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Escuchar para comprender a los demás

“No me escucha ni presta atención!” “Para qué le voy a contar mi idea si objeta todo lo que le digo.” “Siempre está con poco tiempo y con muchos compromisos.”

“Sólo escucha a determinadas personas.” “Ya tiene la decisión tomada, ¿para qué me pregunta qué opino?” “¡No puedo terminar una oración que ya me está interrumpiendo!” “Sólo me escucha cuando tiene un problema o necesita algo.” “Está encerrado en su mundo, no escucha otras opiniones”…

Quién no ha sido receptor, en algún momento, de este tipo de comentarios. Y es que la escucha es una de las habilidades sobre la que más nos reclaman en diferentes ámbitos de la vida, y el lugar de trabajo no es ajeno a eso. No importa nuestra edad, nivel jerárquico, ni ocupación, todos queremos “ser escuchados”.

Cuando nuestros mensajes son malinterpretados, ignorados o simplemente omitidos, nos sentimos frustrados, la comunicación y el trabajo en equipo disminuyen y, finalmente, se empobrecen los resultados del trabajo. La habilidad de escuchar no es sólo una técnica útil, sino una de las habilidades necesarias para el desarrollo, incluso la subsistencia, de cualquier comunidad u organización.

¿Por qué es tan importante escuchar bien en el ámbito laboral? Escuchar bien es el primer paso para interpretar a nuestro interlocutor y devolverle un mensaje eficaz que facilite su involucración, motivación y buena predisposición para alcanzar los resultados esperados.

En las empresas es común participar en cursos de oratoria, comunicación oral y escrita, pero ¿nos enseñan realmente a escuchar? ¿Le damos la importancia que amerita? Parte de la incapacidad para escuchar gira en torno de la impaciencia. Impaciencia con el hablante, con el mensaje o con ambos. Dificultad para tener la humildad de pensar que la opinión del otro es igual o hasta más valiosa que la mía. Y, como si fuera poco, dar por sentado que escuchamos, al igual que respiramos.

Poco reflexionamos sobre lo importante que es invertir tiempo en escuchar al otro hasta que alguien nos dispara: No me estás escuchando bien o, peor aún, Simplemente, no me estás escuchando . En general, todos oímos: oímos a nuestros colaboradores, familiares o amigos; oímos varias campanas, informes, comentarios, tendencias…; sin embargo, no es la facultad de audición la que define la calidad de nuestra interacción con el mundo, sino nuestra capacidad de escucha; es decir, de decodificar sonidos a fin de atribuirles un significado compartido.

El poder de la escucha radica en atender al otro sin juzgar, poniendo en juego toda nuestra atención en este acto simbólico de apertura al otro. Cuando escuchamos realmente nos conectamos con el otro, comprendemos sus razones desde su marco de referencia.
Técnicas de mejora

Concretamente, ¿cómo podemos mejor en la práctica? Tal como con cualquier otra habilidad que deseemos desarrollar, hay muchas técnicas que pueden ayudarnos, pero debemos empezar por tener un legítimo interés: reformular preguntas, resumir una conversación, integrar conceptos, repetir palabras clave, reconocer y aceptar las emociones del otro, elaborar hipótesis sobre distintos sentimientos según los escenarios… Más allá de las competencias verbales que podamos desarrollar, lo importante es establecer un verdadero diálogo, una conversación abierta, predispuesta y sincera, que siente las bases de un potencial aprendizaje, y de un trabajo productivo y enriquecedor.

El verdadero diálogo genera empatía; forja relaciones profundas, y facilita el equilibrio entre poder, influencia y sentido personal. El gran desafío en tiempos de crisis y cambios constantes es encontrar espacios para el contacto significativo producto de una escucha activa en los distintos ámbitos: relaciones interpersonales, organizativas y sociales.

Los beneficios de escuchar son muchos: ganar mayor comprensión de las personas y de las situaciones, llegar al fondo de los problemas, establecer vínculos positivos basadas en la confianza, basar nuestras decisiones en informaciones de calidad, reducir el conflicto que producen los malentendidos.

Finalmente, escuchar posee efectos tranquilizantes y elimina tensiones, especialmente en un contexto donde las relaciones respetuosas, duraderas y a largo plazo parecen haber perdido valor.

Mucho puede mejorar a nuestro alrededor si todos y cada uno escucha activamente. En un mundo, que se replica en nuestra sociedad y nuestras empresas, donde lo fast (rápido) está de moda, tomar el tiempo necesario para ponerse en el lugar del otro es esencial. Todos esperamos de los demás que sean creíbles, confiables, que nos escuchen. Los beneficios son mutuos. Empecemos por nosotros mismos a recuperar esa habilidad tan básica. Requiere esfuerzo, pero… ¡vale la pena intentarlo!