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“No” a las caras de molde

El concepto de belleza facial
Un rostro bello responde al concepto de equilibrio. Por ese motivo, tratamos de disimular o modificar desde una frente demasiado pequeña o ancha, una nariz grande o muy curva, hasta unos labios muy finos.

Podemos decir que la idea de belleza se remonta al comienzo de la humanidad cuando, por ejemplo, los pueblos griegos y egipcios manifestaban a través de su arte lo que consideraban cuerpos y rostros bellos, en base a sus proporciones, medidas y simetrías.

La belleza femenina está íntimamente ligada con la sensualidad, la delicadeza y los rasgos suaves. Así es que muchas veces escuchamos que los rasgos duros, marcados y exacerbados, al hombre le dan “personalidad”, mientras que a la mujer la masculinizan.

Para evaluar la belleza del rostro de una mujer, en necesario tener en cuenta cada parte de su rostro para poder analizarla y, si es preciso, corregirla para que luzca lo más natural posible. De esta manera, se observan la forma y ancho de los labios, de las cejas, el tamaño de la frente, la forma de las mejillas y el mentón, las características de los ojos, el tamaño y forma de la nariz, el color y la calidad de la piel, y hasta el volumen de pestañas. Y, por supuesto, la forma y tamaño de cada rostro.

Con todos estos elementos examinados individualmente y en su conjunto, el profesional debe aconsejarle a la paciente los cambios adecuados para ella, comenzando por los retoques mínimanente invasivos para que la transformación sea gradual, sin estrés, y que luego de efectuadas las correcciones siga reconociéndose a ella misma frente al espejo.

Un rostro proporcionado
Es innegable que una cara armoniosa debe tener ciertas características que hacen que el todo luzca atractivo en su conjunto. Respecto de esto, podemos señalar que hay algunos rasgos faciales que son sinónimo de belleza, y que resultan llamativos: una piel suave y luminosa, mejillas redondeadas, frente equilibrada (ni muy ancha, ni demasiado pequeña), ojos seductores y sin arrugas alrededor, mentón suave y nariz acorde a la forma y el tamaño de la cara.

Todas sabemos que la edad es un factor clave, puesto que no es lo mismo hacerse un retoque facial en la adolescencia o en la madurez. Los cambios faciales prematuros habitualmente son desaconsejados por los buenos profesionales de la medicina estética para no fomentar transformaciones a tan temprana edad, no generar adicción, ni estimular a pacientes “sobretratadas” desde muy jóvenes.

Si hablamos de pacientes adultas con intenciones de hacerse cambios en el rostro, debemos preguntarles cuáles sienten que son sus “marcas registradas”. Es decir, aquellos rasgos por los cuales los demás las distinguen del resto. Y esto no tiene que ver con la perfección, sino con características propias que si no estuvieran en el rostro de esa persona le quitarían parte de su esencia. Puede que estos rasgos las acomplejen o que, por el contrario, evalúen que sin esas formas “no serían ellas”.

Cuando la paciente está decidida a hacerse un cambio en su rostro en favor de recuperar su autoestima y para verse mejor, lo ideal es que no sea extremo ni abrupto. Por este motivo, se recomiendan hacer retoques mínimos, en los que las transformaciones se vean sutiles y a la vez naturales.

No es lo mismo retocar arrugas en un rostro con daño leve, que hacerlo en una cara con daño alto. En cada caso variarán los tratamientos y productos a utilizar, la cantidad de aplicaciones, las sesiones de mantenimiento, etc.

Tratamientos faciales que, utilizados correctamente, mantienen los rasgos propios y los mejoran, porque son mínimamente invasivos:

• Hilos tensores: tienen el efecto de un “lifting sin cirugía”. El avance de la edad trae aparejada la inevitable flaccidez, con signos muy visibles a nivel facial. En los casos más avanzados, es muy difícil volver a tensar la piel facial sin la ayuda de los hilos tensores. Son ultrafinos e invisibles, el procedimiento es rápido y sin hematomas. Además, como la técnica es mínimamente invasiva, no deja cicatrices. La paciente evita pasar por el quirófano para someterse a una intervención quirúrgica con las posteriores secuelas postoperatorias. Este es un procedimiento seguro, que destaca las facciones naturales propias de cada mujer.

• Mesolifting: se aplica por medio de microinyecciones con sustancias que rejuvenecen la piel de rostro. Hidrata, brinda luminosidad y a la vez tonifica. Combate arrugas y líneas de expresión de manera indolora. Así el rostro se remodela naturalmente, sin efectos colaterales.

• Ácido hialurónico: Se utiliza para borrar arrugas, logrando una piel tersa y rejuvenecida, pero también para dar volumen a ciertas zonas del rostro, tales como labios, mentón o pómulos. A través de infiltraciones pequeñas, se coloca en el rostro de la paciente una versión “densa” o una versión “fluida” de este producto. La primera requiere retoques luego de los seis meses de la aplicación, mientras que la segunda se puede volver a utilizar a partir de los tres meses. Los resultados son percibidos por la paciente desde la primera sesión. El plus de este relleno es que también se usa para borrar secuelas de acné.

• Electrolifting: a través de corrientes eléctricas se realiza la tonificación de los tejidos, para levantar y tensar la piel del rostro, evitando tanto la flaccidez como las arrugas. Es recomendado para levantar cejas, pómulos, y también para eliminar las bolsas de los párpados y arrugas del cuello. Otorga un aspecto rejuvenecido y armonioso.

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