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Por dólar quieto e inflación, productos importados ganan espacio en la clase media

La Argentina está viviendo una verdadera fiesta del consumo y la industria nacional es la invitada de lujo por excelencia.

En medio de este boom de ventas, empresarios de un amplio abanico de sectores, tales como el automotriz, línea blanca, electrónica, indumentaria y calzado, están apostando a lograr niveles récord de producción para este año.

Sin embargo, este auge de billeteras gordas y adelantamiento del consumo es parte de un fenómeno paradójico: todos aquellos factores que empujan a que los industriales produzcan más, son los que, en definitiva, están llevándolos a ser cada vez menos competitivos frente a los productos importados.

En efecto, los últimos aumentos salariales, un tipo de cambio relativamente quieto -que hace olvidar momentáneamente al dólar como refugio- y una perspectiva inflacionaria superior al 25%, por un lado, fogonean con fuerza las ventas en shoppings y supermercados. Pero a la vez, son las mismas variables que ya están “succionándole” el combustible al “made in Argentina” y que ponen en riesgo su autonomía de vuelo.

En efecto, numerosos expertos y empresarios consultados por iProfesional.com coincidieron en señalar que los productos con sello nacional están perdiendo competitividad de una manera alarmante.

Esto significa, en definitiva, que los artículos nacionales se están volviendo cada vez más caros y menos atractivos frente a los mismos productos que llegan del exterior. Es decir, que el proceso de sustitución de importaciones, en numerosos rubros, podría verse amenazado.

Para los expertos, esto podría llevar a que el Gobierno extreme la aplicación de barreras comerciales, aunque cada vez le queda menos margen de maniobra, algo que quedó claramente en evidencia cuando el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, comenzó a prohibir el ingreso de alimentos y esto desató una catarata de amenazas de represalias por parte de numerosos socios comerciales, entre ellos Brasil y la Unión Europea.

El “made in Argentina” pierde terreno
En este contexto, el economista Javier González Fraga, aseguró que “no estamos tan lejos” de que los productos locales puedan sufrir un desplazamiento por importados más baratos.

“Ya son bien visibles los problemas de competitividad que tienen las empresas argentinas, y la ventaja que antes daba el tipo de cambio, hoy ya quedó muy finita”, indicó el ex presidente del Banco Central.

Por su parte, desde Abeceb.com alertaron que “el problema que puede generarse a raíz de la suba de precios es que los productos fabricados en el país comiencen a ser sustituidos por otros importados, con las consecuencias que ello podría traer sobre la industria local y sobre la creación de puestos de trabajo en el país”.

Crece el temor entre los empresarios
En diálogo con iProfesional.com, Roberto Lenzi, presidente de la Cámara Argentina de Industrias de Refrigeración y Aire Acondicionado (Cairaa) y titular de Briket, una de las principales fábricas de heladeras del país, aseguró que su sector está en alerta por el fuerte ingreso de unidades traídas del exterior.

Los industriales proyectaban para este año una producción récord de 650.000 heladeras, casi 10% más que en 2009, lo que les iba a permitir seguir ganándole terreno a los productos importados. Sin embargo, ahora están revisando los números a la baja por la fuerte competencia de China y Turquía.

“Hay una gran cadena de electrodomésticos y un hipermercado que están llenando sus locales con unidades procedentes de esos países y con precios ultra competitivos que nos está quitando mercado y obviamente nos preocupa”, disparó Lenzi.

El dato revelador es que una heladera con freezer estándar del gigante asiático hoy está entrando al país en 190 dólares, mientras que una versión local salida de fábrica está en 270 dólares. Esto implica que la unidad con sello nacional ya resulta hasta un 40% más cara.

Por su parte, el presidente de la Cámara de Fabricantes de Artefactos de Gas (Cafagas), Hugo Ganim, destacó que, con el abaratamiento del real -que ya acumula una depreciación del 7% en lo que va del 2010- “hemos perdido competitividad con Brasil. Evidentemente el año pasado estábamos en una posición mucho más ventajosa”.

El directivo de la entidad, que nuclea a empresas como Escorial y Orbis, aseguró que “la Argentina por ahora es más barata, pero mucho menos que antes”.

En efecto, el año pasado, una cocina producida en la Argentina era un 30% más económica que en Brasil pero, paritarias mediante, la diferencia se achicó nada más y nada menos que 10 puntos. El problema está en las perspectivas: si el real mantiene su ritmo devaluatorio, el peso permanece dormido y la inflación continúa presionando, el costo de fabricación entre ambos países podría quedar casi equilibrado hacia fin de año.

“El Gobierno está usando el tipo de cambio como moderador de la inflación, pero esto nos está sacando de competencia”, alertó Ganim.

Otro de los sectores que, por la suba de costos está perdiendo terreno, es el autopartista. A pesar de que la industria automotriz se encamina a marcar un récord de producción sin precedentes, en Grupo PROA, entidad que nuclea a más de 300 proveedores de piezas, son poco optimistas.

“En julio se completará un aumento salarial del 25%. Dado que la mano de obra en el sector tiene una incidencia del 30% en el costo de producción, esto es un desincentivo a la inversión”, se quejó Julio Rodríguez, secretario de la cámara.

“El dólar está quieto, los precios internos están subiendo, el euro y el real se están devaluando. Así, cada vez es más difícil competir con lo importado”, disparó el dirigente, quien agregó que “la Argentina va a tener que acompañar de alguna manera el movimiento de la moneda brasileña, si es que no queremos quedar fuera de juego”.

