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El efecto de la mentira en las marcas: paralelismos entre empresas y política

Del mismo modo que un monopolio es el caldo de cultivo de soluciones alternativas, que los consumidores abrazarán entusiasmados ante la posibilidad de elegir, un comportamiento homogéneo y desleal de un sector es un entorno fértil para la aparición de otra competencia.

La mentira como herramienta de ventas

Vemos de modo reiterado como distintos sectores se ven dominados por un grupo de empresas que utilizan prácticas abusivas para situarse en posiciones dominantes ante sus clientes y obtener beneficios injustificados. No hay nada mejor que la comparación entre países para ver cómo hay enormes diferencias, y cómo la competencia sana puede beneficiar a los consumidores. Por ejemplo, en España, ¿quién se ha inventado el establecimiento de llamada para las llamadas desde móviles? En otros países, además de tener tarifas más económicas, no existe este coste.

Una de las prácticas más descaradas es la mentira totalmente desvergonzada. Hay empresas que mienten directamente a sus clientes. En muchas ocasiones, los clientes no tienen la capacidad, ya sea por tiempo de supervisión o por desconocimiento, para detectar los engaños. Y aunque parece que estas prácticas se realizan con total impunidad, opino que a la larga son insostenibles.

Curiosamente, da la impresión de que las empresas que utilizan estas técnicas acaban creyéndose sus propias mentiras, y que la mentira se integra en sus operaciones como algo tan natural como encender la luz. Lo lógico es que llegue un momento en que esta estrategia reviente. La bola se va haciendo más y más grande hasta que es ya totalmente insostenible, de modo análogo a una burbuja económica. El daño que se le hace a la marca resulta irreparable.

Paralelismo empresa – organización política

Un ejemplo paralelo que nos puede servir para comparar, es el comportamiento de los partidos políticos y nuestros gobernantes, que utilizan la mentira como una herramienta más, de modo totalmente descarado. Es difícil de creer y digerir que lo que están diciendo se diseña en relación a lo que piensan que queremos oír, y los réditos electorales que les puede reportar, independientemente de que sea cierto o falso.

Paradigmáticas son las declaraciones del Ministro de Hacienda Montoro sobre las supuestas bondades de una inflación muy reducida. Sabiendo que parece razonable que una inflación muy baja se puede apreciar positivamente por la inmensa mayoría de los ciudadanos que piensan: “bueno, los sueldos bajan, pero al menos los precios de las cosas no suben, no estamos tan mal”, miente alabando la gran suerte que tenemos. Esto es de chiste. Como el que decía que cuando había conseguido que su caballo aprendiera a no comer, va y se muere. Me imagino la siguiente conversación con Montoro:

– Montoro: Hemos inventado un coche que no consume ningún carburante.
– Entrevistador: ¡Genial! ¿Que velocidad alcanza?
– Montoro: Tiene una velocidad máxima de cero kilómetros por hora.

Montoro, y cualquier persona con unos conocimientos básicos de economía, sabe que esto es mentira, y que una inflación extremadamente baja, aderezada además con una situación de elevado endeudamiento, es una situación catastrófica, síntoma del lodazal en el que nos encontramos.

En mi opinión estas prácticas son insostenibles, y tarde o temprano surgirá siempre una reacción que barrerá del mapa a las empresas u organizaciones que hacen de la mentira su bandera.

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