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Claves para disfrutar del sol sin riesgos

Los efectos de la moda en la salud bien bien podrían agruparse en un capítulo de la bibliografía médica.

En el siglo XVIII, para estar à la page había que empolvarse la cara. Lo pálido era hermoso, aunque para lograrlo hubiera que recurrir a sustancias neurotóxicas…

Trescientos años más tarde, todo cambió y se impone el bronceado, pero esta vez a costa de casi “achicharrarnos” al sol.

Las radiaciones ultravioleta (UV), especialmente las UVB, esa angosta banda de luz solar que se encuentra entre los 290 y los 320 nanómetros de onda, consideradas las más peligrosas, también son “tóxicas”. Diferentes estudios indican que desorganizan el ADN celular, atacan las fibras de la piel y tienen efectos múltiples sobre el sistema inmunológico.

El resultado, tasas crecientes de tumores de piel, ponen todos los años en pie de alerta a los dermatólogos, que este mes realizan la tradicional campaña Por un Sol Amigo.

Australia, en cuyo territorio ubicado en latitudes subtropicales vive una numerosa población de ojos celestes y piel blanca, es el “canario de la mina”: allí, la afección alcanza tasas 10 veces más altas que en Europa.

En el país, el Registro de Melanoma Cutáneo, emprendimiento de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) y de la Fundación Cáncer de Piel, indica que entre 2002 y 2005 hubo 885 de estos tumores; que en octubre de 2007 ya sumaban 3007, y que en septiembre de este año la cifra trepó a 3500. Sin embargo, según la doctora Rita García Díaz, dermatóloga del hospital Garrahan, no se puede asegurar que la incidencia vaya en aumento, porque el subregistro es alto y el crecimiento podría provenir de una mayor detección. Sobre otros cánceres cutáneos no hay estadísticas.

“Somos un país sin identidad oncológica”, coincide el doctor Fernando Stengel, jefe de Dermatología de Cemic, pero asegura que los médicos ven en la consulta cada día mayor cantidad de lesiones precancerosas inducidas por el sol (queratosis solares).

“No cabe duda de que es un fenómeno que viene con la generación que tomó mucho sol en su juventud. Nuestros abuelos iban vestidos a la playa -explica-. Antes se decía que en las primeras dos décadas de vida se recibía el 80% de la radiación solar. Sin embargo, hoy se juega al golf y al tenis, se hacen caminatas y se va a la playa hasta los 80.”

Según explica Stengel, el proceso de cancerización de una célula no es instantáneo, sino que recorre cuatro escalones: iniciación, promoción, transformación y malignización. “Muchos productos químicos sólo lo inician, como los derivados del benceno. El sol es un carcinógeno completo. Puede iniciar, promover y transformar. Cuando a uno le dicen: «Doctor, tengo la piel hecha pomada. ¿Vale la pena que me proteja?», la respuesta es ésta: «Por supuesto», porque el sol actúa a lo largo de toda la vida. Nunca es tarde para protegerse.”

Prudencia y moderación
Con prudencia y moderación, la vida al aire libre y la exposición a los rayos solares es muy saludable. “Se liberan sustancias como las endorfinas y las melanocortinas, capaces de influir en el ritmo bioenergético del organismo -dice García Díaz-. Esto explicaría la sensación de calor envolvente, la relajación, el efecto energizante y antidepresivo que se resume en la frase «Tomar sol me carga las pilas».”

El sol también tiene un efecto beneficioso en varias enfermedades de la piel, como la psoriasis, la seborrea, casi todos los acnés, el liquen y la dermatitis atópica. Pero si en lugar de exponernos con moderación en las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, lo hacemos cuando el Sol está alto y durante períodos prolongados, la piel se queja.

“La piel colorada indica que hay un estado inflamatorio por una agresión: los vasos se dilatan para que lleguen a la zona los glóbulos blancos -explica la doctora Lilian Fossatti, docente de la Universidad de Buenos Aires-. Pero no sólo hay daño en las capas superficiales de la piel, sino que también están afectadas las fibras de colágeno y las de elastina. Se ponen tortuosas y aparecen la elastosis solar y las arrugas, no las gestuales, sino unas que van haciendo como un cuadrillé. Ese daño es acumulativo.”

El tono dorado es, en realidad, una respuesta defensiva. En las capas profundas de la piel, cada cierto número de células basales hay un melanocito que reacciona frente a la radiación aumentando la liberación de un pigmento que absorbe la luz y las tapa.

“Es como si los melanocitos les pusieran un sombrerito a las células -dice Fossatti-. ¿Y por qué las cubren? Porque allí está el ADN con toda la información genética. La radiación lo «desarma». Aunque nosotros tenemos seis mecanismos para recomponerlo, cuando uno toma demasiado sol, la recomposición puede hacerse en forma incompleta y pueden surgir manchas blancas o muy pigmentadas. Y si la agresión es mayor o uno tiene una piel más vulnerable, pueden generarse tumores de piel.”

Por eso, los médicos insisten en que la prevención no sólo rige para el esparcimiento, sino también para quienes trabajan en exteriores, y debe comenzar muy temprano. Recomiendan que los chicos no deben exponerse al sol antes de los seis meses, y siempre deben estar protegidos por una pantalla solar fuerte. Además, deben usar sombrero con ala de 360 grados.

Con respecto a los protectores solares, Stengel apunta: “En Buenos Aires y más al Norte, la comunidad de piel blanca debería utilizar un factor de 30 o más, porque cuando uno se aplica la crema no lo hace en las mismas condiciones en las que se probó en el laboratorio”.

Los horarios recomendados no dependen del reloj, sino de la sombra: “Sombra corta, riesgo alto -sentencia el especialista-. Si mi sombra es más corta que mi altura, tengo el sol arriba de la cabeza. Ese es el que no debo tomar. En esto hay que olvidarse de la hora, porque en Ecuador hay 9 horas de sombra corta, pero en Ushuaia no hay más de una hora y media.” Y advierte que los cuidados deben hacerse extensivos a los ojos (utilizar anteojos con protección certificada contra rayos UV y no solamente vidrios oscuros, que dan una falsa protección de seguridad), porque el sol también está asociado con un aumento en la incidencia de cataratas a edades más tempranas.

Fossatti, por su parte, subraya que tampoco hay que pasar por alto las camas solares. “Al Sol no hay que demonizarlo: hay que saber usarlo -dice Fossatti-. Con esto ocurre como con el dulce de leche. Es riquísimo, pero si te comés tres kilos, te vas a empachar. Sin embargo, las camas solares son un atentado contra la salud de la población. En los Estados Unidos están tratando de regularlas de alguna forma o de utilizar una fórmula de advertencia similar a la que se exige en las marquillas de cigarrillos. Muchas veces no se utilizan con la debida protección para los ojos, o no se les pregunta a los clientes si están tomando antibióticos, que los hacen más sensibles a la luz. Es un negocio gigantesco.”

Stengel concluye con una reflexión que es la suma del sentido común: “Por idiosincrasia, hay, sin duda, una resistencia natural a adoptar medidas de higiene para la salud. Hay resistencia a dejar de fumar, a hacer ejercicio, a observar dietas bajas en grasa, a dejar de broncearse. Después, todo lo resolvemos yendo al médico. ¿No es mejor hacer un poco de ejercicio o cuidarse antes?”