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Praxis Médica: la necesidad de asegurarse

Durante las últimas décadas la cantidad de reclamos y juicios a profesionales de la salud ha crecido drásticamente. De hecho, las demandas judiciales en Argentina la ubican entre los principales lugares dentro de América Latina. La tendencia es creciente e indica que hoy, al menos 1 de cada 5 profesionales médicos, ya recibió algún cuestionamiento de un paciente o sus familiares.

Se prevé que los reclamos por mala praxis médica se quintuplicarán en esta década superando los 150 mil casos, con una demanda promedio de 400 mil pesos, y totalizarán así un volumen de 6.000 millones de pesos anuales (a). Las demandas judiciales por mala praxis médica le costaron al sistema sanitario unos 3.000 millones de pesos en la última década y las acciones de este tipo aumentaron 57 por ciento en el país en los últimos tres años (b)

1 de cada 5 médicos ya tuvo alguna experiencia en el área judicial lo que indica que el problema ya está cerca de cada profesional y con tendencia en alza. Es muy probable que quien no padeciera el problema personalmente, conozca a un colega que sí. Además, no son sólo los doctores quienes pueden pasar por estas situaciones, sino también otras disciplinas profesionales (anestesistas, veterinarios, enfermeros, personal de laboratorio, etc.)

La situación actual entre médico-paciente
Día a día los avances tecnológicos en materia de salud crecen, se desarrollan y multiplican vertiginosamente, lo que ayuda de forma muy significativa al diagnóstico y terapéutica del médico. Todo esto acompañado, además, de una permanente capacitación de cada profesional. Sin embargo existen algunos factores críticos que elevan la desconfianza en el resultado de la intervención profesional que en el pasado no se manifestaban con tanta intensidad.

Los pacientes ahora tienen mayor acceso a información y herramientas para acceder y pedir un juicio por mala praxis. Esto no significa que el profesional se equivoque más que antes, sino que está más expuesto a ser cuestionado.

Otro punto que vale la pena remarcar es que la relación médico-paciente se ha deteriorado. La antigua tendencia del médico de familia que acompañaba al grupo en evolución y tratamiento de la salud año tras año, es reemplazada hoy día por una mayor especialización profesional y un trato menos personalizado. Esta tendencia es otro factor clave que incide para que el paciente o sus familiares inicien acciones legales por un daño que creen haber recibido, teniendo en cuenta que no los une ningún lazo afectivo o de consideración con ese profesional determinado. El ansia por encontrar un “culpable”, también es una tendencia mundial en el derecho de daños.

Un correcto respaldo
La razón genuina por la cual un profesional decide una cobertura de seguros es la tranquilidad de tener en resguardo su patrimonio. Sus activos, posesiones y todo aquello por lo que ha bregado desde que se inició en su actividad profesional, puede verse comprometido ante un hecho negligente que genere obligación de resarcimiento a un tercero. El límite de indemnización en los seguros de responsabilidad civil abarca las sumas que se pagan en concepto de resarcimientos, sean estos generados por sentencia judicial o por convenio previo al inicio de una demanda o durante ésta y también se incluyen los gastos y costas del litigio. Hoy las bajas sumas de indemnización pueden ser engañosas en cuanto a la protección contratada. Por ejemplo, qué uso tiene una póliza de $50.000 de capital asegurado cuando el monto promedio de demandas supera los $400.000.

Algunos creen que la exigencia de contar con una póliza por parte de instituciones médicas públicas y privadas o de obras sociales y prepagas al vincularse contractualmente es el único motivo para pagar una prima y obtener el seguro. Otros, por otra parte, estiman que contratar un seguro significa la oportunidad de transferir un riesgo. Si bien puede ser un avance en el criterio de protección, no se percibe, sino hasta el momento de un siniestro concreto ya que el riesgo de cometer un error nunca se transfiere sino que en alguna medida lo que se hace es protegerse de su sanción económica.

En conclusión, existen algunas medidas que apuntan no sólo a resguardar la integridad patrimonial del profesional asegurado, sino también a su adecuado desarrollo:

1. Confianza. La idea es partir del concepto de que los pacientes confían en su médico. En tal sentido, requieren atención y buen trato, no sólo la mera interpretación de diagnósticos y tratamientos terapéuticos. La relación es directa: Mejor calidad de atención al paciente, menor probabilidad de reclamos futuros por mala praxis.

2. Historia Clínica. Se debe escribir absolutamente todo, de la forma más completa posible con respecto a su intervención profesional en la historia clínica de cada paciente. La jurisprudencia actual dice que “la confección incompleta de una historia clínica constituye una presunción en contra del planteo exculpatorio del profesional médico actuante, porque el damnificado carecería de la documentación necesaria para concurrir al proceso en igualdad de condiciones probatorias” (c).

3. Cobertura Asegurativa. La cobertura de seguros que un médico contrata es de larga duración, por lo que las sumas aseguradas deben ser las adecuadas a cada especialidad y deben actualizarse a través de pólizas calificadas por la Superintendencia de la Seguros de la Nación.