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¿Qué tan cerca está usted y su bolsillo de volver a la época del 1 a 1?

Esta es la historia de Juan Pablo. Un hombre de 42 años, que goza de un buen trabajo y con hábitos de consumo comparables a los de gran parte de la clase media argentina.

A fines del año 2001, disponía de un billete de u$s100 en su bolsillo para llenar un changuito de bienes y servicios.

Ese changuito “virtual” se conformaba no sólo de alimentos sino también de nafta, educación, salud, servicios públicos, ropa y esparcimiento. Todos ellos dispuestos, de manera imaginaria, en las estanterías. En su conjunto, representaban los bienes que conforman el índice de precios al consumidor que éste podía adquirir.

Un año después, Juan Pablo decidió volver al mismo supermercado, a comprar la misma lista. Y se encontró con la grata sorpresa que le alcanzaba para comprar no uno, sino 2,42 changuitos.

Al año siguiente, es decir a fines de 2003, decidió hacer lo mismo. Y si bien mantenía su entusiasmo, comenzó a notar que ese dinero le rendía menos: exactamente podía completar dos changuitos.

Así fueron pasando los años. Y Juan Pablo -con su mismo billete de u$s100- al repetir su accionar iba notando como, progresivamente, perdía su poder de compra.

Ya a finales del 2009 apenas podía adquirir un 14% más que en 2001. Su sonrisa no era la misma. Se veía bastante desdibujada al recordar cómo fue cayendo su capacidad compradora, luego de haber podido adquirir un 142% más, en el momento posterior a la devaluación.

El tiempo siguió su curso y junto a él la inflación que, al igual que el primero, se tornó imparable.

Así las cosas, todo indica que en diciembre próximo, cuando Juan Pablo vuelva al mismo supermercado virtual, para comprar igual cantidad de bienes, se encontrará con un escenario similar al del 1 a 1.

Es decir, con su billete de u$s100 podrá comprar lo mismo que en 2001.

En efecto, se llegará a un momento deseado por unos, temido por otros, pero simbólico para todos: el billete verde volverá a tener prácticamente el mismo poder de compra que en la época de la convertibilidad, cuando regía la paridad “un peso igual a un dólar”.

Para peor, si en el ejemplo citado, Juan Pablo quisiese llenar su changuito sólo con alimentos el precio que debería pagar sería muchísimo más alto.

¿Cómo se llega a esta nueva paridad? Es que si se multiplica el precio del “changuito virtual” por la inflación de todo el período (320%), aquellos u$s100 de 2001 se transformarán en unos $420 a fin de este año.

Una cifra que coincidirá, casi exactamente, con el valor de un billete de 100 dólares.

Dicho en otras palabras, la inflación acumulada desde la devaluación de 2002 hasta hoy superó al deslizamiento del billete verde, hasta el punto en el que se está por eliminar por completo el efecto del abaratamiento en dólares del país.

Esto, claro, suponiendo que la suba de precios de este año se ubicará en torno al 25%, como pronostican la mayoría de los analistas privados. Y que la paridad de la divisa estadounidense tendrá un desplazamiento de un 10% en el año, hasta llegar a un nivel cercano a $4,20 por dólar a fin de 2010.

El debate por los costos dolarizados
El ejemplo ilustrativo formulado con Juan Pablo está referido al mercado interno, dado que compara a la devaluación con la inflación. Vale decir, la conclusión es válida puertas adentro.

Puertas afuera, la economía argentina no ha perdido toda su competitividad, porque el resto de los países también tuvieron inflación (aunque no en la misma magnitud) o revaluaron sus monedas locales. En tal sentido, el tipo de cambio “real” – es decir considerando la inflación de los EE.UU – se ubicará hacia fin de año en torno a los 1,40 pesos por dólar.

Si es bueno o es malo que los precios internos, medidos en dólares, sean casi iguales a los que había en la época de la convertibilidad es un debate que puede prolongarse indefinidamente.

Hay economistas que promueven el fortalecimiento del peso como forma de mejorar los ingresos y facilitar la importación de bienes de capital. Otros propugnan todo lo opuesto, porque dicen que un tipo de cambio bajo le hace perder competitividad al país.

Están quienes no ven con buenos ojos un billete verde muy atrasado, pero lo consideran como la única “ancla” efectiva contra la suba de los precios.

Pero lo que nadie discute es que los costos dolarizados están subiendo. Y que esta tendencia al atraso cambiario tiende a profundizarse aún más, dado que el Gobierno aseguró que no hay que esperar “cimbronazos” ni sorpresas en la evolución del tipo de cambio.

