Inicio Empresas y Negocios ¿Por qué Argentina perdió con Alemania? Un cisne negro en 120 millones…

¿Por qué Argentina perdió con Alemania? Un cisne negro en 120 millones…

“Alemania 4 – Argentina 0. A hacer las valijas y auf wiedersehen”, sentenció el relator.

El resultado me cayó como un mazazo en el cráneo y quedé con la mirada perdida en el televisor.

El 9 de junio de 2010, dos días antes del puntapie inicial de Sudáfrica 2010, yo había publicado en MATERIABIZ un artículo titulado “¿Por qué Argentina ganará el Mundial? Un análisis basado en números”.

En este artículo, fruto de muchos meses de minuciosos estudios estadísticos, pretendía brindar una explicación absolutamente objetiva de las variables clave que explicaban el desempeño del seleccionado argentino en los Mundiales.

Y de los fríos números se desprendía una predicción: el equipo de Diego Maradona levantaría la Copa en Sudáfrica.

Hasta los octavos de final, el pronóstico se cumplió a la perfección. Francia, Inglaterra, e Italia, tres grandes candidatos, habían quedado afuera.

Cuando Brasil perdió contra Holanda en cuartos de final, alcancé la euforia: “El modelo es robusto”, me dije, “Con Brasil eliminado, Argentina es campeón”.

Pero el sueño se derrumbó contra el blitzkrieg alemán.

Todas estas reflexiones se cruzaban por mi cabeza mientras Müller, Ozil, Podolski y Klose festejaban con su público en el estadio Greenpoint de Ciudad del Cabo.

Yo había dedicado muchísimo tiempo a elaborar mi teoría. Cientos de horas a rastrear datos e identificar patrones con avanzadas técnicas de Data Mining. Los números parecían cerrar. ¿En qué había fallado?

Al notarme anímicamente devastado (quizá más de lo que parecieron los jugadores argentinos), mi padre me dijo:

“El periodista deportivo Dante Panzeri escribió que el fútbol es la dinámica de lo impensado. Esa investigación tuya es un ejercicio intelectual interesante pero, en última instancia, completamente ilusorio. No se puede abarcar un fenómeno tan rico como el fútbol en una serie de ecuaciones. Ahora cambia esa cara y vamos a preparar el asado”.

Pero yo no podía quitarme la frustración de la cabeza. Con mi orgullo científico en ruinas, me encerré en mi casa a verificar mi modelo.

Y mi primer paso fue revisar el feedback de los lectores al artículo con mi predicción.

Algunos, comprensiblemente, escribían desde la pasión del simpatizante futbolero, apoyando o rechazando apresuradamente mi análisis según los colores de su corazón.

Otros escribían con la bronca del apostador frustrado, tal vez porque, basándose en mi predicción, habían colocado fuertes sumas de dinero a favor de la Argentina. A ellos, sólo puedo decirles que mi modelo estuvo concebido, desde el comienzo, como un humilde aporte al conocimiento humano y no como un instrumento con fines de lucro.

Finalmente, estaban quienes escribían con espíritu científico, cuestionando las bases metodológicas de mi teoría: “correlación no implica causalidad”, “es inválido extrapolar datos históricos para predecir el futuro”, etc.

Así que dediqué toda la triste tarde del sábado a revisar a los grandes teóricos de la epistemología para indagar la solidez de mi método. Releí a Auguste Comte, a Rudolph Carnap, a Karl Popper, a Carl Hempel, a Quine, a Milton Friedman y a Von Mises. Y no parecía haber nada inherentemente inválido en mi modelo.

Descartados los problemas metodológicos, me aboqué a realizar una minuciosa revisión de los supuestos, las ecuaciones y, sobre todo, los datos.

Obsesionado por descubrir el error, no dormí ni probé bocado en dos días. Las tazas de café se acumulaban sobre la mesa mientras mi mente y mi computadora procesaban gigabytes de datos.

