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La cadena Yagmour busca un socio

Hijo de inmigrantes armenios, Rubén Yagmourian creció entre mostradores. Sus abuelos llegaron en 1920 desde Kayseri, aún hoy centro comercial en la ruta entre Europa y Asia. Recién en 1971 y tras abandonar su carrera de Ciencias Económicas, Yagmourian se inició en la industria textil con un local en Mataderos.

Eran tiempos en que las prendas de confección se dividían entre las de bajo precio y mala calidad y las otras, inalcanzables para las mujeres que poblaban las oficinas. Con la cadena Yagmour, le encontró la vuelta a la combinación de diseño y precios accesibles en un negocio basado en el volumen. Una especie de Zara, a la argentina.

Claro que no todo fue una carrera ascendente y vivió varias épocas lamentables que desembocaron en un concurso de acreedores en el crítico 2002.
Tal vez porque ahora Yagmour experimenta un boom, al vender unas 2 millones de prendas por año, Yagmourian decidió buscar un socio, “alguien que aporte más capital para seguir creciendo”, señaló a Clarín.

Su filosofía consiste en ocupar posiciones en lo que parece una carrera interminable ante una competencia que tampoco se queda quieta. Yagmourian remarca que para expandirse hacia el interior del país y dar el salto a Chile, Uruguay y Brasil, ya no alcanza con franquicias que requieren una inversión de US$ 150.000.

No es la primera vez que busca socio. Estuvo a punto de cerrar trato con el grupo que pertenece a Francisco de Narvaéz, pero los sorprendió la crisis financiera global y los interesados se batieron en retirada.

Yagmourian solo compra la tela y asegura que el 70% de las prendas que fabrica son de confección nacional. Posee 15 locales propios, 40 franquiciados y otros 100 que venden varias marcas. Y al estilo de la española Zara, las vidrieras se cambian una vez por semana y las nuevas colecciones arriban cada 15 días, en lo que es un proceso de innovación permanente.

Sus clientas son mujeres clase media de 25 a 40 y pico. Pero si hasta ahora el fuerte eran los básicos, como las remeras y los jeans, decidió saltar a vestidos, sacos y accesorios que se inspiran en los viajes de las diseñadoras de la empresa por París, Nueva York, Barcelona y San Pablo.
Al final de la charla, Yagmourian, de 64 años, aclara que imagina para su cadena un inversor estratégico, de los que abundan en EE.UU. y Brasil; y no un fondo que ingresa y luego vende para hacer la diferencia.