Para ilustrar la dura situación que atraviesa el sector, aseguró que en el país producir un kilo de transmisión cuesta unos u$s20 -10% más que el año pasado-, el mismo valor al que ya están ingresando estas autopartes desde Brasil. Así, cualquier aumento extra de costos implicará que muchos autopartistas salgan de carrera.

La inflación en dólares, un indicador clave
En este contexto de fuertes temores, los expertos miran con atención la evolución de la inflación en dólares.

No es para menos: las expectativas empeoraron en los últimos días, como consecuencia de una mayor proyección inflacionaria (los pronósticos ahora están más cerca del 30% que del 25%) y por la convicción de que el Gobierno no podrá alterar demasiado su política cambiaria (se sigue esperando una tasa devaluatoria de entre 8% y 10 por ciento).

En consecuencia, la suba de los precios de los productos argentinos, medida en la moneda estadounidense, ya se espera que llegue al 18 por ciento. Mientras tanto, el promedio de los países vecinos proyecta una inflación en dólares que se ubica, en promedio, debajo del 5 por ciento.

De manera que la economía argentina se encamina a agudizar su encarecimiento y pérdida de competitividad.

El tema está rápidamente escalando lugares en el ranking de preocupaciones empresarias, que advierten sobre las dificultades de seguir funcionando con costos dolarizados crecientes y con una competencia de productos importados cada vez más accesible al bolsillo de los argentinos.

Síntomas nuevos, enfermedad vieja
En este contexto, una de las herramientas preferidas de la administración kirchnerista para “solucionar” el problema, es cerrarle la puerta a los productos importados.

Sin embargo, esto tiene un costo político alto. Las acusaciones contra la Argentina por su creciente limitación al libre comercio se han intensificado en las últimas semanas, con protestas formales y amenazas de represalias, tanto desde Europa como desde el Mercosur.

Contradiciendo los descargos del Gobierno, un informe de Global Enabling Trade 2010, que rankea a los países según su grado de apertura comercial, da cuenta de que la Argentina se mantiene como una de las economías más proteccionistas del mundo.

Con el puesto 95 sobre una lista de 125, se ubica muy lejos de, por ejemplo, Chile, que rankea en el lugar 18.

La percepción de que esta situación irá empeorando es compartida por analistas locales. Uno de ellos es Jorge Colina, investigador jefe de la fundación Idesa, quien se manifiesta convencido de que hay industrias que no podrían sobrevivir sin la protección estatal.

“Hay sectores, como el de electrodomésticos y tecnología, donde es evidente que los precios locales ya son más altos que los importados. Pero también hay un deterioro visible en segmentos como textiles y calzados, que dependen de que se mantengan las cuotas a la importación”, sostuvo el experto.

En este contexto, el vicepresidente de una entidad fabril de primera línea, que pidió estricto off the record, aseguró que “con los acuerdos salariales se nos hace cada vez más difícil hacer frente a lo importado. Por eso hoy muchas empresas, si el Gobierno no les diera protección, directamente deberían cerrar sus puertas, no tendrían manera de subsistir”.

Sin embargo, para Colina, aun con estas medidas proteccionistas los problemas de competitividad se agudizarán.

“No vamos a ver una crisis explosiva, sino que de a poco se va a hacer evidente la falta de inversión, la imposibilidad de contratar personal y, en definitiva, se va a estancar la producción”, afirmó.

Punto límite
Para Ignacio de Mendiguren, secretario general de la Unión Industrial Argentina (UIA), la competitividad del país “no puede soportar una revaluación del 30%” del peso frente al dólar.

Además, disparó contra las leyes laborales promovidas por el diputado Héctor Recalde, que tienen por objetivo “promover la industria del juicio”.

“Como no hacemos planes para desalentar las expectativas inflacionarias, el anclaje es cambiario”, disparó, para luego no ocultar su preocupación por el aumento de la inflación en dólares porque, tal como expresó, “se parece a una película que ya conocemos”.

La preocupación sobre cómo recuperar el terreno perdido para la industria local ya está instalada entre analistas, empresarios y funcionarios, principalmente cuando la medida más obvia es la única que no se puede hacer: devaluar.

Echar mano a este recurso haría que el efecto buscado de lograr una mayor competitividad quede casi inmediatamente anulado por una aceleración de la inflación.

En este contexto, según las estimaciones de Belisario Alvarez de Toledo, investigador del Ieral, el “made in Argentina” tiene cada vez menos margen para soportar costos laborales más altos que los del país vecino.

Sucede que, para no perder competitividad, los incrementos salariales no deberían superar en cuatro puntos porcentuales a la tasa de devaluación.

Es decir, el analista calcula que para mantener la competitividad frente a las empresas brasileñas, los aumentos deberían ser como máximo del 14%, menos de la mitad del nivel que se está negociando en las principales paritarias. Esta es una señal de que el “made in Argentina” está en problemas.

Por su parte, para Diego Giacomini, de Economía & Regiones, “generar inflación pensando que va a ser un lubricante de la economía es algo que sólo da resultado si los salarios crecen menos que los precios. Porque de esa forma se licúan los costos. Pero el Gobierno, en su afán de crear un shock de demanda, avala subas salariales que encarecen los costos en dólares. El enfriamiento se va a empezar a notar el año próximo”.

Y el “made in Argentina”, será una de las variables de ajuste.