Y finalmente descubrí el error. El análisis era correcto en un 99,9999%. El fracaso en la predicción se debió a la ocurrencia de uno de esos rarísimos eventos que el epistemólogo y estadístico libanés, Nassim Nicholas Taleb, denominó “cisnes negros”.

Estos acontecimientos se caracterizan por su altísimo impacto (una derrota 4-0 en un Mundial lo es, ciertamente, para la selección argentina) y por ser imposibles de predecir.

Por su naturaleza, sólo podemos comprenderlos una vez que han ocurrido. Sólo la luz que nos aportan los nuevos datos nos permite averiguar lo que no sabíamos que no sabíamos.

De esta forma, fui capaz de identificar una serie de sutilísimos hechos que explican la eliminación argentina en Sudáfrica 2010.

Alemania no pierde en cuartos de final, salvo con equipos de los Balcanes

Si observamos el desempeño de la selección alemana en las Copas del Mundo desde 1930, notamos que jamás ha perdido en cuartos de final contra un equipo que no sea de los Montes Balcanes, en el sudeste de Europa.

En efecto, las únicas derrotas de Alemania en cuartos de final ocurrieron en 1962 (contra Yugoslavia), en 1994 (contra Bulgaria), y en 1998 (contra Croacia).

La Argentina, ubicada a más de 6.000 millas náuticas de los Balcanes, tenía entonces pocas chances de derrotar al equipo germano en los cuartos de final de Sudáfrica 2010.

Argentina no gana el quinto partido de un Mundial en el que ha enfrentado a México

En los días previos al partido entre Alemania y Argentina, se habló de la coincidencia de fixture entre el Mundial de 2006 y el de 2010. Muchos presagiaban que el encuentro podía ser una “revancha” argentina contra la eliminación por penales en 2006.

Pero la ciencia no entiende de “revanchas”. La derrota, en realidad, forma parte de una tendencia más global que se registra desde la Copa de 1930: Argentina no gana el quinto partido de un Mundial donde haya enfrentado anteriormente a México.

En 1930, el equipo argentino venció a Francia, México, Chile y Estados Unidos. En el quinto partido, perdió la final contra Uruguay.

En 2006, venció a Costa de Marfil, Serbia y Montenegro, empató con Holanda, y derrotó a México. En el quinto partido, empató con Alemania y quedó eliminada por penales.

En 2010, Argentina venció a Nigeria, a Corea del Sur, a Grecia y a México. Y, como ahora sabemos, cayó con Alemania en el quinto partido.

Algunos han alegado que Mick Jagger, líder de los Rolling Stones, es un verdadero “stone” en términos futbolísticos, pues su presencia en el estadio perjudica a su equipo preferido. Para la Argentina, en realidad, la verdadera piedra es el seleccionado mexicano.

Los Müller y el Bayern Münich llevan a Alemania a las semifinales

Cada vez que el seleccionado alemán ha tenido en el plantel a un goleador de apellido Müller que además se desempeñaba en el Bayern Münich, ha llegado, como mínimo, a la semifinal.

Gerd Müller, conocido como el “bombardero de la nación” y jugador del Bayern Munich entre 1964 y 1979, participó en los Mundiales de 1970 y 1974.

En México 70, marcó 10 goles. Alemania perdió 4-3 en semifinales contra Italia en el estadio Azteca de México DF, en lo que se recuerda como “el partido del siglo”. En Alemania 74, con 5 tantos del bombardero, el equipo local se consagró campeón, tras vencer en la final a la recordada Naranja Mecánica de Johan Cruyff.

En Sudáfrica 2010, el Müller se llama Thomas y también juega en el Bayern Münich. Lleva convertidos 4 goles en el Mundial, entre ellos el que abrió el camino de la goleada alemana contra Argentina.

Este es un fenómeno que sólo podemos percibir ahora, que las cartas están sobre la mesa. Desde el momento en que Thomas Müller pisó el césped del estadio Greenpoint el 3 de julio de 2010, las chances argentinas estuvieron seriamente comprometidas.

