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Mujeres: Cómo tener una vida plena sin morir en el intento

A lo largo de la historia el rol de la mujer ha ido modificándose y cambiando de diferentes maneras influenciada por la guerra, la revolución industrial, las características de la cultura occidental, el poder acceder a los estudios secundarios y universitarios, el derecho civil al voto, etc. A tal punto que si le pedimos a una mujer de nuestros tiempos que imagine como seria vivir en el 1800 sería una visualización difícil de hacer. Las diferencias no solo radican en el modo de peinarse o vestirse sino más profundamente en la forma de pensar que trae como consecuencia una forma distinta de desenvolverse tanto a nivel familiar como social y laboral.

En esta oportunidad quiero hacer una reflexión sobre las diferencias que encontramos hoy en las mujeres de hoy, sus tareas y cómo éstas influyen en su nivel de ansiedad.

Si le preguntamos a una persona: ¿quién sos?, seguramente hará su presentación con su nombre y a continuación comenzará a contarnos su estado civil, si tiene o no hijos, de que trabaja, si estudia u otros roles que desempeñe, pues la tendencia es a definirse por lo que uno hace. Es decir que una persona suele definirse por la suma de los diferentes roles o funciones que desempeña en su vida.

Hay una fuerte creencia que dice que cuantos más papeles desempeñe alguien en la vida, más sano tanto emocional como físicamente estará. Obviamente si estos papeles son posibles de llevar a cabo, porque el exceso no es saludable.

En el caso de las mujeres, creo que aquellas que más roles desempeñan, mejor funcionan y más gratificadas se sienten. Cuando una mujer solo realiza tareas hogareñas se suele sentir agotada, agobiada, abatida y generalmente maneja mal su tiempo. Si definimos los roles básicos de la mujer como el ser madre, esposa y ama de casa, decimos que los roles adicionales le permiten a la mujer alejarse del estrés que experimenta al dedicarse a una sola tarea o a la triada de tareas/roles básicos. En cambio, la multiplicidad de actividades y roles permite desfocalizar y así salir del aburrimiento y monotonía que genera la tarea única.

¿Podemos animarnos a decir que a mayor cantidad de roles en la vida de una persona, mayor es la posibilidad de recibir gratificación de ellos?

Una investigación realizada por la Dra. Peggy Thoist en Princeton dice que una mujer que ejerce hasta 5 roles (ej. madre, esposa, encargada de su casa, trabajadora y jugadora de tenis) funciona mejor que aquella que desempeña 3 (madre, esposa y ama de casa) y aquella que desempeña más de 7 (ej. madre, esposa, la casa, el trabajo, el deporte y el estudio) se encuentra desbordada o sobrecargada.

El objetivo entonces será encontrar el equilibrio entre ellos y poder intercalar estos roles en el tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? Si bien una mujer es hija y esto no depende de la edad, no todo el tiempo estamos desempeñando activamente ese rol, no estamos con nuestra madre todos los días, cada minuto del día. Una entra y sale del rol de hija según el día, la semana, la distancia o la necesidad vital que el momento requiera. Implica también una cuestión de límites: poder poner un corte a determinada actividad para poder dedicarse a otra.

Actualmente, en nuestra sociedad, el rol del ama de casa se encuentra muy desprestigiado por varios motivos: no es remunerado, es repetitivo, ingrato, de poca duración (se hace una cama y se vuelve a desarmar, se prepara la comida en una hora pero comerla lleva 15 minutos). Además la mujer ama de casa suele ser dependiente económicamente (por no tener un ingreso propio) y esto la lleva a tener que consultar o pedir dinero a su marido para realizar alguna compra o tomar alguna decisión. Esta situación genera una sensación de baja autonomía y esta sumatoria (baja autonomía más dependencia económica) suele influir negativamente en su autoestima.

