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Precarización laboral y la cultura del “vivir de prestado”, ¿causas profundas de la crisis global?

A esta altura, ya hemos degustado interpretaciones de todos los sabores acerca de las causas de la crisis global.

Para algunos, la debacle se explica por las malas prácticas de gestión de riesgos de algunas instituciones particulares.

Otros alegan que, en realidad, los bancos no administraban correctamente su exposición al riesgo porque las laxas regulaciones de los mercados de capitales les permitían no hacerlo. Y esto derivó en un cóctel letal, si le añadimos esquemas de compensación ejecutiva basados, principalmente, en incentivos de corto plazo (el problema del principal-agente, siempre presente).

Otros, aunque minoritarios, van un paso más allá cuando sostienen que la actual crisis financiera es, observando la “big picture”, una manifestación de las “contradicciones internas” del sistema capitalista y podría estar anunciando el advenimiento de un nuevo orden económico (tal vez la interpretación no sea tan errada, si consideramos que, en los Estados Unidos, se está evaluando rescatar a GM y Chrysler de una posible quiebra).

Es probable que la crisis sea resultado de un proceso de múltiples causas interrelacionadas.

Según Robert Reich, ex Secretario de Trabajo del gobierno de Bill Clinton, uno de los factores a considerar es la dinámica del mercado laboral de los Estados Unidos durante las últimas tres décadas.

En el 44º Coloquio de IDEA, ante un auditorio de 800 empresarios y ejecutivos, este profesor de Políticas Públicas de la Universidad de Berkeley propuso el siguiente argumento.

Pensemos, por unos instantes, cuál ha sido la evolución del mercado laboral norteamericano (y también de otros países avanzados) desde mediados de la década del ’70.

Por un lado, muchos empleos se perdieron debido al reemplazo de mano de obra por maquinaria (o, en la nueva economía, por aplicaciones de IT).

Por el otro, la relocalización industrial y el offshoring transfirieron millones de puestos de trabajo desde los países ricos hacia mercados emergentes (principalmente, asiáticos).

¿Y quiénes han sido los más afectados?

Desde luego, no fueron los altos ejecutivos de las corporaciones occidentales sino los trabajadores de baja calificación. Los perdedores han sido, básicamente, todos aquellos cuyo trabajo pudiera ejecutarse, sin mayores complicaciones, en sitios de mano de obra barata.

Ahora bien, ¿cuál fue el impacto distributivo de estas tendencias?

Las estadísticas señalan que la familia mediana estadounidense hoy se encuentra, en términos de ingreso real, apenas un poco mejor que en la década del ’70.

Pero lo curioso es que el ciclo de expansión de la economía estadounidense desde los ’90 hasta la actual crisis se ha visto acompañado de un RETROCESO en el ingreso real de millones de hogares.

Un fenómeno difícil de explicar para la teoría ortodoxa que predice que el crecimiento se derrama en un mayor bienestar para todos (y, en teoría, más aún sobre los pobres).

Y, ¿qué hace un trabajador cuando disminuye su ingreso real?

En principio, no tiene más que dos alternativas: bajar el gasto o endeudarse.

Y, según Reich, la mayoría de las familias estadounidenses escogieron la segunda opción.

Al fin y al cabo, esa parecía la alternativa más racional. Las bajísimas tasas de interés de la era Greenspan sobrecalentaron las tarjetas de crédito y el mercado inmobiliario (así como, a fines de los ’90, habían sobrecalentado las acciones de las puntocom).

De esta forma, se generó una peligrosa dinámica de endeudamiento continuo para disfrutar del “american way of life”.

Los famosos préstamos hipotecarios sub-prime son uno de los productos financieros que los bancos han ofrecido a familias sobreendeudadas que, algún día, tendrían que resignarse a vivir con los escasos medios que les procuraban sus empleos precarios.

Ese día llegó.

Y si consideramos que el gasto en consumo (que está sufriendo un ajuste brutal por las severas restricciones crediticias) representa aproximadamente el 70 por ciento del producto de los Estados Unidos podemos comprender cómo, desde la óptica de Reich, los norteamericanos (o, al menos, muchos de ellos) comenzarán a pagar caro la precarización de su mercado laboral.

Y, si a esto añadimos los costos del multimillonario rescate bancario sobre las finanzas públicas, es probable que también terminen pagando sus hijos y nietos.