La maldición del referí del hemisferio norte

La única victoria argentina sobre Alemania en la historia de los Mundiales ocurrió en la final de México 86. Ese encuentro fue dirigido por el árbitro brasileño Romualdo Arppi Filho.

Todos los demás partidos, que tuvieron referís del hemisferio norte, terminaron en empate o derrota para el equipo sudamericano.

Suecia 58: Alemania gana 3-1 en primera ronda, con el referí inglés Reginald Leafe.

Inglaterra 66: El partido termina 0-0, con el magistrado yugoslavo Konstantin Ze?evi?.

Italia 90: Argentina pierde la final 1-0 con un polémico penal cobrado por el mexicano Edgardo Codesal.

Alemania 2006: El partido termina 1-1, y Argentina cae por penales, bajo la estricta mirada del árbitro eslovaco ?uboš Miche?.

Sudáfrica 2010: Alemania gana 4-0, con el referí Ravshan Irmatov, de Uzbequistán.

Todos los factores que aquí se presentan no tienen por objetivo poner excusas por el fracaso de la predicción sino, más bien, contextualizar la serie de acontecimientos que se combinaron para producir la catastrófica derrota por 4-0 contra el equipo germano.

Claramente, estamos en presencia de uno de esos rarísimos eventos denominados “cisnes negros” en la literatura, debido a su alto impacto y su carácter impredecible.

Según algunas estimaciones preliminares (y sujetas a revisión) que he realizado con mi modelo, esta serie única de acontecimientos sólo puede producirse en un caso de cada 120 millones.

Veamos, a continuación, algunos ejemplos para poner en contexto la extraordinaria coincidencia de factores que dejaron a la Argentina afuera de Sudáfrica 2010.

1) Es 45 veces más probable morir víctima de un rayo antes que ocurran todos los eventos aquí mencionados.

2) Es 10 veces más probable ganar la lotería antes que ocurra la serie de eventos que dejó a Argentina fuera del Mundial.

3) Si 4 personas juegan un partido de golf, es 8 veces más probable que DOS de los jugadores hagan hoyo en uno en el MISMO hoyo, antes que la ocurrencia de esta serie de eventos.

4) La probabilidad de ocurrencia de esta serie de acontecimientos equivale, aproximadamente, a morir picado por un cisne negro.

En definitiva, las revisiones al modelo nos permiten atribuir la eliminación argentina a una desafortunadísima (o afortunadísima, según cómo se lo mire) combinación de acontecimientos, afectada por la forma en que se armaron los grupos del Mundial, la elección de los árbitros, la ubicación geográfica de la Argentina, y el hecho de que el padre de Thomas se apellidara Müller, entre otros sucesos que, todo lo demás constante, sólo podrían ocurrir una vez cada 120 millones.

Desde luego, esto no es consuelo para los millones de argentinos que tenían todas sus esperanzas en el combinado de Maradona ni para los apostadores que colocaron su dinero en una inversión que juzgaron segura y que luego se reveló como una gran desilusión.

En lo que a mí respecta, agradezco a todos los lectores que se han tomado su tiempo para revisar y criticar mi modelo, sugiriendo mejoras y proponiendo nuevos enfoques.

Respeto a aquellos que opinan que el fútbol es la dinámica de lo impensado y que no es posible realizar predicciones.

Humildemente, me permito disentir con ellos y reafirmar mi creencia de que, al igual que tantos otros aspectos de la vida social, el fútbol obedece a ciertas leyes que podemos descubrir con cuidadosa y desinteresada observación.

Esta vez, mi predicción ha sido víctima de una serie de acontecimientos desafortunados. Tengo, por delante, cuatro años para seguir trabajando en el modelo, cuatro años de observación del deporte más hermoso del mundo.

En Brasil 2014, la predicción será infalible.