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Qué diferencia a un gran inversor argentino de un europeo o un americano

Las grandes fortunas nacionales tienen un estilo de inversión definido como extremadamente conservador, que incluso supera al de las más tradicionales familias europeas.

Las fortunas tradicionales de la Argentina son “más conservadoras que las europeas”, explica Agustín Cramo, experto de inversiones extranjeras de una family office local. Por lo general, no aprovecha las oportunidades que ofrece la transición de los mercados, pues prefieren mantener el grueso de sus inversiones en real estate”, agrega.

La cartera promedio de una family office local se suele distribuir de la siguiente manera:

En el abanico de posibilidades, muchas familias optan por realizar algunas inversiones en Austria, aprovechando las exenciones impositivas que se mantienen desde la postguerra.

Cramo explica a infobaeprofesional.com que “su meta de rentabilidad suele ubicarse en rangos que no superan los 200/300 puntos básicos sobre el rendimiendo del bono del tesoro de los Estados Unidos”.

Cuando el gran inversor argentino compra deuda privada, se fija más que nada en la calidad del título. Así por ejemplo, en los últimos tiempos fueron firmemente demandados papeles tales como:

* Bonos de Merryll Lynch a una tasa del 6,75%, a cinco años en euros.
* Bonos de Deutsche Bank al 5% en euros, con vencimiento en 2009.
* Bonos de Harley Davidson al 6,8%, a diez años
* Bonos de AES Corporation, vencimiento al 2020, con tasa del 8 por ciento
* Bonos de la Caixa de Galicia, al 5,25%, con vencimiento en el 2010

Otras alternativas muy buscadas son determinados fondos, como el Altima F.F., los Deutsche Bank Global Markets o los más de 300 fondos administrados por Gems. Claro que en todos ellos la rentabilidad promedio no excede el 6% anual.

Pero para Cramo, esta posición tan conservadora comienza lentamente a cambiar con la aparición de los “Baby Latam”. Un fenómeno que no sólo se observa en nuestro país sino en toda la región. Consiste en la incorporación a las family offices de nuevos integrantes de la familia, previo paso por importantes universidades europeas y de los Estados Unidos.

Cramo cuenta una anécdota al respecto: “Una de las familias más ricas de Perú, grandes exportadores de pescado congelado y harinas de pescado, exigen que los hijos o sobrinos de los fundadores de la dinastía que deseen acceder al directorio de la familia, deben por lo menos obtener un título de post grado o una maestría en negocios”.

Mariano Sardás, presidente de FDI, considera que los inversores medianos y grandes argentinos son fundamentalmente “rentafijistas”. Esta característica se extiende a toda América latina, en contraposición con lo que ocurre en los EE.UU., donde el inversor medio destina hasta el 80% de su patrimonio al mercado bursátil.

En estas latitudes, la tenencia de acciones no suele superar el 2 a 3% de las carteras de inversión, en tanto que el más arriesgado no suele superar el 15 por ciento.

Sardás opina que “por lo general, las inversiones suelen dividirse entre renta fija, por que ya no creen ni en el sistema financiero americano, en dólares bajo cualquier forma y otra parte en colocaciones en moneda local”.

“Cuando hablamos de renta fija, nos refirmos básicamente a inmuebles urbanos o campos. Hay grandes fortunas que están colocadas 100% en departamentos”, agrega el hombre de FDI.

Las diferencias entre ambas orillas del Atlántico
Según Agustin Cramo, “el europeo es muy reticente a creer en las inversiones en la bolsa y es por ello que privilegia inversiones inmobiliarias”. No obstante, “estudios de largo plazo indican que si se compara el costo del metro cuadrado en Estados Unidos con la evolución del S&P ‘500, este lo supera en una relación de tres a uno”.

Los millonarios estadounidenses son mucho más activos. Les interesa aplicar parte de su forturna en fondos de inversión, hedge funds, etc. Cramo explica que un inversor de estas características “aprovecha todo”. Y aprovechar todo significa refinanciar su hipoteca cuando la tasa baja, hace operaciones de money market en la transición de los mercados, reinvierte en fondos de cobertura y así todo el tiempo.

“A diferencia de sus pares europeos, buscan la oportunidad, no se casan con nada. Ellos ven y van al negocio”, agrega el experto. Otra cuestión que los diferencia es que el gran inversor norteamericano cree en los ciclos económicos y sabe que los tiene que aprovechar. Así por ejemplo, ya están apareciendo ofertas que desaparecen por la demanda, condominios de gran lujo en zonas castigadas de la Florida, a costos del orden de los u$s1.600 el metro cuadrado, con financiación a tasa fija y a 30 años.

Para Cramo, la cuestión es cultural, pues el europeo ahorra de otra manera.

En la misma línea, un estudio de Wharton e IESE asegura que los millonarios añejos en EE.UU. prefieren la Bolsa a las inversiones inmobiliarias.

