Inicio Empresas y Negocios Ser profesional ya no garantiza un mejor nivel salarial en el país

Ser profesional ya no garantiza un mejor nivel salarial en el país

En la Argentina, no nada el pájaro ni vuela el pez, pero algunas de sus múltiples rarezas la hacen parecerse al reino del revés: por ejemplo, el hecho de que algunos profesionales ganan menos dinero que trabajadores con escaso o ningún nivel de educación.

Tras contar sus aventuras al volante del camión mediano con el que reparte alimentos por el conurbano bonaerense, Ramón Acevedo se queja: “Y todo eso por un poco más de 3000 pesos al mes”. Su nivel primario incompleto no fue un impedimento para obtener la habilitación de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, cuyo requisito excluyente es, además de manejar el vehículo con la habilidad suficiente, pasar un examen psicofísico que garantice que la actividad se hará en forma responsable. “No te creas que es un carnaval; la plata alcanza para pucherear”, dice, antes de trepar de un salto a la cabina del vehículo.

El ambo de Claudia B. ya perdió el color que lucía hace tres años, cuando entró a trabajar en el hospital Mario V. Larrain de Berisso, con su título bajo el brazo. Ni el diploma de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires ni los numerosos cursos que hizo durante su carrera le alcanzan para llegar a juntar el monto que percibe Ramón por prestar servicios en un mayorista. Se conforma, a sus 33 años, con 2300 pesos por mes, hasta que adquiera más experiencia y reconocimiento.

Para obtenerlos, pasa ocho o nueve horas diarias de lunes a viernes, y cinco, los sábados; además, hace guardias rotativas de 24 horas, a las que se suma una semanal de 12 horas. “De esta forma, se aprende, pero es cansador. Pasamos muchas horas adentro del hospital”, dice.
Marco institucional

Pese a las diferencias en su cotidianeidad laboral, Claudia y Ramón tienen una similitud: son, por definición, trabajadores calificados. Aunque en la práctica los diferencien los años de estudio de ella y la suma que él percibe al mes. ¿Cómo se explica esto?, preguntó LA NACION a Juan Massot, director del área de Economía de la Universidad del Salvador.

“Tiene que ver con un marco institucional en el que los sindicatos han cobrado un poder de negociación, propio de un momento en que la economía crece y el empleo es alto. Hay una conjunción de dos factores: por un lado, está la tradición del sindicato que recuperó lo que motivó su origen: defender el capital humano, y por otro, el hecho de que una calificación y una educación de grado no son vistas como un diferencial en las personas. Existe un alto grado de homogeneización en el mercado y un marco de contención desregulado para los profesionales.” Así, dice Massot, la retribución depende de la productividad marginal del profesional, que se inserta en un mercado en el que la oferta abunda y pierde poder de negociación. “Esto se da en especial en profesiones tradicionales y con los trabajadores junior “, aclara.

Como requisito para contratarla en una firma de entretenimiento multinacional, a Gabriela le pidieron estudios de grado y dos idiomas. Como su perfil de publicista hábil con el inglés e incluso el portugués encajaba con las condiciones, no tuvo mayores problemas para acceder al puesto. Hoy trabaja en blanco, ocho horas diarias, y cobra al mes 2100 pesos, gracias a un aumento reciente.

“Aunque el clima laboral es bueno y se trabaja con libertad, no estoy demasiado conforme con mi trabajo, porque no veo la posibilidad de crecimiento”, dice Gabriela, que por ahora no consiguió nada mejor que la aliente a renunciar.

Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet, intenta echar luz sobre el interrogante: “En la actualidad, el sistema educativo ha declinado lo suficiente como para que quien obtiene un título de grado no se encuentre en una situación diferente de otros. Es difícil tratar de buscar un explicación racional a lo que sucede, si en el país la racionalidad no está presente en la escala salarial relacionada con las capacidades de las personas”.

Y concluye, con sus matices, en lo que es un denominador común entre los consultados: “Lo que sucede tiene que ver con la existencia o no de una institucionalidad que articule u organice a un sector laboral para favorecer a aquellos en ámbitos y en relaciones con el poder, y con la acumulación de experiencia en formas de presión”.

Piso salarial
En julio, según un informe de la consultora SEL, el piso salarial promedio de los convenios llegó a los 2336 pesos mensuales. Ernesto Kritz lo explica: “Aunque no se puede señalar precisamente el dato de que la brecha entre la retribución de los profesionales y los trabajadores con menor grado de calificación se acorta, se puede ver que en el sector obrero industrial subió por encima del promedio, a diferencia del salario del sector medio”.

Reinaldo conduce un camión mediano, con el cual transporta cereales desde Villa del Totoral, ubicada al norte de Córdoba, hacia el puerto de Rosario. El costo por trasladar 30 toneladas de cereales cerca de 500 kilómetros ronda los 3600 pesos por viaje. De esa suma, a él le corresponde un 20%. En plena zafra, hace ocho viajes en un mes, por lo cual su ingreso asciende a los 5760 pesos.

En el mismo período, Emiliano obtiene menor cantidad de dinero. Eso, a pesar de que ostenta una de las profesiones más demandadas en el país: es ingeniero y ya tiene una experiencia en el ámbito privado de casi diez años. El paso por la universidad no le garantiza una mejor retribución mensual que la fijada para un conductor de ferrocarril, según el convenio de La Fraternidad, en 5120 pesos (bruto).

En una importante empresa financiera internacional, trabaja Marcelo, analista en sistemas. Aunque la suya es una de las áreas del mercado laboral en el que hay una gran demanda, Marcelo debe trabajar un mes y medio para conseguir la suma del maquinista.

Con todo, un estudio del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano enciende una luz de esperanza para los jóvenes profesionales. “En la Argentina, pesa más la experiencia de los profesionales que el título”, y por ello, la evolución de sus salarios será significativa con el correr de los años, aclara Víctor Beker, director del CENE.