Como los salarios forman parte fundamental de los precios, que se han ajustado por encima del tipo de cambio, eso lleva a que los costos laborales en dólares también estén cerca de los de los años ’90.

La fundación IDESA, en un trabajo de su economista jefe, Jorge Colina, indica que el salario real llegó a su “techo” de crecimiento y que la situación actual marca un agotamiento del modelo impulsado por el Gobierno “K”, tendiente a lograr competitividad sobre la base de bajos sueldos en dólares.

“Un fenómeno particularmente importante es que se ha esfumado gran parte de la abrupta ‘licuación’ de salarios que produjo la devaluación, producto de la recuperación de los sueldos nominales”, afirma esta institución, que calcula la remuneración promedio del asalariado en 3.091 pesos. Es decir, un nivel cercano, en términos de compra, al registrado antes de la devaluación.

Salarios más caros en dólares
Los incrementos de costos en dólares no afectan a todos los sectores de la economía por igual. Por ejemplo, para los empresarios que deben competir en el mercado internacional, ésta es una mala noticia.

Al respecto, el presidente de Fiat Argentina, Cristiano Rattazzi, fue contundente al expresar que con un ajuste salarial del 25%, como los que se están negociando en las paritarias, los costos de recursos humanos -medidos en dólares- llegarían a tal nivel que resultaría muy difícil competir contra el resto de los países de la región.

Durante un desayuno organizado por la Asociación de Dirigentes de Empresa, el directivo pronosticó que, en el corto plazo, será inevitable una devaluación.

“Yo no soy devaluacionista. Pero si seguimos así, dando incrementos salariales del 25%, en ocho meses vamos a eso”, disparó Rattazzi, quien además destacó la pérdida de competitividad en su sector: “No puedo pagar sueldos más caros que Brasil”.

En este sentido, se difundieron recientemente artículos de investigación que argumentan en la línea de lo que dice el empresario automotor.

Uno de ellos es un estudio de IERAL, de la Fundación Mediterránea, que calcula que el dólar debería costar $4,45 en diciembre próximo, sólo para no empeorar el costo laboral empresario que había a fines de 2009.

El descalce entre salarios y productividad
“La importancia de mantener una relación acorde entre productividad y salarios en dólares se muestra evidente. Si estos últimos -medidos en moneda extranjera- crecen demasiado en relación al primero, el mercado termina ajustando por la parte real”, señala el director del IERAL, Jorge Vasconcelos.

De esta manera, el experto advierte que si ambas variables no evolucionan de manera armoniosa y pareja, ante cualquier caída en la demanda externa las compañías se verán obligadas a ajustar reduciendo empleo o cerrando fábricas.

Sucede que el flagelo de la inflación, que el país no ha logrado resolver a lo largo de tantos años, hizo que prácticamente las remuneraciones pagadas por unidad producida ya estén en cifras muy comparables con las abonadas en la salida del 1 a 1.

Al respecto, el índice de costo laboral por unidad producida que mide la entidad ya se ubica en, apenas, un 8,5% menos que aquél del fin de la convertibilidad.

Vasconcelos remarca que, si a fin de año el tipo de cambio se ubicase en $4,12, entonces el costo laboral unitario será similar al de 2001, justo en el momento previo a la devaluación.

Otro dato que preocupa sobremanera es que lejos de aumentar, la productividad va a contramano de los incrementos salariales. Mientras éstos últimos suben, la variación anual del índice productivo va en franco retroceso (en 2009 cayó un 2,4 por ciento).

Sueldos más altos en dólares, pero menos poder adquisitivo
Para este año, los sindicatos con mayor capacidad de negociación están reclamando ajustes de 25% para arriba, lo cual aseguraría el mantenimiento del valor real del salario.

“Ningún salario estará por debajo del crecimiento de los precios”, se encargó de afirmar la viceministra de Trabajo Noemí Rial. Sin embargo, los economistas dudan que ese nivel de incrementos pueda generalizarse al resto de la población económicamente activa, sin que se produzcan serias dificultades.

Desde el punto de vista del consumidor, el hecho de haber recuperado el poder de compra en dólares no implica, claro está, que su capacidad de consumo sea la misma: hasta 2006, la apreciación real de la moneda local coincidía con una mejora del salario real. Pero, a partir de entonces, esa relación se bifurcó.

Es decir, una caída del tipo de cambio real ya no es sinónimo de una mejora en la capacidad de compra del salario.

Y esto es así porque si bien el promedio de los precios se ajustó en un nivel parecido al ingreso, no todos los productos aumentaron en igual cuantía.

Mejoró la capacidad de consumo de bienes importados, como los electrodomésticos, pero empezó a desmejorar la de otros rubros clave, como son los alimentos.

