Con la caída del Muro, 20 años atrás, los ex países comunistas se lanzaron abruptamente al capitalismo. Tras vivir una luna de miel plagada de ingresos de capitales de Occidente, sus economías caen hoy estrepitosamente.
Los informes sobre estas economías hablan del fin de una ilusión. Así describen la decepción que se abate sobre los países bálticos, Hungría, Rumania o Ucrania, que ahora ven destruidos sus sueños de riqueza al estilo occidental.
En las últimas dos décadas las naciones ex comunistas participaron del “proceso de convergencia” con la Unión Europea (UE). La idea era que hicieran su reconversión al capitalismo a través de ese bloque.
En virtud de estos cambios, recibieron ingentes sumas de dinero de bancos de Alemania, Austria, Italia y Suecia, entre otros, lo que generó un ciclo de burbuja y plata dulce. El problema es que hoy están al borde del default.
Si algún país de la región cayera, su impacto sobre sus vecinos sería demoledor, como así también para las entidades bancarias que han invertido y prestado fuertemente en Europa Oriental.
En un reciente informe, la consultora Ecolatina expresaba que “existe gran preocupación por la situación de los países de Europa del este y sus implicancias para la dinámica de la Eurozona. Las fuertes devaluaciones de sus monedas y la caída en sus exportaciones trajeron muchas complicaciones, dados sus elevados niveles de endeudamiento en euros”.
Precisamente, durante décadas las crisis recurrentes de los países latinoamericanos tenían parámetros comunes:
* Abruptas caídas de la paridad cambiaria,
* Enormes déficits de cuenta corriente,
* Altísimo endeudamiento en moneda extranjera,
* Desagradables recesiones.
Hoy los indicadores son los mismos, lo que cambió es la geografía. Lo preocupante es que ésta dejó las fértiles y lejanas tierras del hemisferio sur para instalarse, sin preanuncios, en la misma puerta de la hasta hace poco tiempo vigorosa Eurozona.
Las consecuencias de este conflicto, que aún está en sus etapas iniciales, es que pueden llevar a los países más antiguos de la UE a situaciones extremas, que hoy son imposibles de evaluar, pero que los analistas anticipan que serán mucho más graves de lo previsto, según un reciente artículo publicado por The Economist.
La esencia del conflicto pasa por su acelerado proceso de crecimiento, tras décadas de postergación, que los llevó, al amparo de voluminosas dosis de inversiones extranjeras, a intentar alcanzar estándares de vida occidentales y a la esperanza de que la mayoría podría pronto adoptar la moneda única europea: el euro.
Los críticos argumentan, y con cierta razón, que algunos países europeos del este no estaban preparados para “jugar en primera”, pues han eludido las reformas y no supieron canalizar los billones de dólares recibidos en préstamos para alimentar los booms de la construcción y consumo.
Según The Economist, el colapso en Europa Oriental generaría incluso interrogantes acerca del futuro de la misma Unión. Por un lado, desestabilizaría el euro en países como Grecia e Irlanda, que no están en mejor forma que los demás países de Europa del Este. Por otro, sería una enorme barrera para la expansión futura de la UE.
Estos factores provocarían nuevas dudas acerca de las perspectivas a futuro de los países balcánicos del Oeste, Turquía y varios países de la ex Unión soviética. Las consecuencias políticas podrían resultar aún más graves. Una de las mayores hazañas europeas fue la reunificación pacífica del continente, luego de la caída del imperio soviético.
La región y los países no son lo mismo
Al igual que América latina en los ochenta y noventa, Europa del Este es tratada como una unidad económica, pero cada país es diferente. Se destacan tres grandes grupos:
* Países que están muy lejos de poder ser miembros de la UE: Ucrania. Los analistas internacionales consideran que una de las salidas sería la de recurrir al FMI, para reestructurar la deuda.
* Países con tipo de cambio fijo respecto al Euro: el trío Báltico de Estonia, Letonia y Lituania más Bulgaria. Para ellos aconsejan acelerar su camino hacia el euro (cabe recordar que Eslovenia y Eslovaquia ya se han sumado a la moneda común).
* Países con tipo de cambio flotante frente al euro: La República Checa, Hungría, Polonia y Rumania. La adopción de la moneda no sería una salida válida para estos países, pues no están listos para la dura disciplina de una única moneda, que descarta cualquier futura devaluación. Su inclusión prematura podría debilitar fatalmente al euro.
Pero a medida que sus monedas caen, la gran vulnerabilidad para los polacos, húngaros y rumanos, especialmente, surge de la deuda contraída por las firmas y por los hogares en moneda extranjera, principalmente de bancos extranjeros.
La máxima prioridad para estos países es la de detener el proceso de degradación de sus monedas. La segunda es hacer a los bancos responsables por los préstamos en moneda extranjera que estén teniendo malos resultados.
Letonia ocupa hoy el centro de la escena
Lo que se está viviendo en países como Letonia, por ejemplo, asemeja a un fin de fiesta, similar al vivido en Argentina en el 2001. Para la consultora dirigida por Rodrigo Álvarez, la situación de ese pequeño país es similar a la que llevó a nuestro país a la crisis que puso fin a la convertibilidad.
