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¿Sobrevivirá el imperio financiero norteamericano?

El 15 de septiembre de 2008 será recordado como el día del terremoto en Wall Street. El sistema financiero más grande del mundo atraviesa su mayor transformación desde la crisis del 29 y, como reflejo de ésta, expande sus efectos al resto de las economías del mundo.

Para Washington hay “hermanos” dignos de ser ayudados, otros no tanto

El disparador de esta jornada negra fue el rotundo “no” al pedido de auxilio del más que centenario Lehman Brothers. Con esta negativa, el gobierno de los EE.UU. violó uno de los principios básicos de la banca central: un banco grande no debe ni puede caer.

Esta máxima sí se aplicó para ordenar el salvataje de Bear Stearns, hace pocas semanas, y de los “hermanos hipotecarios” Fannie y Freddie. Pero no se tuvo en cuenta para salvar a los “hermanos” Lehman. Y esto generó el actual tembladeral.

De una pequeña crisis a un tsunami financiero
El actual tsunami será recordado por varias generaciones. De los cinco grandes bancos de inversión de Wall Street, la crisis ya se ha llevado a la tumba a tres:

* Bear Stearns (1923-2008), comprado en marzo por JP Morgan con garantía del Gobierno;

* Lehman Brothers (1850-2008), que se declaró en suspensión de pagos ante la falta de compradores; y

* Merrill Lynch (1914-2008), que ha preferido venderse a Bank of America antes de correr la misma suerte.

El fin de una era
Eduardo Segovia, analista del medio español Cotizalia, explica que “con la caída de Lehman Brothers se llega al fin de una era, la de la banca de inversión, que reinó en los EE.UU. durante nada menos que en los últimos 75 años, y que había recibido su gran espaldarazo tras la crisis de 1929”.

Los victimarios de la actual situación son esos extraños instrumentos financieros desarrollados por los ingenieros de la burbuja, para que los brokers más sofisticados obtengan rápidas y abundantes ganancias, gracias a las inversiones en activos de deuda hipotecaria.

“Después de esta masacre, sólo quedan dos bancos de inversión puros independientes: Goldman Sachs y Morgan Stanley, ya que JP Morgan es también banco minorista”, agrega Segovia.

Unos sí, otros no
Que hayan pasado esta primera prueba en pie no es ninguna garantía futura. A Bear Stearns, que era el más afectado por la crisis subprime, lo rescató el Tesoro de los EE.UU. por el riesgo sistémico de dejar caer un banco de inversión con enormes posiciones cruzadas con el resto del sector. No sólo fue el primero, sino también el más pequeño de los cinco y se suponía que con su rescate todo se tranquilizaría.

Pero las presunciones pueden fallar, y trascartón se tuvo que rescatar a Fannie Mae y Freddie Mac, pues sus colapsos hubieran destruido el mercado hipotecario.

Todo cambió con Lehman Brothers, pues la negativa del Gobierno se basa, paradójicamente, en que su bancarrota no compromete al mercado de hipotecas, pues el banco no participaba del mismo.

Las consecuencias de esta quiebra son las de una enorme desconfianza y frustración por parte de varias entidades, al no haber podido salvar al banco. Distinto es el caso de Merrill Lynch, el tercer banco de inversión con activos por casi un billón de dólares: los expertos y parte del público sabían que tenía problemas, pero no se suponía que fueran más graves que los del resto del sector.

El banco hizo grandes esfuerzos para lograr sobrevivir, como la venta de su cartera subprime o el anuncio de la semana pasada de la reestructuración de su banca de inversión en todo el mundo.

Para muchos, su comprador no se hace de un negocio muy rentable. Si bien Bank of America se convierte en el mayor banco del mundo, amplía enormemente su negocio de banca de inversión y logra una exposición global de la que carecía, para los analistas el elevado precio pagado se debe a que quería ahuyentar a otros potenciales compradores.

Las enseñanzas de la caída
La caída del banco Lehman Brothers, con 158 años de éxitos continuados, se gestó en poco más de un año. Su inicio puede encontrarse en los mismos instrumentos financieros que la entidad ayudó a crear y la cadena de errores cometidos por las autoridades de los EE.UU. a lo largo de la crisis. En este sentido, para el analista S. McCoy de Cotizalia, los flancos más débiles del accionar del gobierno norteamericano pasan por:

* Su incapacidad para haber dimensionado la crisis y sus consecuencias.

* Su precipitación al momento de tomar determinadas decisiones (que luego condicionaron su capacidad de acción).

