Inicio Empresas y Negocios Menos de 700 videoclubes buscan sobrevivir en el país

Menos de 700 videoclubes buscan sobrevivir en el país

En los 80 había 10 mil locales, pero el cable y la piratería atentaron contra el negocio. Ahora intentan diferenciarse y apuntan a la especialización. Y hasta se amplían hacia otros rubros, como el kiosco.

El advenimiento de era de la piratería y su prima multiplicadora, la descarga online, fue como una especie de explosión cuya fuerza y onda expansiva llevaron a la extinción a uno de los íconos comerciales de las últimas décadas: el videoclub. Tan violento ha sido el cambio que los locales dedicados a alquilar películas (primero en VHS, ahora en DVD, en breve en Blu­Ray) fueron prácticamente borrados del mapa por el tsunami de la venta ilegal, mucho menos controlada que amparada. Sin embargo, hay un grupo ­persistente, aunque cada vez menos numeroso­ que sobrevive a la decadencia a base de creatividad.

Todos coinciden en que la manera de mantenerse es a partir de buenos precios y, fundamentalmente, con el toque de especialización que cada uno elija: algunos apuntan a los clásicos, otros al cine de autor, y existen quienes hasta venden chocolates y gaseosas, pero todos los videoclubes buscan una característica distintiva que acerque al cliente a pesar de todo (lo que se puede conseguir en la calle sobre una manta).

“La especialización es el único secreto, no queda otra. Hoy por hoy lo único que funciona realmente bien en el mercado son los videos que trabajan con cine de autor, como nosotros, pero de esos vamos quedando cada vez menos”, opina Oscar Echeverría, empleado del famoso Liberarte, en Corrientes al 1500.

“Lo que nos puede sostener es el nicho”, argumenta Marcos Rago, dueño de BlackJack, uno de los pocos videos que quedan en Palermo Viejo, y presidente de la Cámara Argentina de Videoclubes. “El nicho es que algunos se especializan en cine de terror, clásico o lo que sea. Cambió el modelo de negocios y ahora sobreviven locales chiquitos que, básicamente, pueden pagar el alquiler”, amplía.

A su lado, Carlos Ferreira, secretario de la entidad y dueño de un videoclub de la zona de Pacífico, agrega: “Otros parten la actividad y ponen un Pago Fácil, un kiosco, venden insumos de informática, videojuegos. Se sostienen como pueden. Después, como dice Marcos, el estreno siempre está. Pero lo que hace andar es el nicho”.

Para poner en contexto numérico la situación: en lo mejor de los ochenta había, según la Cámara, unos 10 mil videoclubes en todo el país. La aparición de la TV por cable a principios de la década siguiente fue el primer sacudón, que bajó los registros a 3.500. La situación mejoró en 2004, con el asentamiento del DVD, aunque nunca llegó a recuperarse del todo. El año pasado había 1.000 videoclubes legales y este año quedan menos de 700. Se calcula que más de 60 millones de alquileres al año fueron reemplazados por la venta de copias piratas, al mismo precio que el alquiler. “A principios de los noventa llegué a competir con seis videoclubes en la misma manzana. Y trabajábamos todos”, cuenta Rago, como si hablara de otro siglo.

Entonces, los que no han bajado la persiana ahora fortalecen sus características distintivas. “La diferencia la hace el fondo de clásicos que tenemos: 9 mil títulos, 5 mil en DVD. Después, todos los videos chiquitos que estaban por acá cerraron”, comenta un empleado de New Film, especie de videoteca ubicada en Belgrano que hace (casi todo) lo que puede para no cerrar.

“La verdad que nos iría mejor si ofreciéramos copias truchas pero no lo hacemos, así que se hace muy difícil”, comentan allí sobre algo que es muy frecuente en videoclubes de barrio y que no hace otra cosa que adherir al refrán “si no puedes contra ellos, úneteles”.

“La situación nunca fue tan adversa. Es tremendo porque no combaten el negocio ilegal. Van a desaparecer los videos y las editoras”, dice con resignación Víctor Manuel Pombinho Soares, de El Gatopardo.

Lo que dice Soares tal vez tenga que ver con lo que sugieren las finanzas de los videoclubes. La Cámara calcula que este año facturan 15% menos que el año pasado. “Y 50% menos que en 2008”, agrega Rago. Otra muestra de la decadencia es el precio del alquiler, que oscila entre 7 y 10 pesos, puede incluir promociones, y casi no se movió en los últimos años. “Antes alquilar una película costaba lo mismo que una entrada de cine a precio de miércoles. Hoy sale la mitad”, comenta Ferreira.

Mientras tanto, el estruendo sobrepasa a los videoclubes chicos y también ­sobre todo­ afecta a las grandes tiendas. Blockbuster cerró 34 locales en los últimos tres años y perdió el 65% de los socios, a la vez que el mercado ilegal hace grandes negocios: la Cámara calcula que de 2007 a esta parte movió unos 775 millones de pesos. Una de las dueñas de Matinee, en Boedo, es cruda pero clara: “Nosotros tenemos otro trabajo, no podemos vivir de esto. Lo hacemos porque amamos el cine”.