“Vale el paralelismo, en muchos casos la situación es similar a la de la Argentina en 2001”, dijo en un reciente informe. Esas mismas palabras son las que utilizó el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, al referirse a dicho país.
Este territorio tiene una población de más de 2 millones y fue bautizado como “tigre báltico” precisamente por su crecimiento económico arrollador, que le permitió ingresar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1991 y a UE y la OTAN el 2004. Pero ahora se debate entre el desempleo masivo y la incertidumbre.
Letonia conoció un crecimiento del 14% anual de su economía durante años, cebado por el ingreso de euros. Pero ahora, que todo se revirtió, su gobierno es el segundo, después de Islandia, en caer por las movilizaciones populares, en señal de descontento sobre la actual crisis económica y social.
Es que como consecuencia de la recesión mundial y de la dependencia de su economía a los mercados de la UE, que están aplicando medidas proteccionistas, además de la fuja de capitales, su PBI se contrajo un 10,5 por ciento.
“Letonia es un eslabón particularmente débil en el sistema financiero de Europa del Este debido a la sobrevaluación de su moneda y a una gran deuda del sector privado denominada en euros”, publicó a mediados de febrero The Wall Street Journal.
La fuerte devaluación del lat, moneda letona, profundizó la crisis, pues puso en serio riesgo el pago de los créditos otorgados por los bancos europeos. Ante ello, el FMI otorgó un préstamo de u$s9.500 millones, a cambio de que el gobierno aplicara un fuerte programa de ajuste, con rebajas salariales del 25% para los empleados públicos, cierre de hospitales y escuelas y una reducción del presupuesto estatal de alrededor del 40%.
Fue entonces que decenas de miles de trabajadores salieron a expresar su protesta. Algo que no se veía desde la caída del estalinismo en 1991.
Pero la crisis no solo se vive en Letonia. “La moneda polaca se desplomó un 48% frente el euro; la de Hungría cayó un 30% y la de la República Checa un 21 por ciento.
Esta dinámica devaluatoria hace temer que la crisis se exprese como un efecto contagio entre las monedas de la región con reminiscencias de la crisis financiera asiática de fines de los ’90”, escribió The New York Times a fines de febrero.
El peligro de una nueva cortina de hierro
El fracaso de Letonia es una muestra de la fragilidad de las economías de los ex países comunistas y esto ha puesto en guardia a sus dirigentes.
“No deberíamos permitir que el euro se convierta en una cortina de hierro que consigne a los no miembros de la zona a una zona de alto riesgo donde los inversionistas no se animan a entrar”, escribió en una columna el primer ministro de Hungría en el diario francés Le Figaro, que fue publicada el miércoles pasado antes de una reunión con el presidente Nicolas Sarkozy.
Similares palabras expresó la primera ministra de Ucrania Yulia Tymoshenko, quien advirtió contra una nueva “cortina de hierro” en Europa, a la vez que consideró que el BCE debería ofrecer acceso al financiamiento en la moneda común a los países fuera de la zona euro.
Los líderes de la Unión Europea se reunieron en una cumbre de emergencia el último domingo en Bruselas, Bélgica, que pareció resaltar las mismas preocupaciones que se supone deben tranquilizar: que la crisis económica mundial ha desatado fuerzas que amenazan con dividir a Europa en campos rivales.
“La Unión Europea ahora tendrá que probar si es una unión para los buenos tiempos o si tiene un destino real de unidad”, observó Stefan Kornelius, el editor internacional del periódico alemán Sueddeutsche Zeitung.
“Siempre dijimos que no se puede tener una unión monetaria sin una política fiscal, una política tributaria ni una política conjunta sobre cuáles industrias subsidiar y cuáles no. Ninguno de los líderes es lo suficientemente fuerte para sacar a los otros del lodazal”, concluyó Kornelius.
En dicha reunión Alemania rechazó rotundamente un llamado urgente de Hungría para implementar un enorme rescate de los miembros orientales más recientes, y recibió muy poco apoyo de otros países.
En defensa del plan de ayuda, Tymoshenko dijo que en Europa se debería considerar un arreglo similar al empleado por Reserva Federal de EE.UU, que abrió líneas de “swaps” cambiarios, ofreciendo acceso a dólares a naciones como Brasil, México, Singapur y Corea del Sur,
El BCE ya está ofreciendo acceso a liquidez en euros a los bancos centrales de Dinamarca, Polonia y Hungría. Esas naciones están fuera de la zona euro, pero, a diferencia de Ucrania, sí son miembros de la Unión Europea.
Los especialistas hacen distintos diagnósticos sobre este desplome de la Europa del Este. Morsen Hansen, un académico de la Escuela Económica de Estocolmo, y prestigioso experto en países bálticos, suscribe la teoría de la burbuja financiera.
El economista asegura que la política de “convergencia” en la UE se ha evaporado. “Esto va a enseñar, especialmente a los políticos, que la convergencia exige reformas, educación, inversiones sólidas pero que no son fáciles de hacer”, explicó Hansen.
Además, el economista señaló: “Lo más triste de esta crisis es que demostró que Europa del Este continúa siendo pobre y que esto sigue siendo la URSS en muchas actitudes. Se necesita al menos otra generación para tomar distancia”.