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Viagra y el rol de los accidentes en los procesos de innovación

A principios de los ’90, un grupo de investigadores de un centro de I + D de Pfizer intentaba desarrollar una droga contra problemas cardiovasculares.

Sin embargo, cuando probaron sus primeros avances en un grupo de pacientes descubrieron que el remedio era inefectivo para los fines que se proponían. La droga, no obstante, sí parecía tener otros efectos interesantes.

Así nació el Viagra, no sólo la innovación farmacéutica más rentable de los últimos años sino también una auténtica revolución cultural.

Ahora bien, señala una investigación de la escuela de negocios del MIT, el Viagra es apenas un ejemplo más del impacto de los errores en los procesos de innovación, donde investigadores que fracasaron en resolver un problema acabaron produciendo un desarrollo revolucionario en otro ámbito.

Otro ejemplo: se dice que Alexander Graham Bell tuvo la idea del teléfono mientras pretendía desarrollar un dispositivo capaz de convertir el sonido en impulsos eléctricos para aliviar la sordera de su madre (aunque otra versión sostiene que, en realidad, le robó la idea a otro inventor).

Pero, ¿cómo se explica el fenomenal potencial de los accidentes a la hora de realizar descubrimientos revolucionarios?

Generalmente, nuestras rutinas y estructuras mentales nos impiden ver más allá de nuestras narices, es decir, más allá de nuestras prácticas habituales y enfoques tradicionales. Los procesos de innovación corporativa, en su afán por reducir riesgos, suelen asociar errores con fracasos.

Al fin y al cabo, un resultado imprevisto en un proceso de desarrollo implica una pérdida de tiempo, dinero y un retraso del “time-to-market”.

Así, desalentando los accidentes, muchas empresas pierden la oportunidad de beneficiarse de sus errores como trampolines para inventos revolucionarios.

En este marco, la investigación del MIT ofrece algunas pautas para incorporar una “cultura del accidente” en los procesos corporativos de innovación:

1) Creación de equipos multidisciplinarios y multiculturales

El equipo de desarrollo de la Palm V incluyó un ingeniero, un MBA, un lingüista, un especialista en marketing, un psicólogo y un biólogo.

Las ideas más interesantes surgen cuando personas de diferentes orígenes cruzan sus caminos. A mayor variedad de “background”, mayores probabilidades de que un accidente pueda disparar un ulterior desarrollo en una dirección inicialmente impensada.

2) Abaratar los fracasos para incentivar la toma de riesgos

Si bien es cierto que los accidentes pueden conducir a innovaciones revolucionarias, también es verdad que la mayor parte de los resultados anómalos no conducirá a ningún lado. Y, desde luego, cada accidente cuesta tiempo y dinero.

Por lo tanto, para rentabilizar los errores, éstos deben ser relativamente baratos.

Al fin y al cabo, ¿qué gerente de proyecto se arriesgará a aventurarse en un terreno desconocido si un par de anomalías consumirán todo su presupuesto?

La tecnología puede servir para reducir el costo de los accidentes.

En la industria farmacéutica, por ejemplo, las simulaciones de computadora permiten realizar experimentos a muy bajo costo, minimizando las pérdidas de cada error y generando incentivos a correr riesgos razonables en las investigaciones.

Este principio puede aplicarse prácticamente en cualquier industria.

3) Crear una cultura del riesgo razonable

El punto anterior permite alinear incentivos hacia la toma de riesgos en los procesos de innovación.

Y esta dirección puede reforzarse a través de la creación de una cultura donde los accidentes no sean considerados como fracasos sino como un componente necesario de cualquier proceso creativo exitoso.

Cuando los bonus del equipo de desarrollo penalizan severamente los errores, probablemente sus miembros se impondrán objetivos fácilmente alcanzables, sacrificando oportunidades de diseñar productos revolucionarios.

Pero, como escribió el filósofo de la ciencia, Karl Popper, poco avanzaría nuestro conocimiento si los científicos se limitaran a enunciar las hipótesis que mejor se ajusten a las evidencias de las que disponen en lugar de construir conjeturas audaces (y de altas probabilidades de error).

Más audacia implica más accidentes y más potencial de generar innovaciones disruptivas.

La clave, desde luego, radica en encontrar un portafolio equilibrado de innovaciones para que el departamento de desarrollo de productos no se convierta en un agujero negro que queme presupuesto a toda máquina, bajo la promesa de que algún día ocurrirá un accidente revolucionario para la industria.