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Un espacio de paz en la ruidosa Buenos Aires

Jorge Julio Stipech, un fraile que usa el típico hábito marrón de los franciscanos, dijo a la agencia Reuters que disfruta guiando a la gente del ruidoso centro de la ciudad de Buenos Aires a los silenciosos patios del convento, ubicado en la intesección de las calles Alsina y Defensa.

Pero admitió que la necesidad alimentó la transformación del edificio en una atracción turística. Sólo cinco frailes viven en la vieja y extendida estructura y no pueden evitar su desmoronamiento. “Esto nació de una necesidad para no tener estos edificios cerrados”, dijo Stipech, de 65 años, citando la disminución de las filas de las órdenes religiosas católico romanas en todo el mundo.

“El convento es un patrimonio oculto que hay y es un patrimonio de Buenos Aires, no sólo de los frailes”, agregó el religioso.

Los recorridos, que se ofrecen una vez al mes, incluyen una visita al antiguo comedor de los frailes, en donde los bancos forman una larga mesa rectangular para que todos pudieran comer viéndose uno a otro. También tiene una parada en el viejo jardín, en donde los hermanos cristianos solían cultivar suficientes alimentos como para sostenerse a sí mismos.

Pero la joya del lugar es su biblioteca, que alberga obras teológicas y filosóficas que datan de fechas tan lejanas como el 1500. Una pieza en exhibición es un gran libro copiado a mano de cantos gregorianos, usado alguna vez en un gigantesco atril en la basílica adyacente. Volúmenes en miniatura encuadernados sirven como catálogo en fichas.

El misterio de las criptas
La visita en español cuesta 10 pesos y 20 para hacerla con guía que hable inglés o portugués. Según las autoridades, el paseo ayuda a atraer a las personas que viven en el frenesí de la ciudad a un mundo de contemplación.
“No estamos visitando un museo. Estamos visitando algo vivo”, explicó Eduardo Lazzari, director de cultura y turismo de la manzana franciscana, que fue establecida por primera vez a fines del siglo XVI.

Además del convento, ese espacio lo forman la basílica franciscana, la capilla de San Roque, la casa de la tercera orden franciscana -sede de la orden franciscana laica-, las casas de rentas franciscanas y el colegio San Francisco. Este último fue en 1602 y el más antiguo de la ciudad.

Varios de estos edificios son monumentos históricos nacionales. El plan es renovar en 10 años toda la manzana conformada por las calles Alsina, Defensa, Balcarce y Moreno, espacio que fuera otorgado a los franciscanos hace 424 años por Juan de Garay.

Para juntar fondos, se lleva a los turistas a visitar también la basílica, su cripta y pasillos. Y el mes pasado se abrió un museo para exhibir reliquias religiosas y objetos históricos pertenecientes a los franciscanos.

Una pieza sorprendente es un ataúd multicolor construido por indios en 1629 para Luis de Bolaños, un franciscano que tradujo el catecismo católico al idioma guaraní nativo de Paraguay.

Otro muestra los contenidos de una cápsula del tiempo de principios de 1900, que fue hallada a principios de este año cuando escultores trabajaban para restaurar una estatua de Dante Alighieri colocada en lo alto de la basílica.

Stipech trabajó durante más de dos años para ayudar a poner en marcha el museo. También fomentó reuniones en el convento de grupos de apoyo para parejas casadas en conflicto y alcohólicos. “Queríamos poner en uso nuestros edificios para un fin benéfico”, concluyó.

Para averiguaciones sobre el paseo, llamar a la Dirección General Casco Histórico de la Subsecretaría de Patrimonio Cultural porteña. Teléfono: (011) 4323-9400, internos 2723/2783.