* Su arbitrariedad al momento de elegir cual banco merecía su apoyo y cual no.

La quiebra de Lehman supone, para S.McCoy, la incapacidad de la firma para hacer frente a sus pagos corrientes, la paralización de su actividad ordinaria y la entrada en un proceso de liquidación de activos de consecuencias impredecibles.

El monto involucrado ronda los u$s 600.000 millones, con una notable exposición en titulizaciones hipotecarias de dudoso valor intrínseco y cuyo mercado se ha contraído hasta el punto de ser casi inexistente.

El efecto del ajuste de los activos a precios de mercado que puede derivarse del proceso de desinversión forzada del banco puede ser demoledor para el resto de los bancos, salvo que haya una ventana contable auspiciada por el Tesoro, para evitar entrar en una espiral de pérdidas que amenacen con llevarse por delante todo el sistema financiero.

Goldman y Morgan no lo tienen fácil
Los dos supervivientes, Morgan Stanley y Goldman Sachs, presentan un cuadro de situación por demás complejo en estas horas. Tal es así, que muchos analistas creen que el primero no podrá mantenerse independiente después de las compras de Bear Stearns y Merrill Lynch.

Las perspectivas no son nada halagüeñas debido a los incipientes procesos recesivos en EE.UU. y Europa. Por si esto no fuera poco, el sector afronta mayores restricciones legales en su operativa futura, justamente para evitar otra crisis como ésta, lo que dificultará volver a crecer.

Bajo este escenario, la única salida que parece viable para Goldman y Morgan es recortar costos, sobre todo laborales, pero quizá la magnitud del ajuste no sea excesiva. Al fin y al cabo, aunque la torta a repartir sea más pequeña, ahora hay menos competidores entre quienes repartirlo.

Un nuevo salvataje…y van
Si Lehman era un problema, no lo es menos AIG, la compañía de seguros norteamericana que mantiene una amplia exposición al segmento de los Credit Default Swaps (CDS), donde es uno de los principales actores en el negocio de la cobertura de los riesgos antidefault, incluidos los del banco quebrado.

La Reserva Federal autorizó a la FED de Nueva York a prestar hasta u$s85.000 M a la aseguradora American International Group (AIG) para solventar su atribulada situación financiera.

El directorio del banco central norteamericano informó que el préstamo garantizado fue autorizado con el total respaldo del Departamento del Tesoro “con términos y condiciones diseñadas para proteger los intereses del Gobierno de los Estados Unidos y los contribuyentes”.

“El propósito de está línea de liquidez es ayudar a AIG a cumplir con sus obligaciones en la medida que caducan”, agregó en un comunicado.

El Gobierno norteamericano recibirá un 79,9% de participación en AIG y tiene el derecho a veto en los pagos de dividendos para accionistas comunes y preferentes.

Game over
Esta es una crisis que afecta a los distintos ámbitos del mundo de las finanzas y es consecuencia, como señala Willem Buiter en su artículo en Financial Times del fin de semana, “se terminó el juego en el sector financiero”, del triunfo del capitalismo en su versión más salvaje. No como vehículo de creación de riqueza real para el conjunto de la sociedad, sino como canal de enriquecimiento artificial de unos cuantos.

Buiter hace una clara radiografía sobre el pasado reciente del sistema financiero de los EE.UU., al advertir que “gran parte de la expansión de productos y servicios financieros en los últimos cinco años encontraba su origen en transacciones entre las propias entidades y no como forma de intermediación entre ahorristas e inversores”.

Una vez caído el velo de este gigantesco negocio, Buiter concluye que “va a existir una contracción enorme en la escala y la profundidad de la industria: los balances se reducirán a la mitad y el empleo caerá a dos tercios de lo que supone ahora, antes de que las cosas se estabilicen”.

¿Sobrevivirá el imperio financiero?
Es probable, como también lo hizo en los años 30. Pero también cabe esperar, como señala el propio Buiter en el último párrafo de su artículo, que “ya nada va a ser igual; mejor dicho, nada puede ser igual. El fenómeno de transformación de la industria, que la actuación de las fuerzas del mercado va a provocar en las próximas semanas o meses, va a aproximar el sistema financiero a su concepción original”.

Como suele ocurrir en todas y cada una de las recurrentes crisis, se generará un nuevo esquema transitorio que desembocará, más tarde o más temprano, en la siguiente era de excesos. Pero supondrá un avance hacia la resolución definitiva de la crisis actual.