Un caso paradigmático es el de la carne, cuyo consumo cayó 20% en los últimos meses como consecuencia del encarecimiento en el mercado interno.

La tendencia en años previos ha sido la de observar salarios corriendo para intentar alcanzar a la suba de precios.

Prueba de ello es la evolución del índice de variación salarial que mide el propio INDEC, y que muestra incrementos de 23% en 2007, 22% en 2008 y 16,7% en 2009.

Es decir, alzas nominales en las remuneraciones del 75% en un período en el que la devaluación fue del 28 por ciento.

La conclusión es clara: los sueldos están más altos en dólares, aunque no necesariamente haya mejorado el poder adquisitivo.

Un punto interesante es el que remarca el economista Tomás Bulat, quien recordó que mientras que el dólar de 2001 tenía una paridad de 90 centavos con el euro, ahora está en torno de 1,40.

“Por lo tanto, cuando uno dice ahora que gana en dólares lo mismo que en 2001, en realidad está diciendo que perdió un 40%”, afirma Bulat.

El dólar-soja vale menos que en 2001
Los más veteranos recuerdan las épocas en las que existían los tipos de cambio múltiples.

Es decir, se establecía un valor del dólar diferente para cada sector de la economía, y entonces convivía una cotización para los bancos, otro para los turistas, otro para los exportadores… y por supuesto que siempre se creaba un mercado para el dólar “negro” o “paralelo”.

Ahora, el tipo de cambio es único desde el punto de vista formal, pero siguen existiendo dólares diferenciados como consecuencia de las retenciones a las exportaciones.

Y sino, que lo digan los sojeros. Para ellos el billete verde no cuesta $3,88, sino que el valor real de la paridad está bien por debajo de los años de la convertibilidad. Más precisamente, el dólar para el productor de soja vale el equivalente a $0,75 del año 2001.

Es que si por cada billete verde que los chinos pagan por la soja argentina se hace el descuento de las retenciones (35%), al exportador le queda en su bolsillo 2,52 pesos. Y, una vez que se corrige por la inflación ocurrida desde la devaluación hasta hoy, esa cifra equivale a 75% de lo que cobraban en los años ’90, cuando no había retenciones.

Claro está, que los sojeros tienen su compensación: el precio del “yuyito” pasó de u$s169 en 2001 a los u$s340 actuales. En 2008, durante el conflicto del campo con el Gobierno, la cotización rondaba los 500 dólares.

Entonces, ¿un sojero gana hoy más o menos que cuando regía el “uno a uno”?

La cotización del dólar lo desfavorece, pero su ganancia real es mayor. Por cada tonelada exportada embolsa 340 dólares. Si se multiplica esta cifra por el precio del dólar, se le resta las retenciones y se descuenta la inflación, el resultado es que gana el equivalente a u$s255 del año 2001. O sea, una vez y media más que en los ‘90.

Devaluadores en el ring
Mientras los costos siguen subiendo en términos de dólares, el debate que se recalentará con el correr de los meses será el de hasta qué punto se podrá sostener la brecha entre una tasa de inflación que más que duplica a la de devaluación.

Si bien la previsión de una gran exportación agrícola hace que muchos economistas vean una estabilidad asegurada en el plano cambiario, hay otros que empiezan a manifestar su inquietud.

En los últimos días volvió a aparecer en los medios el ex ministro Domingo Cavallo, para quien este escenario es ideal para lo que él denomina el regreso de los “devaluomaníacos”.

“Ahora comienzan a acariciar su próximo protagonismo porque observan que la inflación ya ha vuelto a dejar atrasado al precio del dólar, los salarios reales ya alcanzaron el nivel promedio del período 1991-2001 y los costos laborales son incluso más altos que en aquella época, porque han vuelto a aumentar las contribuciones patronales y otros impuestos al trabajo”, señala el ex funcionario.

“Observan además que el Gobierno ya no tiene suficientes recursos para afrontar sus gastos y deberá mantener las retenciones; las que, devaluación mediante, podrían aumentar los recursos tributarios sin provocar mayor enojo de los agricultores, a los que, en cierta medida, la devaluación también beneficiaría”, afirma el inventor del uno a uno.

Y advierte que se corre el riesgo de que se produzca un ajuste tarifario incluso en una proporción mayor al de una eventual devaluación.

El público, mientras tanto, empieza a dejar en claro su opinión sobre el precio del dólar de la forma en que siempre lo hizo: comprando o vendiendo según lo que su reflejo condicionado le indica. Y en lo que va del año ya compró u$s1.500 millones, el equivalente de todo el superávit de la balanza comercial.