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Sustentabilidad y sinergia, ¿puede ser viable un negocio que destruye al medio ambiente?

La sociedad industrial en la que hemos vivido durante los últimos doscientos años aceleró los procesos de producción y consumo. Y estos fenómenos, en combinación con la explosión demográfica, han impuesto severas presiones sobre el medio ambiente.

Los movimientos ecologistas levantaron su voz con manifestaciones de alto impacto.

Así, en los últimos años, gran parte del mundo empresarial ha ido adquiriendo una visión integradora, fruto de una mayor conciencia de las interdependencias entre las acciones de los hombres y las realidades de la naturaleza.

Es cierto que todavía subsisten aquellos que intentan mantener sus metodologías tradicionales mientras miran con desprecio a “los verdes”.

Sin embargo, en general, los directivos de las organizaciones han ido abandonando la engañosa hipótesis de que los recursos naturales son infinitos.

Y esta actitud se ha manifestado en una ola de inversiones en investigación y desarrollo de bienes y métodos de producción amigables con el medio ambiente.

Las preocupaciones ecológicas también han sido cuantificadas para el uso empresarial.

Uno de los instrumentos es el ya clásico Dow Jones Sustainability Index. Lanzado en 1999, este índice sigue la evolución financiera de empresas líderes en sustentabilidad, es decir, aquellas que crean valor de largo plazo para sus accionistas a través de la búsqueda de oportunidades derivadas de tendencias económicas, sociales y ambientales.

En este contexto, las empresas que no incorporen imperativos ambientales en sus negocios verán reducirse sus oportunidades de crear valor.

La búsqueda exclusiva de los beneficios del accionista a expensas de otros intereses es una causa de conflictividad. Y esta destrucción de valor puede comprenderse como la manifestación de una falta de sinergia.

Pero, ¿qué es la sinergia?

Los antiguos griegos llamaron “sinergo” a una fuerza que se desataba cuando los esfuerzos de distintas personas se conjugaban en torno a un objetivo común.

El prefijo “sin” significa conjunto, agregación. Esta es también la raíz etimológica de la orquesta sinfónica o de la sintonía. El sufijo “ergo”, por otro lado, significa “trabajo”.

De esta forma, literalmente, la sinergia es “trabajar juntos”. Trabajando juntos, liberamos la formidable fuerza de la sinergia.

Ahora bien, este pequeño juego de palabras nos permite vincular al concepto de sinergia con el de sustentabilidad.

Yo propongo que no puede concebirse ningún proyecto sustentable que no sea sinérgico. Es decir, si no es sinérgico, no es sustentable.

Un proyecto no sinérgico tiene perdedores. Los grupos de interés (o stakeholders) perjudicados reclamarán compensaciones, aumentando los costos del proyecto, hasta el punto de volverlo inviable. Este es el precio de ignorar a un grupo de interés que debió haber sido considerado.

Y, ¿acaso la naturaleza no es un grupo de interés?

Conocemos las protestas de las personas y grupos sociales afectados. Y también conocemos las protestas de la naturaleza.

Es hora de percibir que los procesos decisorios no sinérgicos, es decir, aquellos que no incluyen una visión honestamente integradora corren riesgos de volverse insustentables.

Esta visión integradora, que reúne como recíprocamente comprometidas a todas las partes interesadas, es una visión ética. Es una visión incluyente.

El riesgo de no incluir a todos los interesados hace que una decisión determinada, además de no atender las exigencias de la ética, imponga en el futuro serios riesgos de desagregación.

En muchos casos, no sabemos la velocidad a la que ocurre esta desagregación del sistema. Pero ocurre.

Y, a riesgo de ser reiterativo: conocemos muy bien los casos de protestas de grupos de interés no considerados en las decisiones.

Y también conocemos las protestas de la naturaleza que, en los últimos años, se han hecho más y más ruidosas.