Hay algunas excepciones que tienen que ver con el estar de común acuerdo entre marido y mujer de cómo repartir las tareas y funciones matrimoniales y al explicitar el modo de funcionamiento en cuanto a cómo y quién realiza cada tarea o quién resuelve cada situación, evita el surgimiento de ciertos malestares. Si así lo disponen y hay acuerdo mutuo, el manejo del dinero es un tema más a conversar y pactar.

La mujer dedicada exclusivamente a la casa y los niños suele sentir más cansancio, postergar sus obligaciones por no optimizar el uso del tiempo. La mujer que es ama de casa suele padecer síntomas físicos como dolor de cabeza, cansancio, dolor de espalda, entre otros. Lo primero que hace es ir al médico.

Pareciera que es más aceptable socialmente tener un dolor físico, una enfermedad, que padecer de alguna alteración psicológica o emocional. No solo eso, para muchas mujeres es mas cómodo padecer un trastorno físico porque hay una creencia que estas “se curan” con determinada medicación, mientras que tener algún malestar emocional implica tener que conectarse con uno mismo, con el dolor, la insatisfacción y tener que hacerse cargo: “algo no funciona bien”.

Muchas veces es el cuerpo quien nos comunica, nos avisa, nos denuncia, por eso debemos escucharlo y saber decodificarlo. Por ejemplo, un dolor de cabeza por si solo no da cuenta de un síntoma psicológico, pero la reiteración de este sin estar justificado por una causa médica, si lo hace.

Un momento crítico en la vida del ama de casa de entre 30 y 40 años es cuando los hijos ingresan al colegio y ella se encuentra con mucho tiempo disponible. En la mujer de 50 esto suele suceder cuando los hijos, ya jóvenes o adultos, se van de la casa, dejando el tan conocido “nido vacío”. Si estas circunstancias normales de la vida no son utilizadas como oportunidades para generar un cambio y comenzar algún proyecto nuevo que vuelva a dar sentido a su vida, puede desencadenar un trastorno de ansiedad o una depresión por insatisfacción y sensación de vacío o sin sentido.

El trabajo, la profesión pueden generar cansancio físico y hasta mental, pero este es recompensado con el bienestar emocional que genera sentirse útil, activa y productiva. No obstante ello, muchas mujeres, trabajadoras, profesionales que han apostado a su realización personal-laboral, han postergado mucho la realización en el ámbito afectivo y así suelen encontrarse a los 40 años sin pareja, rodeadas de amigas ya madres o bien encontrarse con pareja pero con dificultades a la hora de enfrentar la búsqueda de un bebé, pues no es el mismo cuerpo ni la misma fertilidad el de los 25-30 años que el de la mujer a los 40. Esta situación suele generar grandes y dolorosas angustias.

En la mujer trabajadora, el efecto del trabajo sobre la salud mental va a estar determinado por varios factores: la cultura social donde esta inserta, sus creencias en relación a esto, la existencia o no de un apoyo en el cuidado de los hijos y las tareas domésticas, características intrínsecas al trabajo mismo, y como se reparten las tareas con su marido o pareja.

Hay mujeres más competitivas, acostumbradas a salir al mundo laboral, que les cuesta más aceptar el tradicional estereotipo femenino y suelen tener dificultades de adaptación cuando tienen que hacerse cargo de su vida matrimonial, de su hogar y hasta de sus hijos. Haberse alejado tanto de la naturaleza femenina identificándose más con atributos clásicos masculinos, también tiene sus costos.

Ambos perfiles de mujeres suelen encontrarse frente al dilema: el rol doméstico de dedicación exclusiva o el integrarse al mundo laboral: muchas veces este conflicto es vivido con angustia, ambivalencia y como consecuencia de la dificultad en resolverlo suelen aparecer síntomas de ansiedad, tensión, mal humor, etc. La satisfacción personal sirve como protección frente a las presiones o exigencias de las tareas de la casa, pero las exigencias del mundo laboral también se hacen oír. Si los roles que desempeñamos en nuestra vida no nos generan gratificación y alegría por el contrario, nos generan malestar, angustia y preocupación.

