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Mujeres ejecutivas: cómo recibir un aumento

Uno de los íconos en la campaña del presidente estadounidense Barack Obama fue la ley Lilly Ledbetter de pago justo, que consagra el derecho a recibir igual paga por igual trabajo.

Mientras algunos aplauden la decisión de Obama de poner de relieve la discriminación que sufren algunas trabajadoras, otros relativizan el efecto de las políticas de discriminación positiva, bajo el supuesto de que las mujeres capaces ganan menos y no acceden a los puestos clave porque se automarginan o, simplemente, porque no saben negociar.

Un estudio de la firma consultora Accenture que abarcó a 3600 profesionales del área de los negocios de 18 países de Europa, Asia, América del Norte, América del Sur y Africa reveló que las diferencias de ingresos y la menor presencia femenina en la cúspide de las organizaciones tienen que ver con decisiones de ellas y no necesariamente con una discriminación de género.

Los hombres son más propensos que ellas a negociar mejoras salariales (56% versus 48%) y ascensos (42% versus 37%).

Paralelamente, seis de cada diez mujeres (59%) consideran que sus carreras son exitosas o muy exitosas, y casi la mitad de ellas siente que está asumiendo tareas que requieren ir más allá de las responsabilidades propuestas en un comienzo.

Con todo, esta inclinación no tiene que ver necesariamente con un problema de autoestima o de confianza en sus propias destrezas. Ocho de cada diez mujeres dicen estar preparadas para asumir un nuevo rol.

Sin drama
Los expertos no creen que las diferencias de género que se expresan en el mercado de los altos ejecutivos sean suficiente motivo como para incorporar políticas de discriminación positiva.

“Un ejecutivo que ha planificado bien su carrera no necesita pedir un aumento o ascenso, éste llegará solo, o será tentado a cambiarse a otra empresa donde su oferta de valor sea más valorada”, dice Eduardo Zamora, consultor de Pleasant Work y profesor de la Universidad de Chile.

Para otros expertos, estas cifras revelan, simplemente, que las mujeres no dominan el arte de la negociación. “Yo lo veo a la hora de reclutar ejecutivos. Los hombres vienen a negociar y las mujeres no necesariamente (…) No diría que es un tema de personalidad, sino que las empresas ponderan las licencias, el costo de la maternidad, etcétera. Les ponen un precio a esas variables”, dice la directora de Team Search, Carla Fuenzalida.

Un par de sondeos previos echan luces sobre las ventajas que pueden sacar los buenos negociadores: una encuesta aplicada por Harvard Business Review muestra que los salarios iniciales de los hombres graduados del MBA de Carnegie Mellon superaban por US$ 4000 al año a los de las graduadas. ¿Dónde estaba la diferencia? En que sólo el 7% de ellas intentó negociar ante su primera oferta de trabajo.

Estilos que juegan en contra
Roles femeninos: las formas de liderazgo que imperan no son, necesariamente, compatibles con los roles que la sociedad asume como femeninos. Resulta difícil, por ejemplo, compatibilizar plenamente las exigencias y los horarios que impone un liderazgo unipersonal con las responsabilidades de madre y esposa.

Otra cosa ocurriría si se tratara de modelos de liderazgo colaborativos, donde no sólo se comparten las responsabilidades, sino que también se distribuye el poder de decisión.

Horarios y no tareas: las mujeres enfrentan varias cortapisas estructurales a la hora de ascender en la empresa y llegar a los puestos clave: jornadas de trabajo muy extensas, con disponibilidad las 24 horas y valoración del cumplimiento de los horarios por sobre las tareas.

Autocracia: la mayoría de las gerencias o jefaturas son cargos unipersonales, que no permiten interactuar con otros en materias que vayan más allá de lo laboral. Este elemento resulta fundamental a la hora de aceptar o rechazar una oferta de ascenso. Por ejemplo, resultaría poco compatible que la gerente general hiciera uso de las 18 semanas de licencia maternal durante el período del año más intenso para las actividades de una empresa determinada.