En efecto, las family offices, o lo que es lo mismo, las organizaciones profesionales que gestionan el patrimonio y vidas de las familias más ricas del mundo, les suelen recomendar a las grandes fortunas estadounidenses invertir en acciones, y eso surge de su propio gusto inversor.

En Europa la cuestión es totalmente diferente. Es por ello que llama la atención. En el Viejo Continente los millonarios prefieren las inversiones inmobiliarias a la compra de acciones.

O al menos lo preferían en 2006 y 2007, años en los que se realizó el informe “Single Family Offices: Private wealth management in the family context” (Oficinas familiares: administración de patrimonios familiares), elaborado por IESE y Wharton, y que descubre algunos de los secretos sobre el funcionamiento de estas organizaciones, sobre todo de su forma de gobierno, el destino de sus inversiones o sus diferencias geográficas.

El estudio cuenta con la participación de oficinas familiares europeas, americanas y asiáticas que gestionan patrimonios superiores a los u$s100 millones y la mitad de los participantes gestionan fortunas de más de u$s1.000 millones.

La mayoría de las familias considera su oficina como una entidad de inversión privada, en las que se atienden responsabilidades denominadas soft (blandas), como coordinar la educación, proveer servicios de conserjería u organizar actividades filantrópicas.

Según se desprende de la investigación, en su mayor parte son familias emprendedoras, ejercen como accionistas mayoritarios de sus negocios y no delegan la gestión de sus negocios.

Como gestores, se implican profundamente en las operaciones de sus oficinas. En casi la mitad de los casos, un miembro de la familia actúa como cabeza de la oficina. Estos jefes normalmente tienen experiencia como directivos, ya sea en el negocio familiar o en el sector.

El grado de involucramiento del responsable de una oficina en las actividades de inversión depende del grado de riqueza que tenga la familia y de cuántas generaciones la compongan.

En las oficinas más ricas, así como en aquellas que sirven a diversas generaciones, los jefes dedican menos tiempo a las actividades de inversión que los que trabajan en oficinas que administran fortunas más pequeñas y compuestas por menos generaciones.

Respecto a la forma de gobierno, las oficinas donde está presente la primera generación familiar suelen tener menos comités. Pero existen diferencias entre las europeas y las estadounidenses. Las primeras tienden a formar más comités y a informar con más detalle y frecuencia a los grupos de interés de la familia que sus homólogas al otro lado del Atlántico.

El estudio también descubre que las oficinas de millonarios cuentan con un consejo de administración y un comité auditor en un porcentaje más alto que las de los que son simplemente millonarios.

Poseer una gran fortuna comporta privilegios, pero también obligaciones. Los multimillonarios que gestionan directamente su negocio también han de ocuparse de administrar su fortuna y de hacer planes para las futuras generaciones de la familia.

Por razones de intimidad, exclusividad y personalización, a las familias acaudaladas les gustan las oficinas familiares, encargadas de proteger las inversiones y el patrimonio del grupo familiar, tanto de las generaciones actuales como de las futuras.

Cada miembro de una familia de la muestra afronta retos diferentes, lo que no es de extrañar, ya que las oficinas prestan servicio de media a 13 hogares, o lo que es lo mismo, a 40 familiares pertenecientes a dos o tres generaciones.

Con el fin de satisfacer las necesidades individuales de cada uno de ellos, los responsables de las oficinas tienen entre sus prioridades atraer y retener a buenos profesionales.

Son una de las claves de las family office. Las familias, debido a la confidencialidad que requieren estas instituciones, se esfuerzan por crear un entorno de trabajo atractivo y asegurar la estabilidad laboral de sus plantillas. Está en juego el incremento de la fortuna.

Calidad de vida en las ‘family offices’
Cada fortuna contempla las family offices de maneras distinta. Por ejemplo, una de las familias estudiadas por IESE y Wharton ve su oficina como una “empresa de inversión privada cuyo objetivo es invertir agresivamente para asegurar el crecimiento de la fortuna familiar”.

La oficina está ubicada en un centro financiero muy activo, no en un paraíso financiero, de forma que la dotación de personal, compuesta por nueve inversores, 10 contables, un abogado y 12 ayudantes, pueda relacionarse diariamente con los mejores expertos financieros.

Otra de las familias, con varias generaciones a su espalda, repartida en varios países y con 15 beneficiarios, confía la preservación de todo su patrimonio a la oficina. Así, la función de ésta es “velar por la unidad de la familia y por una sucesión patrimonial inteligente y ordenada”.

También ayuda a la familia en tareas administrativas como asuntos bancarios, impuestos e informes financieros, y le presta servicios de conserjería y de planificación inmobiliaria.

Trabajar en una family office tiene sus ventajas para los profesionales, en cuanto a seguridad laboral, mejora de la calidad de vida, flexibilidad horaria, menos presión e incluso oportunidades de invertir conjuntamente con las familias para las que trabajan.