La tensión o el estrés son inevitables cuando estamos bajo presión y hasta cuando sentimos malestar frente a una tarea o situación. Si la situación se resuelve y la tensión no baja, o bien si el estresor es constante estamos frente a un cuadro de estrés disfuncional, y puede llegar a sentirse como: irritabilidad, miedos varios, tensión muscular y emocional, sentirse inquieto, llanto, reaccionar con sobresaltos, estar impaciente, no poder esperar , dificultad para dormir, insomnio, despertarse cansado, pesadillas, no poder concentrarse, olvidarse ciertas cosas, no poder disfrutar de las cosas que antes si disfrutaba, cambios de ánimo, malestares físicos varios como ser dolores de cabeza, dolores corporales por tensión, problemas estomacales o digestivos en general, palpitaciones, taquicardia, mareos, visión borrosa, entre otros tantos.

Cuando los esfuerzos de adaptación no logran su objetivo, el cuerpo se debilita, la emocionalidad se exalta y uno está más propenso a enfermarse, tanto físicamente como psicológicamente. Para evitar llegar a estos puntos de enfermar y pensando desde la prevención sugerimos a las mujeres:

* Generar diferentes tareas o roles que nos permitan movernos entre ellas y no quedar fijadas o presas de una sola.

* Dar movimiento y variabilidad a nuestros días, semanas, sin caer en el extremo de la hiperactividad. Tener una agenda con diversas actividades nos permite evitar focalizar sólo en una y así poder enriquecer nuestros días. Esto ayuda además a dar mayor sentido a nuestra vida.

* Cultivar los afectos y vínculos. Estos son fuente de alegría.

* Crear una rutina equilibrada entre las tareas familiares, laborales, sociales y personales.

* No olvidarse que para poder ser buena madre-esposa-trabajadora y cuidadora de los suyos, es importante poder cuidar de uno mismo.

* Cuidar de una misma abarca desde hacerse los chequeos médicos, hasta darse tiempo de descansar, tener una buena alimentación, hacer algo de actividad física, encontrarse con amigas, y mimarse.

* El encuentro con amigas, las charlas catárticas entre mujeres son efectivas, nos tranquilizan y alivian: “mal de muchas, consuelo de mujeres”.

* Generar espacios de placer y disfrute sin culpas nos hará sentir mejor y nos permitirá rendir más satisfactoriamente en nuestro desempeño como mamá, esposa, etc.

Conclusiones
Encuentro una relación directa entre las tareas o actividades que realizamos y el sentido que con ellas le damos a nuestra vida. Podría plantear así una regla directa en la cual a mayor roles mayor sentido. También a mayores roles, más cantidad de vínculos afectivos. Ambos, sentido de la vida y vínculos son generadores de sensación interna de satisfacción y gratificación personal lo cual influye directamente en el estado de ánimo, en el registro personal de bienestar/malestar emocional y en la sensación interna de felicidad.

Cuantas más identidades sociales una mujer tenga, más posibilidades de satisfacción y menos de perturbación. Ahora bien, el exceso de identidades con demanda permanente tiende al desborde, estrés, ansiedad. Cada una debe reconocer cuando algo le sucede y aceptarlo. Hacernos cargo, comprometernos con ello, tanto sea para buscar un cambio o bien para adaptarnos a la realidad.

Cómo pensamos la vida, como “lo que nos toca vivir” o como “elegimos como vivir nuestra vida”, esta diferencia nos cambia de lugar, en la formula “lo que nos toca” somos pasivas y “lo que elegimos” somos activas en la elección.

Cada elección conlleva una ventaja y una desventaja. No hay mejores o peores formas de vivir la vida, cada una deberá pensar cómo quiere vivir esta época de su vida e ir en busca de esa realización. Saber que la vida es dinámica, que alguien puede elegir tal o cual forma de vivir y luego, al cambiar las circunstancias la elección también puede ser reevaluada y modificada. Debemos tener flexibilidad a la hora de elegir y saber escuchar nuestros sentimientos para ser fieles a ellos.