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“Tribus urbanas” y patología alimentaria

Desde hace unos años nos acostumbramos a escuchar hablar de “tribus urbanas”, con referencia a ciertos grupos de adolescentes que viven en la ciudad y comparten ciertas costumbres culturales y sociales, además de una ideología y la estética en la forma de vestirse y mostrarse a los demás.

En Argentina hay muchos grupos de tribus urbanas: los skaters, los cumbieros, los punk, los dark, los góticos, los amantes del hip-hop …
Pero en relación a las patologías alimentarias hay dos grupos en mayor grado de riesgo: uno de ellos es el de los llamados “Flogger” y otro el de los Emos.

La palabra Flogger viene de “flog”, una contracción de Fotolog. Este es un sitio de Internet que funciona como una red social, en la que puede subirse una foto por dia y realizar comentarios sobre ella. Los “floggers” son adolescentes – en general entre 12 y 20 años- que tienen un fotolog, al que suben retratos y otras imágenes propias.

Como grupo comparten además cierta estética y gustos en el aspecto
personal: por ejemplo, se los distingue por utilizar ropa en colores fuertes, pantalones apretados, zapatillas de ciertas marcas, y el flequillo crecido y peinado de manera que les tape parcialmente la cara.

La otra tribu urbana es la de los “Emos”: se trata de adolescentes de clase media que se definen a si mismos como “sensibles”, y rechazan a sus padres, al mundo adulto y a la sociedad en general. Se visten de negro y usan los ojos maquillados. Generalmente son muy delgados – este es un requisito para pertenecer al grupo – y también utilizan el cabello para ocultar parte de su rostro. Este grupo tiene conductas agresivas hacia su propio cuerpo: utiliza piercings, algunos se cortan la piel, fantasean con el suicidio, y en general tienen una actitud de sufrimiento y descontento con la vida.

Aunque pareciera que son muy diferentes, ambos grupos tienen en común que quienes los integran son jóvenes en el proceso de definir quienes son y cuál es su lugar en el mundo, y que tanto para los floggers como los emos, el aspecto es una de las claves del “éxito” y requisito para la aceptación como parte de la tribu.

Se sabe que la adolescencia es una etapa de cambios: además de la transformación del propio cuerpo y la pérdida del rol infantil, los padres van perdiendo autoridad y a su vez el medio ambiente cobra un mayor protagonismo; esto los lleva a buscar diferenciarse de los adultos, y otorgar mayor importancia a sus pares. Los jóvenes viven en un contexto de transformaciones permanentes, que les hace tener miedo al futuro. Pero además, sucede que vivimos en un mundo donde el éxito se asocia con la imagen, y la delgadez con la belleza y la salud.

Quizá por eso, a nivel mundial la anorexia es la tercera enfermedad crónica más común entre los adolescentes. Se trata de una patología por la cual las personas se sienten excedidas de peso aunque sean muy delgadas, y con esta obsesión van dejando de comer casi todo tipo de alimentos. Parte de la patología consiste, justamente, en que no ven su comportamiento como una enfermedad, y en los casos más severos pueden llegar a dejarse morir de hambre.
Según datos propios, en nuestro país 1 de cada 10 adolescentes mujeres de entre 14 y 18 años sufre algún tipo de trastorno alimentario, y entre el año 2000 y el 2010 crecieron de manera alarmante las patologías alimentarias entre los adolescentes varones, que pasaron del 2 al 10 por ciento.

Tanto los varones como las mujeres se sienten excedidos de peso de acuerdo a los criterios de belleza que imponen los medios de comunicación y el grupo social en el que se mueven, y se ven mucho más gordos de lo que realmente son. De modo que buscan adelgazar de diversas maneras, como comer cada vez menos cantidad y variedad de alimentos, consumir pastillas para adelgazar, abusar de los diuréticos y laxantes.
En el caso de los varones, además se sobre-exigen en el gimnasio, y comienzan a incursionar en el cigarrillo, las bebidas energizantes y el alcohol.

En este contexto, buscan forman parte de grupos que comparten la misma creencia, y en los que se estimulan unos a otros para mantener la imagen deseada.

Decíamos al comienzo que, en relación a otras tribus urbanas, las dos mencionadas pueden implicar un mayor grado de riesgo, porque cualquier grupo en el que la apariencia es “la clave del éxito” puede llevar a quienes lo integran a asumir conductas que pongan en riesgo su salud.
En especial cuando sus miembros viven una etapa de transformación personal como la adolescencia.

Es fundamental que los adultos cercanos a un miembro de estos grupos en riego presten atención a los posibles indicadores de patologías alimentarias. Si está obsesionado con su aspecto personal y se lamenta por su sobrepeso cuando no lo tiene; si busca excusas para no comer con el resto de su familia; si juega con la comida y la “desparrama”en el plato para disimular que ingiere poca cantidad; si utiliza diuréticos y/o laxantes, si abusa del gimnasio… es hora de consultar con un médico.