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El llanto del bebé

El sonido de un bebé que llora, uno que llora y llora cada vez más, que se calma sólo para volver a comenzar con un grito estridente que parece perforar los oídos… es casi el ruido más perturbador, exigente y agotador que podamos escuchar…

Cómo soportar un bebé que llora?… Como hacer para que una mujer, ahora mamá, pueda sentirse mejor consigo misma y con su bebé?

Frente a esta situación de consulta tan habitual en consultorios pediátricos y psicológicos nos encontramos con diferentes respuestas que lejos de tranquilizar, desorientan y angustian por ser en muchos casos ambiguas y hasta contradictorias: no acudir a su llamado para no malcriarlos, acudir rápidamente para no dejarlos llorar ya que esto genera inseguridad afectiva, no alzarlos para que tengan sus propios recursos, alzarlos rápidamente para generar confianza, incluir el chupete porque alivia ansiedades, no darles el chupete ya que pueden dificultar el amamantamiento… y es que evidentemente la receta única y para todos igual no alcanza a responder a las singularidades de cada uno: cada bebé, cada mamá y cada papá, cada pareja como entidad en si misma, cada familia como una dinámica nueva y particular.

Es por ello que comparto la concepción de que las madres en su espontaneidad, cariñosas, atentas a las necesidades de sus bebés, de sus pequeños… respondiendo a su sentido común puede resolver las diferentes situaciones que la crianza las enfrenta a diario. Hay sugerencias que pueden servir, es cierto que enriquece escuchar diferentes posiciones y experiencias. Lo importante es despejar de ellas las que nos sirven y tengan que ver con cada una de nosotras, con nuestra dinámica y singularidad familiar.

En primer lugar, no debemos olvidar que el llanto del bebé es su modo de comunicarse, de descarga… es decir que no necesariamente se trata de dolor, sufrimiento, angustia, interpretaciones que las madres a priori suelen hacer al escuchar a su hijo llorar, lo que vuelve una urgencia aquello que tal vez no lo sea. Es por ello que es tan importante intentar diferenciar entre los diferentes llantos de los pequeños aquellos que simplemente nos “dicen algo” de los que sí incluyen angustia…

En general el llanto del bebé provoca en la madre cierta reacción física: nudo en el estómago, obstrucción de garganta, tensión muscular, taquicardia… hasta lágrimas, sumando a la reacción emocional: se supone que las madres deben poder calmar a su bebé, por lo tanto… angustia, culpa, hasta pensarse como mala madre…

Todo ello pone en cuestión modelos que nos forjan desde muy pequeñas, en los que el instinto debería alcanzar para interpretar, comprender, contener y calmar a nuestro bebé en un clima de paciencia y seguridad afectiva, que sumado a las falsas vinculaciones entre los bebés que lloran frecuentemente y la responsabilidad materna resultan casi imposible.

Sin embargo diferentes investigaciones y observaciones concluyeron que no hay relación entre el llanto del bebé y los factores emocionales y físicas de la madre, ni con su edad, tampoco si el bebé se alimenta a pecho o mamadera, ni con lo que haga la madre en relación a rutinas de crianza ya que los factores que sí guardan tal relación son los embarazos estresantes y partos complicados, los cambios significativos: mudanzas, duelos, etc., la prematurez y el bajo peso al nacer, las mamás más solas al regresar al hogar luego del parto y el estado general posterior al parto y su relación con el vínculo madre-hijo.

El problema es que en líneas generales no estamos preparados para recibir al bebé real con todo lo que eso implica. Las publicidades nos muestran permanentemente a un bebé rozagante, suave, dócil… que seduce ser acunado y que imaginamos siempre dormido. Pero el bebé real además de ser acunado y dormir, se retuerce, patea, grita, no deja que lo cambiemos, no duerme… es allí que aparecen las palabras: “A mí nadie me avisó que era así”… “o para qué me metí en esto?”… más aún si el bebé llora inconsolablemente. Si el parto se vivió con éxito… al no poder calmarlo desde el inicio, se da una sensación de fracaso abrupta. Estamos en general preparados para el parto pero no para lo que viene después, como sí allí todo terminara cuando en realidad… “recién comienza”. Tampoco estamos advertidos de los sentimientos que el llanto del bebé nos provoca: ira, enojo, violencia, fastidio, impotencia ya que poco se habla de ello también, entonces al encontrarnos de esta manera sentimos angustia y culpa, como si esto solo les pasara a cada una de las mamás que pasan por ello. A su vez y en consecuencia del clima que reina en el hogar en la pareja también pasan cosas: mal humor, no estar de acuerdo con las soluciones que probamos… más problemas!

Hay algo que nunca le falta a la mamá de un bebé que llora:

Consejos!

Pero aquí van algunas acciones:

– reconocer y descargar el enojo
– delegar al bebé a otras personas
– procurarse momentos de relax y salidas al aire libre
– hacer ejercicio físico
– tener presente que no llorará eternamente
– conectarse con otras mamás
– consultar con un profesional

El último, tal vez el más importante que se menciona es como último recurso, si siente que ya no puede más… recueste al bebé en un lugar seguro y simplemente salga de la habitación… y cierre la puerta!

Es interesante que se plantee esta opción, ya que incluye el límite, que toda madre, como ser humano tiene, alejándose de esta manera del ideal materno de la que “incondicionalmente todo lo puede”… esto por supuesto que no es así, es un imposible en sí mismo… por suerte para las madres y para los pequeños.