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Una buena razón

Cuando tomamos decisiones, todo lo que necesitamos es una buena razón. En el campo de las infinitas posibilidades nuestra racionalidad es el enemigo a batir.

¿Qué intentamos transmitir cuando decimos que alguien es muy racional? ¿Qué razonamiento utilizamos para aseverar esto? Y ¿Qué es la razón?

La razón es la facultad que tenemos los humanos de extraer conceptos de lo que observamos, cuestionarlos, validarlos, deducir e inducir conclusiones.

La razón nos permite tener en cuenta todas y cada una de las posibilidades de actuar como resultado de una exploración consecuente y cognitiva de lo que vemos pero también de lo que imaginamos.

Habitualmente pensamos que en el discurrir de nuestra vida es mejor tener muchas opciones para elegir. Nos gusta ir a comprar a grandes superficies porque éstas nos ofrecen mucha variedad de artículos. Aparentemente nos encanta ver una estantería con un amplio despliegue de marcas y formatos en referencia al mismo producto. Sin embargo, este despliegue a veces nos genera cierta ansiedad porque no sabemos lo que elegir. Cuando ya creemos saber cual vamos a llevarnos, al lado vemos otro que parece buena marca y ofrece más por menos precio.

¿Cuántas veces nos enzarzamos en una incómoda discusión delante de un maître al llegar a un restaurante con nuestra pareja o un grupo de amigos si nos ofrece varias mesas como alternativa? ¿Y cuándo tenemos varios sitios donde aparcar?

Que sencillo se hace todo cuando sólo queda una mesa, o ya nos la tienen adjudicada; o cuando tenemos la gran fortuna de encontrar un hueco, “el hueco” de aparcamiento.

La intuición nos ayuda a simplificar determinadas decisiones, ¿pero cómo funciona? ¿Cómo la utilizamos?

La intuición tiene una base experiencial y está muy relacionada con la memoria del subconsciente.

La intuición es nuestra capacidad predictiva, pero no cognitiva, que proviene de experiencias del pasado donde nos hemos encontrado con situaciones y personas o cosas que tenían características similares a las que nos encontramos en este momento.

Cuanto mayor y más variada es nuestra experiencia en la vida, mayor es nuestra intuición.

“Sabe más el diablo por viejo que por diablo”. Refrán ampliamente conocido y utilizado por el saber popular que hace referencia a la alta capacidad de tomar decisiones en base a nuestra intuición y ésta, como consecuencia de la experiencia adquirida con los años.

¿Hablamos entonces de la intuición como de una racionalidad inconsciente?

Probablemente. Nuestra razón lanza continuamente hipótesis y modelos en relación a lo que observamos. Comparamos estas hipótesis y modelos con experiencias del pasado y en base a esto tomamos una decisión.

Dicho así suena frío y, sin embargo, no lo es tanto. Nos olvidamos de la emoción. Al lanzar estas hipótesis racionales, al mismo tiempo, y a veces de forma inconsciente, nos imaginamos que pasará cuando tengamos el comportamiento o tomemos la decisión que estamos valorando.

Esta puesta en situación nos genera una emoción que es realmente la que nos induce a movernos en una y otra dirección.

No hacemos nada que no lleve implícita una emoción previa. De hecho, la etimología de la palabra emoción significa “el impulso que induce a la acción”. Dar un paso, levantar un brazo o hablar son la consecuencia de una emoción que nos empuja a hacerlo.

Somos predeciblemente irracionales. No somos tan dueños de nuestros comportamientos.

La emoción implícita en nuestras acciones se ampara en una ciencia poco conocida como es la heurística, es decir el arte y la ciencia del descubrimiento y de la invención, o lo que es lo mismo, de resolver problemas mediante la creatividad.

La heurística nos enseña a alcanzar soluciones de forma alternativa.

Si no encuentras una solución, haz como sí ya la tuvieras y haz una deducción a la inversa. Parte de la emoción de haber conseguido lo que quieres y vete dando pasos para atrás.

Si lo haces así, se puede dar la “paradoja del inventor”:

El resultado más ambicioso es el que tiene más posibilidades de éxito.

Utilizando este método de razonamiento hacemos inferencias utilizando siempre la regla más general. La hipótesis más probable.

A la hora de tomar decisiones utiliza la heurística, la regla general, la hipótesis más probable. Sin darte cuenta estarás jugando con tu intuición, es decir, tu racionalidad inconsciente.

En realidad, en lugar de una valoración profunda de todas las opciones, lo que a menudo nos lleva a “la parálisis por el análisis”, sólo necesitemos una buena razón para tomar