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El cambio empieza por uno: Las personas y las organizaciones ante la crisis

Se sabe, que una organización se configura a través de un sistema de actividades que realizan dos o más personas mediante la ejecución de roles predefinidos que tienen por objetivo el cumplimiento de un fin compartido. Ella, solo existe mientras se encuentren personas en interrelación y con capacidad de comunicarse entre sí y actuar conjuntamente para alcanzar un objetivo compartido.

Pero… sin importar demasiado la delimitación de una definición técnica, se puede afirmar que una organización es una creación artificial; producto de una construcción conceptual que gira en torno a dos elementos inalienables a su esencia: la existencia de personas y de objetivos compartidos.
Sin ellos, este constructo social carecería de razón y no podría tener existencia.

Desde este punto de vista, podemos acordar con Peter Senge y, necesariamente pensar a la organización, como una comunidad de aprendizaje que no excluya ni el consenso ni el discenso; en tanto y en cuanto es necesario atender los posibles condicionantes internos y externos. Así, se podrá avanzar hacia un modelo de cambio gestionado, en conjunto con todos los individuos confortantes del todo organizacional, que permita de cara a la crisis actual:

1) Establecer una patrón de trabajo colaborativo.
2) Reconstruir las barreras implícitas y explícitas que se puedan presentar.
3) Identificarse, y aceptarse, como un sistema abierto, complejo y retroalimentado.
4) Encarar un trabajo abarcativo que contemple las necesidades individuales y colectivas.

Pero, en todo equipo hace falta un capitán que se ocupe de encauzar a los players. Por ello, se deberá entender a ese líder tal como lo propone el experto argentino Eugenio Gimeno Balaguer: “un hombre nuevo, capaz de discernir, no repetir, que tenga una visión sistémica, no puntual, que propicie las relaciones interpersonales, no el individualismo, que pueda compartir sin egoísmos, que pueda liderar el cambio, formando a su vez nuevos líderes que aseguren su continuidad y que puedan transformar esos cambios en valores compartidos que mejoren las estructuras sociales y culturales existentes”.

¿Y los miembros del equipo organizacional qué?

Cada uno es más que uno. Al administrar el factor humano, se deben incorporar nuevas herramientas. Una de ellas, es el concepto de resiliencia. Aquí, entendemos se encuentra la clave del aporte que cada persona puede, y debe, hacer a su organización en tiempos de crisis como la actual.

La resiliencia fue un concepto usado en su origen para demostrar la resistencia de un material al choque. Sin embargo, en las últimas décadas se ha comenzado a aplicar a personas y organizaciones que visualizan situaciones críticas. Al respecto los expertos Rifkin y Hoopman explican: “La resiliencia puede definirse como la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a estrés grave o simplemente inherentes al mundo de hoy “.

Dentro de este paraguas argumental, la aplicación de procesos de resiliencia individual por parte de los miembros de las organizaciones favorecerá al conjunto en sí mismo. Algunos de los beneficios que aportan son:

1) Enseña habilidades para la vida en relación: promueve un desarrollo profesional personal e integra a los demás en él.

2) Establece límites claros: en cuanto a políticas y reglas que coadyuvan al cumplimiento de los objetivos institucionales.

3) Favorece vínculos prosociales: genera trabajo cooperativo, a pesar de las diferencias que pudiesen existir.

4) Promueve una participación significativa: al fomentar el aumento de la responsabilidad, colaborando en los procesos decisorios y favoreciendo un mayor nivel de eficacia.

5) Construye y transfiriere expectativas enaltecidas: quien se sabe apoyado por las autoridades, conoce su potencial y reconoce el de sus pares.

6) Brinda afecto y apoyo: tiene sentido de pertenencia, siente que la organización lo respalda.

Estamos convencidos que un aprendizaje colaborativo y resiliente, acompañado de una gestión directiva integradora, potencia los resultados al generar cambios cualitativos intra y extra muros.