para ser un mejor ser humano”.

Porque desarrollamos mejores seres humanos. Y sólo por ello vale la pena, ¿no creen?