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Mujer no es sinónimo de madre

No existe en el diccionario ninguna definición de la palabra “MUJER” sin ser relacionada con el hombre o con la maternidad. Esto quiere decir que desde esta óptica la maternidad es la función de la mujer y a través de ella la mujer encuentra su realización y su función en la vida.

Esto es un viejo mito que de alguna manera seguimos transmitiendo cuando sólo regalamos a nuestras hijas mujeres: bebés, cocinitas, planchas y dejamos de lado lo intelectual, lo creativo para los varones. Es decir que desde nuestra actitud alimentamos sin saberlo, y más aún, muchas veces sin estar de acuerdo la idea MUJER = MADRE, dejando por fuera de esta manera a la mujer como una persona singular, con sus propios deseos, objetivos. Existen en la actualidad otros centros de interés más allá de la maternidad, no continuamos la historia definida por Simone de Beauvoir (1949), al decir “Desde la pubertad hasta la menopausia, la mujer es sede de una historia que se desarrolla en ella y que no le concierne personalmente”.

Las mujeres estamos comenzando a advertir que si bien la maternidad deseada puede hacernos felices, esto no será así siempre y para todas igual. Es por ello que actualmente estos roles entran en conflicto y la sexualidad se convierte en una de las áreas en donde esto se manifiesta.

Son varias las condiciones que posibilitaron este viraje de la mujer hacia un campo distinto del que sólo tenía a la maternidad y a las tareas domésticas como sus ejes centrales:

Con el acceso a la educación, las mujeres se han volcado al mundo laboral y con ello se produjeron re- distribuciones en las tareas domésticas y una nueva circulación del ejercicio del poder dentro de la familia.

Un poco de historia

El lugar de la mujer ha variado a lo largo de la historia. En la Edad de piedra los dos sexos constituían dos clases diferentes pero entre ellas había igualdad; mientras el hombre cazaba y pescaba, la mujer permanecía en el hogar al servicio de las tareas domésticas consideradas como labor productiva, alcanzando de esta manera un importante papel en la vida económica.

Con la aparición del arado se extiende el dominio de la agricultura, se necesita un trabajo intensivo, aparece la esclavitud, la propiedad privada. El hombre se convierte en dueño de las tierras, de los esclavos y de las mujeres, ya que las tareas domésticas son consideradas un accesorio del duro trabajo en el campo. Comienza allí un camino de opresión y dependencia social, consecuencia de la dependencia económica y asociada al hogar y a la maternidad, ya que la descendencia colaboraba en la producción. La familia vivía de los aportes de todos sus miembros, y los embarazos no interrumpían la labor, se valoraba a la mujer que tenía muchos hijos, ya que aumentaba la capacidad productiva de la familia.

Es decir que existe una relación muy cercana entre el rol de la mujer en el matrimonio y en la sociedad en general, y el sistema de producción. Mucho tiempo después la mujer pasa de ser un instrumento de reproducción, en plena burguesía aparece la valoración de la intimidad, las identidades personales, el libre albedrío y el concepto de la felicidad personal, en el marco de un grupo familiar restringido. Acompaña a este proceso, la idea del matrimonio por amor, menos descendencia en quienes se invierte en educación y por lo tanto un nuevo lugar asignado a la mujer: esposa y madre quienes quedan al cuidado de sus hijos.

Este lugar es el que se mantiene hasta estos días en muchos hogares, en el siglo XIX se va afirmando el mito MUJER = MADRE mujeres que dedican sus vidas a los suyos bajo el concepto de incondicionalidad, postergando el logro de metas personales. Si bien muchas mujeres

emprenden un camino de realización, de estudio y de trabajo propio, muchas otras no ejercen jamás su actividad, otras lo hacen en el tiempo “libre” que resta a las tareas de la casa, y otras guardan el título hasta que sus hijos hayan crecido.

Desde hace mucho tiempo la explicación natural al mito MUJER = MADRE ha sido su “privilegiado” aparato reproductor, solidario de la idea de que toda mujer ya desde niña tiene asignado ese destino y la línea de pensamiento que sostiene que todas las mujeres tienen un instinto maternal que las guiará sabiamente en la crianza de sus hijos.

Por muchos años el discurso médico definía a la “naturaleza femenina” como dependiente, frágil, sexualmente pasiva y encaminada hacia la maternidad; en consecuencia, sólo relacionaba la sexualidad con su fin reproductor.

Pero después de mucho tiempo de represión el erotismo y el placer sexual se ha separado de la reproducción, luego de la invención de los métodos anticonceptivos, que introdujeron la posibilidad y el derecho de ejercer una sexualidad libre y responsable, independientemente de los fines reproductivos.

De todos modos sabemos que no es tan así, que la sexualidad femenina se ha abierto a grandes transformaciones pero que muchas mujeres viven actualmente la sexualidad sólo a expensas de los hombres, de quienes culturalmente nos han transmitido que son los que saben, aún en detrimento de una sexualidad plena en la pareja, que sólo se logra si se concede igual importancia a las necesidades y preferencias de ambos.

Hoy en día entendemos la sexualidad libre del concepto de la procreación como único fin. Lo real es que las mujeres tenemos otros centros de interés, además de ser madres, y entre ellos el placer erótico Sin embargo, este es un proceso que se viene gestando desde hace bastante poco tiempo y, por lo tanto, siempre es bueno tenerlo presente.