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¿Puede el dinero comprar amor? Un recorrido por el negocio mundial de las bodas

En otros tiempos, salvo para integrantes de la realeza o magnates millonarios, un casamiento era apenas una modesta ceremonia religiosa.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, cuatro de cada diez novias estadounidenses se casaban sin anillo, fiesta ni luna de miel.

Sin embargo, señala un artículo de la escuela de negocios de Wharton, en 2006, la boda norteamericana promedio costaba 27.000 dólares.

En los Estados Unidos, el negocio de los casamientos mueve decenas de miles de millones anuales en fiestas, lunas de miel, servicios de wedding planner y regalos (las estimaciones oscilan entre 50.000 y 160.000 millones de dólares, según los rubros que se incluyan en el negocio).

Pero el consumismo de altar no es un fenómeno exclusivamente norteamericano.

En Gran Bretaña, las bodas mueven 10 mil millones (de los cuales, mil millones corresponden a casamientos homosexuales).

El fabuloso crecimiento económico experimentado por la India en las últimas décadas formó una gigantesca clase media de unas 300 millones de personas que gastan 11 mil millones de dólares anuales en casamientos.

Una boda india de clase media alta cuesta unos 34.000 dólares. En una familia adinerada, puede llegar hasta los dos millones.

Ahora bien, el fenomenal crecimiento del gasto en casamientos incluso se ha convertido en eje de una política de Estado en algunas regiones.

El gobierno de Aruba, por ejemplo, adoptó una estrategia para impulsar su imagen como destino de luna de miel entre novios de pueblos avanzados.

Y la tendencia también exhibe una faceta interesante para ejecutivos de marketing. En efecto, existe evidencia acerca de una estrecha relación entre la fase de preparación de una boda y la lealtad hacia una marca.

En el largo proceso de planificación del “día perfecto”, los novios se encuentran en una situación donde deben decidir la contratación de diversos productos y servicios: trajes, catering, agencia de viajes, etc.

Según algunos estudios, el cliente suele guardar una fidelidad casi inquebrantable hacia la marca elegida (una fidelidad que, en muchos casos, durará más que su matrimonio).

Algunas compañías han comprendido el punto. Por ejemplo, The Walt Disney Company dispone de una unidad de negocios exclusivamente dedicada a servicios para bodas.

Así, es posible organizar un casamiento en el castillo de la Cenicienta de DisneyWorld (por módicos 2.500 dólares) y contratar a Mickey y Minnie para que participen de la recepción (por otros mil dólares).

De esta forma, la celebración de la boda en el parque temático, además de ser una fuente de ingresos, presagia futuros viajes de la pareja hacia destinos del conglomerado Disney.

En definitiva, los casamientos hace tiempo que han dejado de ser una mera ceremonia religiosa o civil para convertirse en un fenómeno de consumismo desenfrenado, un potencial paraíso para ejecutivos de marketing.